67 Festival Internacional de Cine de Berlín
Leonardo García Tsao
La Jornada
Berlín.
Y la competencia berlinesa no levanta cabeza. Por mucho que uno
esperaba algún drama polaco desesperanzado, como suele hacerlos la
directora Agnieszka Holland, lo que nos entregó en Pokot (Huellas de animales) es un raro híbrido entre whodunit, thriller policiaco,
arenga ecologista y un poco de comedia negra. La protagonista es una
anciana polaca que vive en el bosque cercano a la República Checa,
obsesionada por el maltrato y la caza de los animales salvajes. Hasta el
sacerdote local la contradice con el argumento de que los animales no
tienen alma y fueron hechos para ser sacrificados.El misterio comienza cuando los peores personajes locales –todos ellos cazadores empedernidos– empiezan a aparecer muertos, sin ninguna pista fuera de la huella de animales. ¿Son ellos quienes encabezan esa campaña de venganza? Experta en dirigir series estadunidenses como The Wire y House of Cards, Holland no consigue desarrollar un tono adecuado a su excéntrica historia y la película parece un raro capricho, dirigido a los defensores de los derechos animales.
Algo mejor resultó Una mujer fantástica, del chileno Sebastián Lelio. En este drama, una joven llamada Marina (Daniela Vega) pierde a su amante mayor cuando este sufre un aneurisma. La situación se complica porque ella es un transgénero, que sufre el cuestionamiento de las autoridades, pero sobre todo el rechazo de la familia legal del difunto. Renunciando a las propiedades que tenía con su amante, Marina sólo pide el derecho de poder ejercer su duelo.
Habiendo probado en su anterior Gloria (2013) su capacidad para explorar la sique femenina, Lelio nuevamente describe un arduo proceso de liberación, aunque este resulta más previsible. Sin embargo, la actuación de Vega es un modelo de dignidad y entereza que sostiene a toda la película. Una mujer fantástica recibió sonoros aplausos al concluir su vespertina función de prensa.
Exhibida en Berlinale Special, también se pudo ver La reina de España, la más reciente realización de Fernando Trueba, una especie de continuación de La niña de tus ojos
(que compitió aquí mismo en 1999). La premisa ofrecía muchas
posibilidades de una sabrosa sátira política, con referencias
cinematográficas precisas al inicio de la época cincuentera en que
España se volvió la locación favorita de las grandes superproducciones
hollywoodenses. Así, plantea el regreso a su patria de la actriz
Macarena Granada (Penélope Cruz), después de haber triunfado en Estados
Unidos, para filmar una película sobre Isabel la Católica, dirigida por
el legendario John Scott (una velada referencia a John Ford).
Lástima que el guión es un ejemplo de oportunidades perdidas. Y la mano pesada con que Trueba dirige a sus actores tampoco ayuda. (Entre las curiosidades de la película, se puede ver a Arturo Ripstein en un inopinado regreso a su carrera de actor, interpretando al productor judío de la película dentro de la
Lástima que el guión es un ejemplo de oportunidades perdidas. Y la mano pesada con que Trueba dirige a sus actores tampoco ayuda. (Entre las curiosidades de la película, se puede ver a Arturo Ripstein en un inopinado regreso a su carrera de actor, interpretando al productor judío de la película dentro de la
película).
Una obligada aparición final de Francisco Franco al final de la
historia sólo da pie a algunos chistes malos e ilustra bien el tipo de
humor obvio que campea a lo largo de La reina de España.
Viendo las largas colas de gente que se forman en las taquillas del centro comercial aledaño al festival, uno comprueba que Berlín sí es un festival abierto al público y diseñado de tal manera que se puede disfrutar en puntos muy repartidos de la capital alemana. Cannes, en cambio, es un festival para el personal acreditado, en esencia... no para la cinefilia del puerto. Esa sí es una diferencia notoria entre ambos festivales.
lgtsao@hotmail.com
Twitter: @walyder
Viendo las largas colas de gente que se forman en las taquillas del centro comercial aledaño al festival, uno comprueba que Berlín sí es un festival abierto al público y diseñado de tal manera que se puede disfrutar en puntos muy repartidos de la capital alemana. Cannes, en cambio, es un festival para el personal acreditado, en esencia... no para la cinefilia del puerto. Esa sí es una diferencia notoria entre ambos festivales.
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