Los delitos contra las mujeres, cometidos por sus parejas, ex parejas o
familiares constituye violencia de género, violencia familiar, y no
admiten mediación ni conciliación. Por eso con justeza las mujeres
denuncian cuando una autoridad toma la decisión de clasificar bajo otra
figura jurídica esos delitos e intenta resolverlos mediando y
conciliando.
Me pregunto qué ley toman las autoridades como criterio para desligar
del ámbito de la violencia familiar un hecho de violencia entre dos
personas entre las que hubo relación afectiva y luego separación, tras
lo cual el hombre decide seguir ejerciendo el control y la violencia
contra la mujer, convirtiéndola en sujeto de amenazas o lesiones. No
importa que esa pareja se haya formado bajo la figura de convivencia,
amigos con derecho o novios formales, no importa, es violencia familiar.
Esa canalización de la violencia familiar hacia la mediación y la
conciliación se da incluso dentro de los propios Centros de Justicia
para las Mujeres (CJM), al que al parecer la Conavim ignora o avala.
Hecho grave, ya que da como resultado que esos espacios –que se suponen
de apoyo y seguridad para las mujeres- actúan pasando por alto las
recomendaciones del Mecanismo de Seguimiento a la Convención de Belém do
Pará (Mesecvi).
El Mesecvi ha insistido, como señalamos en la columna anterior, que no
es posible someter a la conciliación y a la medicación a una mujer que
ha vivido violencia a manos de su pareja, y reconoce que las relaciones
de noviazgo o bajo cualquier otra forma como sea nombrado, implican que
existe la violencia familiar.
La razón radica es que, en la sociedad actual, la mayoría de las
relaciones se construyen bajo un modelo patriarcal de convivencia en la
cual las mujeres se encuentran en condiciones de subyugación y sumisión
frente a su compañero.
No solo se trata del control económico que él haya ejercido, sino de
otras formas más sutiles de violencia que también se van presentado y
ligadas al control del estado emocional de la mujer, en algunos casos
hasta llevarla al límite con problemas nerviosos. En otros casos el
control se realiza de manera más sutil.
Los agresores apuestan a que las mujeres estén solas, que no tengan
redes de apoyo, por eso las “aíslan” en el tiempo previo, las llevan a
romper vínculos con las amigas, las hermanas, la familia. Las convencen
de que no tienen a nadie más que a ellos, que solo ellos las ven con
valor y solo ellos pueden "cuidarlas". Para atemorizar y manipular
apelan a tus necesidades afectivas/económicas, pero también a tus
fortalezas o áreas de confianza más elevadas.
Seguramente nos suena conocido, porque la mayoría hemos visto en las
relaciones esas formas de control y sometimiento, que no necesariamente
operan en las relaciones hombre-mujer, sino en todas aquellas que están
regidas desde un sistema de relaciones dominante y patriarcal.
Funciona en todos los niveles y grupos, incluso en las relaciones entre
dos hombres o dos mujeres. Y si los afectos o formas de expresión en las
que se manifiestan los cariños se desarrollan bajo un modelo de “amor
romántico”, el resultado es el mismo: el control y el sometimiento.
Por eso, cuando un Ministerio Público o agente recibe en el Centro de
Justicia para las Mujeres a quien acude con la esperanza de encontrar
apoyo y protección -ante una situación que la mayoría de las veces le
hace temer por su seguridad- le entrega solo un escrito sencillo, si
bien le va, en el que se manifiestan los hechos.
El escrito no constituye una denuncia, pues antes se le informa que se
debe “conciliar” o que deberá tener un “careo” con su agresor, a fin de
que lleguen a “un arreglo”. En el documento por supuesto no se anota que
se trata de violencia familiar, mucho menos que es violencia de pareja o
algo que se le parezca. No, solo se consignan “amenazas”, o como en un
caso plasmado en el papel: “problemas con su ex pareja”.
Aunque parezca inverosímil, la Conavim tendría que empezar a investigar y
documentar estos casos, y rendir informes sobre el uso de los
mecanismos de conciliación y mediación a los que están enviando los
casos, incluso no formalmente sino dentro de los propios CJM en donde
psicólogas tratan de “obligar” a las mujeres a “carearse con su
agresor”.
También hay responsabilidad de la Conavim, porque es la que ha invertido
millonarios presupuestos en los Centros de Justicia, por lo que debe
supervisar cómo es que esto está ocurriendo. Y si no detienen este
proceder, significa que no están haciendo realmente nada contra la
violencia de género.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Argentina Casanova*
Cimacnoticias | Campeche, Cam .-
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