Autor: Álvaro Cepeda Neri *
Cuando leí las 10 preguntas que Alfonso Cuarón le hiciera a Enrique Peña Nieto con respecto a la contrarreforma energética que éste activamente promueve, se me vino a la memoria la frase aquella de “¡chúpate esa!”,
que queda aplicada perfectamente al inquilino de Los Pinos y huésped
frecuente de Palacio Nacional. Y es que como plantea el Artículo 8 de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cineasta
ejerció su derecho de petición por escrito, de manera pacífica y
respetuosa. Y entre líneas le dijo al “señor presidente” (en el tono de
los últimos estertores del viejo presidencialismo), que los mexicanos
no nos chupamos el dedo y ejercemos los derechos a la libertad de
expresión (mismos que quieren limitar y censurar en el Senado los
Javier Lozano y los Emilio Gamboa). Y quienes basados en el derecho a
reunirse para presentar una protesta contra la autoridad insistimos en
celebrar una consulta a la nación sobre la contraexpropiación petrolera peñista, pensamos de inmediato que Cuarón formuló las preguntas que, entre otras, quisiéramos que Peña contestara.
Como bien argumenta Alfonso Cuarón, si
no estoy informado es “porque el gobierno que usted encabeza no ha
compartido conmigo –con nosotros, los mexicanos–, elementos
indispensables para entender el alcance y sentido de las reformas”. En
este contexto, el analista y periodista Jesús Silva-Herzog Márquez
recién escribió: “Una Presidencia incapaz de esgrimir argumentos
públicamente es una Presidencia entregada al capricho. Pedir respaldo
sin ofrecer razones es apostar a la sumisión” (Reforma, 28 de
abril de 2014). Es muy parecido a lo que puntualiza el cineasta en sus
10 preguntas, mismas que deben acompañarse con la lectura del texto El capricho, Pues a los mexicanos no se les ha informado sobre los cambios tan radicales que quiere implantar el peñismo al costo que sea.
Y ahí están las protestas cada vez más
radicales y que se pueden convertir en revueltas. Hasta los
legisladores están desinformados. Y si la democracia es educación y
discusión, el pueblo debe ser informado y luego pedirle su opinión
mediante una consulta. El “¡chúpate esa!” dirigido a Peña expresa aprobación y aplauso para el cineasta que se apuntó un tanto,
pues lo mismo queremos expresar los mexicanos que estamos en contra de
privatizar Petróleos Mexicanos (Pemex) y de que le expriman sus
utilidades y las conviertan en botín de unos cuantos; que por el
contrario, con ellas se impulse su renovación y se extirpe ese tumor canceroso
de su cúpula sindical llamado Carlos Romero Deschamps y se profundice
en la investigación del fraude de Oceanografía, donde están metidos hasta el cuello los panistas y, para no hacer más olas
de corrupción, mantienen en secreto la cuarentena del “detenido” en una
de sus propiedades en el lujoso fraccionamiento Las Brisas (Raymundo
Riva Palacio, “El canto de Amado Yáñez”, en su columna Estrictamente personal en El Financiero, 20 de abril de 2014).
Si Pemex no ha sido el pivote de un
constante crecimiento económico, es porque desde el alemanismo (donde
enraizó Televisa, con su junior) al peñismo, sus ganancias se
utilizaron para el gasto corriente de los gobiernos federales, para el
saqueo de politiquillos, el robo por parte de empresarios y el
enriquecimiento de los Romero Deschamps. Y ahora Peña propone,
unilateralmente y negándose a una consulta popular, prácticamente
vender no la empresa ya quebrada, sino todos los recursos energéticos a
los mejores postores: depredadoras compañías petroleras internacionales
que ya están a la caza y amenazando que si para antes de septiembre no
se aprueba la contrarreforma, entonces se negarán a invertir.
¿Desinformación, señor Peña? ¿Acepta un
debate con Cuauhtémoc Cárdenas? ¿Sometería su propuesta
desnacionalizadora a una consulta popular? ¿Debatiría con dos
ciudadanos por entidad a través de su favorita Televisa? Obviamente no,
porque el desinformado es Peña. Carece de perspectiva histórica, y como
a su maestro Salinas y de acuerdo con el neoliberalismo económico de su asesor estrella, Luis Videgaray, solamente le interesa dejar en la mano invisible del mercado libre y globalizado la segunda versión,
pero petrolera, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. El
peñismo “carece de disposición argumentativa, elocuencia, disposición
polémica, habilidad persuasiva. El presidente es incapaz de hilar un
argumento y no ha saltado en ningún momento a defender
públicamente sus propuestas. Su gabinete tuvo en su secretario de
Hacienda y Crédito Público un vocero elocuente y persuasivo, pero hoy,
a golpe de equivocaciones, ha perdido cualquier credibilidad. El resto
de los colaboradores de Peña Nieto está cortado con la tijera del jefe: la argumentación es una destreza desconocida y aun despreciable”, escribió Silva-Herzog Márquez.
Como en la leyenda aquella del Espartaco
de Howard Fast, guión para una película con el mismo nombre, cuando
ante cientos de miles los romanos preguntaron: “¿Quién es Espartaco?”,
y uno a uno fueron contestando hasta formar un coro: “Yo soy
Espartaco”, los ahora “desinformados” –al decir de Peña– todos somos
Alfonso Cuarón. Y tenemos más preguntas sobre “el alcance y el sentido
de las reformas”. Entre otras la siguiente: ¿Por qué se opone, señor
Peña, a la consulta popular?
*Periodista
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