2/16/2017

Minería canadiense y proyecto nacional



Juan Carlos Ruiz Guadalajara *
Semanas atrás comenzó a circular 2018: la salida, el último libro de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Se trata de una exposición de lo que ha defendido en los últimos años, ahora presentado como una propuesta clara y fundamentada de su ideario y acciones a aplicar en caso de ganar la elección presidencial de 2018. AMLO parte de un diagnóstico muy conocido, mas no por ello irrelevante: el principal problema estructural del país es la corrupción y la impunidad. Critica con razón a los impulsores del neoporfirismo, principalmente a la camarilla de Salinas de Gortari, sus sucesores y aprendices, incluidos los autores de la docena trágica que nos hundió en la frustración y la violencia, Fox y Calderón. Dibuja así un país cuyas posibilidades de regeneración dependen de una reserva moral que se encuentra latente en un pueblo que poco a poco comienza la marcha que lo liberará de la corruptocracia y kakistocracia neoliberales.
Es imposible no coincidir con AMLO en muchas de las ideas que expone. ¿Quién podría estar en contra de implantar un régimen de honestidad, una república del amor, de la fraternidad y de la no violencia? ¿Quién que se precie de ser demócrata se opondría a recuperar la política como el principal instrumento para lograr una sociedad justa, democrática y feliz? ¿Acaso existen mexicanos contrarios a la idea de liberar a los pobres de la esclavitud de la pobreza mediante la creación de empleos con salarios justos, o de lograr cobertura gratuita de salud y educación para todos nuestros compatriotas? En todo ello López Obrador es contundente y ofrece con precisión la salida que todos buscamos. Lo mismo sucede con un tema prioritario de la agenda global: la protección del medio ambiente y del patrimonio biocultural de la humanidad.
En 2018: la salida encontramos sólidas propuestas para la preservación de la diversidad biológica, la conservación y regeneración de suelos y bosques, el desarrollo de políticas de acopio y manejo sustentable del agua, la recuperación de ríos y el control de los diversos tipos de contaminación. Es claro que para AMLO garantizar el derecho humano a un medio ambiente sano sería prioridad, o dicho en sus propias palabras, su gobierno asumiría entre sus objetivos cuidar la naturaleza y preservar nuestros recursos y patrimonio para asegurar la reproducción de la vida en la tierra que habitamos. Todo ello resulta congruente con lo declarado por el mismo AMLO el pasado 20 de noviembre en los lineamientos que divulgó como proyecto de nación, cuyo punto veintiséis reza que ningún proyecto económico, productivo, comercial o turístico se hará a costa de afectar el medio ambiente...
¿Cómo conciliar entonces todo lo anterior con lo declarado por López Obrador el pasado 19 de enero, en el punto seis de su decálogo para enfrentar las que considera amenazas de Donald Trump? En dicho punto propuso formalizar un acuerdo bilateral específico con Canadá para lograr mayor inversión de las empresas mineras canadienses en México, con salarios justos y cuidado del medio ambiente. ¿Acaso AMLO olvidó la historia de ilegalidad, agravios, saqueo, violencia y destrucción ambiental que hemos vivido con dichas mineras aliadas del régimen corrupto y neoporfirista que dice rechazar? ¿De dónde tomó la idea de que la megaminería depredadora, encabezada por los canadienses, es compatible con el cuidado del medio ambiente? ¿Olvidó que esto es científicamente imposible, o estamos simplemente ante un pragmaticam lapsus? ¿Olvidó también cuando el 17 de febrero de 2014 fustigó mediante un tuit a las mineras de Canadá y otras por saquear el territorio?
Lo más preocupante es que, con esta postura, López Obrador vacía de sentido su visión antineoliberal y su combate a la corrupción, pues fue precisamente la reforma al artículo 27 constitucional, impulsada por Salinas de Gortari en 1992, la que posibilitó la conversión de la propiedad social de la tierra en propiedad privada sujeta a todo tipo de actos mercantiles. En ese año, el mismo régimen usurpador de Salinas realizó la reforma a la ley minera que actualmente nos rige, que, además de permitir el ingreso de empresas ciento por ciento extranjeras, declaró la explotación de minerales causa de utilidad pública y preferente por sobre cualquier otro uso de la tierra. Esta fue la herencia maldita del neoliberalismo mexicano al modelo extractivista más letal que ha conocido la historia de la humanidad, convirtiendo en causa de utilidad pública el interés privado trasnacional. Los daños al patrimonio biocultural de la nación han sido irreversibles. ¿O es que AMLO olvidó lo que representan, por ejemplo, New Gold-Minera San Xavier o Goldcorp en materia de corrupción, ilegalidad, violencia, impunidad y daños permanentes al medio ambiente?
Cuatro días después del arrebato de simpatía que el tabasqueño experimentó por las mineras, Canadá mostró la cara que siempre ha tenido: Queremos a nuestros amigos mexicanos, pero nuestros intereses nacionales están primero y la amistad viene después. Desde entonces el silencio de los militantes de Morena, muchos de ellos valiosos activistas contra la depredación de las mineras canadienses, ha sido estruendoso, a pesar de que en 2018: la salida, AMLO se declara defensor del irrenunciable derecho a disentir. Tengo para mí que el abstencionismo y el anulismo son estériles, y considero que AMLO merece la oportunidad de gobernar este país, aunque ello implique darle mi voto para convertirme en uno más de sus opositores. Todo dependerá de sus próximos movimientos y de su capacidad de reconocer, fraternalmente, que también se equivoca.
* Investigador de El Colegio de San Luis


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