Jesús Cantú
CIUDAD
DE MÉXICO (Proceso).- Las ofensas y amenazas del presidente
estadunidense, Donald Trump, lograron unir a los mexicanos al grado de
que hasta la selección mexicana de futbol lanzó su condena antes del
partido amistoso contra Islandia, que se jugó el miércoles 8 en Las
Vegas, cuando su capitán, Rafael Márquez, afirmó: “Junto con mis
compañeros de la selección nacional de México nos declaramos en contra
de cualquier forma de discriminación, homofobia, sexismo o racismo”.
En
el transcurso de la semana se difundieron las más diversas iniciativas
para lograr la tan proclamada unidad nacional: organizaciones de la
sociedad civil y universidades convocaron a la gran marcha Vibra México,
para el domingo 12; el Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo
Mexicano de Negocios presentaron a Enrique Peña Nieto el proyecto Fuerza
México; empresarios mexicanos anunciaron la integración de lo que
llamaron “cuarto de inteligencia” junto con la iniciativa privada
estadunidense, para aportar información al proceso de renegociación del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).
El jueves 9 y
en una carta abierta, 12 diplomáticos mexicanos en retiro llamaron al
presidente mexicano a rechazar la construcción del muro, pues se trata
de un “acto inamistoso”, y a renegociar todas las concesiones que el
gobierno mexicano ha hecho, particularmente en los últimos dos sexenios,
en materia de militarización del combate a las drogas sin recibir
ninguna contraprestación.
De acuerdo con información difundida en el portal de Proceso,
en la carta propusieron cortar de inmediato el quehacer de los
servicios de inteligencia estadunidenses que operan en el país si
Washington no realiza de inmediato campañas para reducir el consumo de
drogas, erradicar la corrupción entre los agentes fronterizos y abatir
el tráfico de armas hacia México.
Por otra parte, voces como la
del empresario Carlos Slim y la de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de
Economía, aconsejan endurecer la posición mexicana y señalan que el TLC
no es tan relevante. Para respaldar su aseveración, en una entrevista
con el periódico Reforma Stiglitz precisó:
“Incluso si el TLC
desaparece, ustedes regresan a la Organización Mundial de Comercio y
Naciones más Favorecidas, y los aranceles de las Naciones más
Favorecidas son muy bajos, como de uno por ciento, dos, tres por ciento.
Esto significa que la diferencia en el tipo de cambio –no un tipo de
cambio manipulado, sino de mercado– compensa esto. Entonces, desde el
punto de vista de intercambio, el fin del TLC no es tan importante”.
Stiglitz
fue particularmente enfático en que “la estrategia básica de Trump es
(…) debilitar al otro lado, es por lo que ahora está tratando de
avergonzar a Peña Nieto para debilitarlo”. Una semana antes, Slim había
advertido que Trump, si te ve débil, te destroza; si te ve fuerte,
negocia.
Sin embargo, ni el clamor nacional que demanda firmeza
ante Trump ni las opiniones sustentadas y argumentadas logran que el
gobierno mexicano modifique su estrategia: la actitud, el discurso y las
acciones se mantienen inalterados.
Luis Videgaray, secretario de
Relaciones Exteriores, viajó el miércoles 8 a Washington para
entrevistarse con su homólogo, el secretario de Estado, Rex Tillerson, y
el de Seguridad Nacional, John Kelly. Nuevamente (como ya sucedió
cuando el propio Videgaray, acompañado de Ildefonso Guajardo, titular de
la Secretaría de Economía, viajaron a la misma capital para preparar la
visita de Peña Nieto) Trump aprovechó el momento para reiterar su
decisión de construir el muro en la frontera con México y culpar a
nuestro país de sus males.
Ahora no fue vía Twitter o decreto
administrativo; ahora fue en un discurso que pronunció en una reunión
con alguaciles de los distintos condados de Estados Unidos: ahí señaló
que ya se estaba diseñando el muro que pretende detener el flujo de
migrantes indocumentados y drogas. De acuerdo con información que el
corresponsal de Proceso, Jesús Esquivel, envió al portal de la revista,
Trump “aseguró que 80% de los crímenes en Estados Unidos están
relacionados con el problema del tráfico y venta de drogas que entran
por la frontera sur”. Además urgió a los policías locales a arrestar
indocumentados y sacarlos del país.
Y para mantener la rutina,
tras la reunión la Secretaría de Relaciones Exteriores emitió un
comunicado en el que señaló que las reuniones se realizaron “de manera
respetuosa y constructiva”… exactamente los mismos calificativos que ha
utilizado respecto de anteriores acercamientos. En ninguna junta o
llamada telefónica se han logrado resultados concretos ni se ha avanzado
en el encuentro de soluciones a las “diferencias existentes, que han
sido públicas y notorias”. De hecho, mientras se celebraban las
reuniones entre los miembros de los dos gabinetes, el presidente
estadunidense nuevamente reiteró que seguía adelante con sus planes y
utilizó expresiones que agravian a los mexicanos.
El rector de la
UNAM, Enrique Graue, declaró en una entrevista con Ciro Gómez Leyva: “En
este momento lo que nos une es manifestar nuestro repudio general a las
políticas discriminatorias y xenofóbicas del presidente Donald Trump”,
lo cual es evidente en el recuento de los párrafos precedentes; y esta
unidad, como dijo también el rector, es para hacer que “respeten nuestra
soberanía y libertad, que se respeten los derechos humanos de nuestros
connacionales…[y decir]que estamos dispuestos a luchar por que México
sea un país libre, soberano y respetado”.
El presidente
estadunidense es quien logró la unidad de los mexicanos; pero el primero
que debe escuchar el mensaje es el presidente mexicano y, en función
del mismo, modificar su estrategia de negociación con Washington. Hay
que reconocer que el trato que Trump le dispensa a México no es ni
respetuoso ni constructivo y, en consecuencia, el gobierno mexicano ya
debe dejar de “poner la otra mejilla”, exigir el pleno respeto a los
derechos humanos de nuestros connacionales y una negociación entre
países soberanos, ciertamente con enormes asimetrías pero que se
necesitan mutuamente para resolver algunos de los problemas más
acuciantes para ambos.
Este análisis se publicó en la edición 2102 de la revista Proceso del 12 de febrero de 2017.
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