67 Festival de Cannes
Leonardo García Tsao
Cannes, 16 de mayo. La
película importante del día fue la realización más reciente del turco
Nuri Bilgué Ceylan, cuya obra se conoce de manera salteada en nuestro
país. De tres horas y cuarto de duración, Kis Uykusu (traducida al inglés como Winter Sleep), resulta una decepción comparada con su anterior, la inquietante Érase una vez en Anatolia (2011),
que también concursó en Cannes y, hasta donde recuerdo, no se ha
exhibido en México (luego los del FICUNAM me regañan por no memorizarme
su programación).
El relato se centra en el ex actor Aydin (Haluk Bilginer), que ahora
opera un hotel en Anatolia, en compañía de su joven esposa Nihal
(Melisa Sözen) y su hermana Necla (Demet Akbag). En pleno invierno, el
hombre se dedica a escribir artículos y planea un libro sobre la
historia del teatro turco. La situación de encierro es propicia para
una serie de cuestionamientos ajenos. Primero Necla le reclama la
validez de su vocación como escritor; después, cuando la esposa ve
entorpecidos sus esfuerzos por hacer una obra de beneficencia, le echa
en cara a Aydin todas las frustraciones implícitas en un matrimonio en
el cual se siente desperdiciada y en desventaja ante la arrogancia y el
cinismo de su cónyuge.
La película es, pues, un torneo de discusiones filosóficas sobre la
moral y la ética profesionales, los valores humanos, la fragilidad de
las relaciones amorosas y familiares, entre otros temas profundos. Los
diálogos debidos al propio realizador y su esposa Ebru Ceylan están
escritos con convicción y la naturalidad propia de una discusión (es
decir, no se siente que uno esté presenciando una mesa redonda). La
realización y la solvencia del reparto consiguen crear una tensión
dramática en esas largas secuencias de recriminaciones mutuas. La
visión de la condición humana es fundamentalmente escéptica. Sin
embargo, uno prefiere las películas anteriores de Ceylan, donde son las
acciones, no tanto las palabras, las que definen moralmente a los
personajes.
En una de esas decisiones injustas de la programación, Kis Uykusu sólo
tuvo una proyección en el Gran Teatro Lumière, cuya capacidad no
alcanzó a dar sitio a todos los interesados en ver la película de un
director connotado. Por supuesto, cada vez que una exhibición no sigue
el patrón establecido, los organizadores no saben cómo manejar a las
multitudes y se opta por cerrar los accesos a la sala, creando una
especie de laberinto. Quelle bordel, como dicen los locales.
Más grave fue la huelga de controladores aéreos franceses ocurrida
el jueves 15, que impidió la llegada de muchos invitados y delegaciones
a funciones y reuniones programadas. Mayo es el mes en que se ha vuelto
tradición ese tipo de manifestaciones sindicales y no es la primera vez
en que el funcionamiento del festival se ve afectado –ni será la
última. Para acabarla de amolar, los taxistas del aeropuerto de Niza,
destino aéreo para llegar a Cannes, también se pusieron en huelga el
mismo día.
Por la desconfianza que me ha generado la filmografía reciente del desgastado canadiense Atom Egoyan, me salté la proyección de Captives (Cautivos). Creo
no haberme equivocado. La película fue abucheada al finalizar su
proyección inicial y los comentarios de la prensa, en su mayoría, no
han sido halagadores. Los más benignos la comparaban con un telefilme.
Twitter: @walyder
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