La represión del 4 y 5 de abril
Después de un conflicto por la definición de los linderos entre la comunidad de Arantepacua y Capacuaro [1], los representantes de la comunidad de Arantepacua concertaron una reunión con una representación del gobierno del Estado de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo del PRD, en su camino son perseguidos por la policía estatal, capturados y encarcelados. Al día siguiente, cuando el resto de los pobladores de la comunidad apenas se disponía a realizar acciones para liberar al grupo de 37 personas que había sido detenido, entre quienes estaban las autoridades comunitarias, un operativo del cuerpo antimotines entra por un extremo de la comunidad de Arantepacua, mientras que por el otro lado de la misma entran policías federales y militares. Durante la incursión, la policía comienza a disparar indiscriminadamente hacia la gente que se preparaba para impedir la violación del espacio comunal de Arantepacua, de este modo, la policía asesina a tiros a cuatro personas desarmadas, deja un número indeterminado de heridos, invade domicilios particulares, roba las pertenencias de las casas allanadas, golpea, destruye automóviles, vidrios, muebles y dispara sus armas, insulta y amedrenta a mujeres, niños, ancianos y adultos por igual, detiene a nueve personas que de algún modo se mantenían al margen de lo sucedido en las calles, gente que estaba trabajando o comiendo en su casa, y los acusa de haber disparado contra la policía.
Terrorismo de Estado y Contrainsurgencia
¿Qué tipo de operación es esta? ¿Un error? ¿Por qué detener precisamente a la gente que ni siquiera participaba de la manifestación? ¿Por qué disparar contra gente desarmada? ¿Por qué en una comunidad indígena purépecha de Michoacán en donde estos operativos no son usuales de este modo? Trataremos de responder estas preguntas.
Aunque es probable que algunos lectores muestren incredulidad, e incluso, compartan dicha incredulidad con quienes presenciaron los hechos atónitos, seguramente a otros les parecerá tristemente familiar. Estoy seguro de que hay personas en Guatemala y El Salvador que recordarán operativos de esta clase en los años setenta y ochenta, de que hay comunidades en Colombia que tienen vivo el recuerdo de los paramilitares amedrentando, torturando y asesinando gente inocente, que en Gaza y Cisjordania, miles de familias han visto al ejército israelí actuar cientos de veces de esa forma. En México tampoco son hechos inéditos, la represión del 3 y 4 de mayo de 2006 en Atenco, en Nochixtlán Oaxaca el año pasado, y en Santa María de Ostula Michoacán (en la región de la costa michoacana), han tenido características parecidas. También en México, son los métodos que empleo el ejército mexicano en las comunidades de Guerrero que presuponían base social del Partido de los Pobres liderado por Lucio Cabañas Barrientos.
No, no es un error, es un método muy estudiado de terrorismo de Estado encaminado a dejar un mensaje muy claro a las poblaciones que estén dispuestos a cobijar, apoyar, o incluso, negarse a confrontar a grupos organizados quienes se rebelan contra alguna o algunas disposiciones del Estado quien controle dicho lugar.
Dentro de esa lógica contrainsurgente, el Estado tiene claro que la insurgencia misma es dura, difícil de confrontar, aguerrida, que a menudo sabe y puede defenderse, y que incluso, cuando ha llegado a un punto en el que no tiene miedo de hacerle frente a las fuerzas represivas, su fuerza interna es difícil de doblegar; por ello el blanco de estos operativos no es la insurgencia, sino lo que el Estado entiende como su base social. Una parte de la población con poca o nula formación política, quienes no se han formado aún un criterio claro al respecto de las luchas sociales que suceden a su alrededor, a quienes las dudas los confunden, personas que no se ven a sí mismos haciendo frente a un policía o a un hombre armado, que tal vez simpatice algo con los rebeldes pero que por otra parte a veces preferiría que estuvieran en otro lado, tal vez una parte de la población que aún cree que puede escapar de las tendencias históricas, y tal vez tenga suerte, tal vez gane un premio, o una beca, un buen empleo etc. que tal vez algún día mientras su comunidad sigue ahí, él podrá mirarlos desde arriba; a veces es gente que no es ambiciosa, pero que simplemente quisiera que el mundo no cambie, que las cosas fueran como cuando era niño y que toda cosa nueva la ve con recelo y preocupación, una parte de la población que no quiere explicarse mucho sobre la vida y que simplemente en el día a día sabe que tiene que vivirla y enfrentarla como sea.
Esa parte poco activa es clave en el control territorial, pues es la que inclina la balanza entre las partes activas del conflicto, entre militares e insurgentes, entre policías y rebeldes, entre el personal de Estado y los oprimidos organizados. Mao Tse Tung decía que en todo proceso hay elementos muy activos, relativamente activos y poco activos, y a su vez entendía que los muy activos no podían mantener su actividad sin que los otros dos hicieran una parte. La parte poco activa constituye pues, en la lógica contrainsurgente, un blanco débil y estratégico.
La población de Arantepacua como blanco del ataque
La meseta purépecha no es zona de operación de un grupo propiamente insurgente como en algunos casos que acabamos de mencionar, su vinculación se ha dado más con organizaciones sociales, sindicales y estudiantiles con quienes comparten intereses. La comunidad de Turícuaro y Arantepacua (ambas en el municipio de Nahuatzen Michoacán), habían cobijado en los últimos años, a estudiantes de las Escuelas normales de Michoacán en los momentos en que la lucha era tensa y la represión hacia ellos intensa. Algunos de los jóvenes de esas comunidades han aspirado a hacer una carrera como profesores de primaria y secundaria en el sector indígena del Magisterio michoacano, y por lo tanto en buen número han ingresado a la Escuela Normal Indígena de Michoacán (ENIM), y también a la Escuela Normal Vasco de Quiroga de Tiripetío Michoacán. La llamada “reforma educativa” y otras reformas anteriores en el mismo sentido, han limitado la posibilidad de que dichos estudiantes se conviertan en maestros con estabilidad laboral, ante lo cual, dichos estudiantes se han movilizado para defender su derecho a una educación digna, que respete su esencia indígena y que garantice su derecho al trabajo, por ello es que su causa es compartida por sus familiares y amigos quienes son comuneros de dichos lugares.
Las comunidades indígenas de la meseta purépecha acumulan una serie de rezagos socioeconómicos que los han obligado a mantenerse viviendo apenas entre los límites de la pobreza y la pobreza extrema, lo cual ha motivado la migración laboral hacia los Estados Unidos y en algunos casos, el que jóvenes de dichos lugares sean reclutados por el crimen organizado para desempeñarse como sicarios, talamontes y labores similares. La oferta educativa en la región es escasa y además es víctima de la discriminación de Estado, pues son escuelas de bajo presupuesto que difícilmente logran que los egresados encuentren ofertas en el mercado laboral que de algún modo permitan elevar su condición de vida.
Las contradicciones en México aumentan, la aplicación imperialista del modelo neoliberal ha arrasado con las condiciones materiales de supervivencia de los campesinos, al deteriorar el medio ambiente y quebrar a los pequeños productores agrícolas, por otra parte, el proceso de privatizaciones ha llevado al Estado mexicano a una serie de crisis presupuestales por el hecho de haber extinguido las fuentes de financiamiento público como lo era la producción petrolera y la refinación. Por otra parte, las condiciones del mercado laboral se han deteriorado, llevando a la informalidad a más de la mitad de la fuerza de trabajo en México; mientras que en el caso de Michoacán, el índice de informalidad es aún más alto, pues ronda el 75% de la fuerza de trabajo.
Durante años, el Estado mexicano ha controlado en buena medida el descontento en las comunidades indígenas a través de programas paliativos de combate a la pobreza extrema, apoyo en materiales de construcción, comedores populares, despensas, créditos de bajo interés, etc. Sin embargo esos “apoyos”, lejos de colocar a las comunidades en mejor situación, sólo han servido para distraerlos y condicionarlos mientras el avance del capitalismo dependiente sigue erosionando sus condiciones materiales de vida. Ahora que esas condiciones han llevado a la crisis actual, algunas comunidades indígenas de Michoacán han llegado a la conclusión de que tienen que organizarse de forma más independiente con respecto a algunos organismos del Estado, principalmente los partidos políticos electoreros.
Así, desde la lucha que comenzó la comunidad de Cherán en 2011, y ante los logros indiscutibles de su forma de gobierno basada en asambleas y consejos, dicho proceso ha inspirado a otras comunidades de la región a pedir la expulsión de los partidos políticos electoreros, sustituir la forma que sugiere el Estado mexicano, con formas de poder popular que sin embargo coexisten en buena medida con la propia organización estatal.
El Estado mexicano, ante la presión y la organización, ha tenido que ceder, sin embargo ha evitado por muchos medios que dichas formas de poder popular vayan más allá de lo logrado hasta ahora y espera la oportunidad de contraatacar, pero por lo pronto, es claro que se ha propuesto no permitir que el proceso avance y que más comunidades tomen el mismo camino que Cherán.
Así pues, tan sólo hace dos semanas, el gobernador perredista, Aureoles Conejo, había declarado ante un noticiero de Televisa, que era un error de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el haber validado estas formas de gobierno indígena, pues ahora “los amigos de Cherán se encuentran envalentonados”. Ese pensamiento de Silvano Aureoles no es propio de él, es la forma en que piensa la burguesía imperialista en México y es como piensa la inmensa mayoría de la burocracia política mexicana, quienes están convencidos de que la represión es la única salida que el Estado mexicano tiene para enfrentar las complicaciones sociales derivadas de la política económica nacional, replicada en las entidades federativas. No hay duda de que burgueses, burócratas y mandos militares están convencidos del carácter irreconciliable de las contradicciones entre la clase dominante y el pueblo trabajador, y están claros, desde su perspectiva, que tienen que hacerle la guerra a este último, y si esta guerra es preventiva, tanto mejor.
La hipocresía del gobierno y de los medios de comunicación en México
Por si fuera poco, todo esto sucede mientras el gobierno mexicano, lacayo fiel del Estado norteamericano se ha sumado a una condena hipócrita contra el gobierno de Venezuela por considerarlo poco democrático, claro, si por democrático entiende el asesinato y encarcelamiento de comuneros indígenas desarmados, la delantera la lleva el gobierno mexicano. También sucede mientras los medios de comunicación internacionales ligados a Washington, han creado un espectáculo mediático para acusar de asesino a Bashar Al Asad, y han lanzado un ataque con armas de alto poder en Siria, hecho ante el cual el gobierno mexicano le regala un silencio cómplice al gobierno del antimexicano Trump.
Ante esta situación nos preguntamos, ¿En dónde están las palabras de indignación de esa “comunidad democrática internacional” ante la matanza de Arantepacua? ¿Quién tiene permiso de usar la fuerza pública y quién no? ¿Quién tiene permiso de usar armas de fuego letales ante la población civil y quién no? ¿Por qué los “defensores de la democracia” aplauden al gobierno mexicano y al mismo tiempo ayudan a los imperialistas a apuntar sus armas de destrucción masiva hacia Siria y Venezuela? ¡¡Claro!! Van a decir que lo que pasa es que detrás de la gente de Arantepacua hay una conspiración rebelde encubierta a la cual hay que frenar, pero seguramente no hay ninguna conspiración en Washington y en sus gobiernos lacayos para hacer que el imperialismo destruya a nivel local y mundial a quienes se interpongan entre el imperialismo y sus intereses.
La triste e indignante realidad en la politiquería mexicana e internacional, es que el sacrificio de cuatro comuneros indígenas es un asunto poco importante, que no amerita ninguna primera plana, no amerita ninguna investigación de la ONU, no amerita un llamado al mundo a detener la infamia; al final de cuentas, en México nos tienen acostumbrados a tantos muertos, a tanta violencia de Estado, que hablar de cuatro indígenas no es nada. ¿Dónde está Felipe Calderón Hinojosa y Jorge G. Castañeda quienes se visten de demócratas para difamar a la Revolución Cubana y acusarla de dictadura por impedir la entrada del primero a Cuba? ¿Por qué le llaman presos políticos a quienes se les ha probado su colaboración activa y financiada con Washington para espiar y sabotear a los gobiernos de Cuba y Venezuela, y le llaman delincuentes a comuneros pobres que apenas pueden defenderse con sus manos, o acaso con piedras y palos de los ataques de las fuerzas armadas mexicanas? Estos personajes no tienen nada de demócratas, han sido y son cómplices del imperialismo norteamericano y su hipocresía no puede ser más ridícula.
Las tareas del pueblo trabajador organizado
Estas lecciones nos muestran que la lucha que se está llevando a cabo en todos los frentes populares es cada vez más necesaria e irrenunciable, sin embargo, la experiencia nos muestra que las formas en que se ha enfrentado a la oligarquía imperialista son insuficientes, que si bien podemos contar algunas victorias como la de Cherán, aún falta mucho, porque si no se avanza más, el Estado mexicano se encontrará en clara ventaja para desmantelar lo ganado hasta ahora. No podemos ignorar que el Estado percibe grietas en las formas de organización popular y está esperando cualquier oportunidad para golpear. En esta ocasión, se podría decir que esperaron un momento ligero de distracción de la comunidad de Arantepacua para golpearla a ella y a las demás comunidades de la meseta purépecha, sabían que hubiera sido más difícil en los momentos en que la llamada “trinchera” que habían levantado estudiantes y comuneros el año pasado se encontraba en alerta máxima. El Estado esperó el momento y lo encontró, tomando por sorpresa a la comisión negociadora y a la población quien no pudo pronosticar un ataque de esas magnitudes.
Por ello es necesario que todos los procesos organizativos populares tomemos cartas en el asunto; en primer lugar no debemos regatear en lo más mínimo el ser solidarios con estas luchas y exigir que se detenga la represión, justicia para los caídos, libertad de todos los presos políticos y cancelación de procesos penales en contra de un sinnúmero de luchadores sociales, además de la presentación con vida de los desaparecidos. Es muy peligroso que el Estado mexicano salga poco o nada dañado después de una masacre como esta. Por otra parte, se hace muy necesario el mejorar nuestras formas organizativas para hacerlas más eficientes y poder enfrentar eficazmente este tipo de ataques, además habrá de elevarse el nivel político de los militantes y activistas populares para generar la capacidad de leer la estrategia general del Estado y evitar la tentación de querer explicar cada evento de estos como si fuera un caso aislado e incidental, una política de Estado no es resultado de la mera casualidad y tampoco lo será un frente eficaz contra ella. En esa misma lógica, es necesario que cada lucha gremial y popular acreciente los lazos de solidaridad y colaboración con los demás sectores en lucha, pues por sí mismo, cada proceso es débil frente al Estado; es necesario que dicho principio sea inculcado y cultivado ante los elementos activos pero también entre los poco activos de cada movimiento y organización popular.
Esta conjunción y solidaridad será un paso necesario si queremos que el pueblo trabajador tenga una estrategia real frente al Estado oligárquico y el imperialismo, y así pueda aspirar a la victoria final, pero incluso, mucho antes de eso, si ese proceso cobra fuerza estaríamos en posibilidad de poner en aprietos al Estado mexicano y hacerlo reconsiderar sus métodos de terror económico y político. Si no lo hacemos, estos hechos se repetirán con mayor frecuencia.
Nota:
[1] Ambas comunidades indígenas purépechas situadas en la región conocida como “Meseta Purépecha” en el Estado de Michoacán, México.
Andrés Avila Armella es miembro del Buró Político del Partido Comunista de México (PCdeM) www.partidocomunistademexico. org También es Sociólogo y Dr. En Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Después de un conflicto por la definición de los linderos entre la comunidad de Arantepacua y Capacuaro [1], los representantes de la comunidad de Arantepacua concertaron una reunión con una representación del gobierno del Estado de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo del PRD, en su camino son perseguidos por la policía estatal, capturados y encarcelados. Al día siguiente, cuando el resto de los pobladores de la comunidad apenas se disponía a realizar acciones para liberar al grupo de 37 personas que había sido detenido, entre quienes estaban las autoridades comunitarias, un operativo del cuerpo antimotines entra por un extremo de la comunidad de Arantepacua, mientras que por el otro lado de la misma entran policías federales y militares. Durante la incursión, la policía comienza a disparar indiscriminadamente hacia la gente que se preparaba para impedir la violación del espacio comunal de Arantepacua, de este modo, la policía asesina a tiros a cuatro personas desarmadas, deja un número indeterminado de heridos, invade domicilios particulares, roba las pertenencias de las casas allanadas, golpea, destruye automóviles, vidrios, muebles y dispara sus armas, insulta y amedrenta a mujeres, niños, ancianos y adultos por igual, detiene a nueve personas que de algún modo se mantenían al margen de lo sucedido en las calles, gente que estaba trabajando o comiendo en su casa, y los acusa de haber disparado contra la policía.
Terrorismo de Estado y Contrainsurgencia
¿Qué tipo de operación es esta? ¿Un error? ¿Por qué detener precisamente a la gente que ni siquiera participaba de la manifestación? ¿Por qué disparar contra gente desarmada? ¿Por qué en una comunidad indígena purépecha de Michoacán en donde estos operativos no son usuales de este modo? Trataremos de responder estas preguntas.
Aunque es probable que algunos lectores muestren incredulidad, e incluso, compartan dicha incredulidad con quienes presenciaron los hechos atónitos, seguramente a otros les parecerá tristemente familiar. Estoy seguro de que hay personas en Guatemala y El Salvador que recordarán operativos de esta clase en los años setenta y ochenta, de que hay comunidades en Colombia que tienen vivo el recuerdo de los paramilitares amedrentando, torturando y asesinando gente inocente, que en Gaza y Cisjordania, miles de familias han visto al ejército israelí actuar cientos de veces de esa forma. En México tampoco son hechos inéditos, la represión del 3 y 4 de mayo de 2006 en Atenco, en Nochixtlán Oaxaca el año pasado, y en Santa María de Ostula Michoacán (en la región de la costa michoacana), han tenido características parecidas. También en México, son los métodos que empleo el ejército mexicano en las comunidades de Guerrero que presuponían base social del Partido de los Pobres liderado por Lucio Cabañas Barrientos.
No, no es un error, es un método muy estudiado de terrorismo de Estado encaminado a dejar un mensaje muy claro a las poblaciones que estén dispuestos a cobijar, apoyar, o incluso, negarse a confrontar a grupos organizados quienes se rebelan contra alguna o algunas disposiciones del Estado quien controle dicho lugar.
Dentro de esa lógica contrainsurgente, el Estado tiene claro que la insurgencia misma es dura, difícil de confrontar, aguerrida, que a menudo sabe y puede defenderse, y que incluso, cuando ha llegado a un punto en el que no tiene miedo de hacerle frente a las fuerzas represivas, su fuerza interna es difícil de doblegar; por ello el blanco de estos operativos no es la insurgencia, sino lo que el Estado entiende como su base social. Una parte de la población con poca o nula formación política, quienes no se han formado aún un criterio claro al respecto de las luchas sociales que suceden a su alrededor, a quienes las dudas los confunden, personas que no se ven a sí mismos haciendo frente a un policía o a un hombre armado, que tal vez simpatice algo con los rebeldes pero que por otra parte a veces preferiría que estuvieran en otro lado, tal vez una parte de la población que aún cree que puede escapar de las tendencias históricas, y tal vez tenga suerte, tal vez gane un premio, o una beca, un buen empleo etc. que tal vez algún día mientras su comunidad sigue ahí, él podrá mirarlos desde arriba; a veces es gente que no es ambiciosa, pero que simplemente quisiera que el mundo no cambie, que las cosas fueran como cuando era niño y que toda cosa nueva la ve con recelo y preocupación, una parte de la población que no quiere explicarse mucho sobre la vida y que simplemente en el día a día sabe que tiene que vivirla y enfrentarla como sea.
Esa parte poco activa es clave en el control territorial, pues es la que inclina la balanza entre las partes activas del conflicto, entre militares e insurgentes, entre policías y rebeldes, entre el personal de Estado y los oprimidos organizados. Mao Tse Tung decía que en todo proceso hay elementos muy activos, relativamente activos y poco activos, y a su vez entendía que los muy activos no podían mantener su actividad sin que los otros dos hicieran una parte. La parte poco activa constituye pues, en la lógica contrainsurgente, un blanco débil y estratégico.
La población de Arantepacua como blanco del ataque
La meseta purépecha no es zona de operación de un grupo propiamente insurgente como en algunos casos que acabamos de mencionar, su vinculación se ha dado más con organizaciones sociales, sindicales y estudiantiles con quienes comparten intereses. La comunidad de Turícuaro y Arantepacua (ambas en el municipio de Nahuatzen Michoacán), habían cobijado en los últimos años, a estudiantes de las Escuelas normales de Michoacán en los momentos en que la lucha era tensa y la represión hacia ellos intensa. Algunos de los jóvenes de esas comunidades han aspirado a hacer una carrera como profesores de primaria y secundaria en el sector indígena del Magisterio michoacano, y por lo tanto en buen número han ingresado a la Escuela Normal Indígena de Michoacán (ENIM), y también a la Escuela Normal Vasco de Quiroga de Tiripetío Michoacán. La llamada “reforma educativa” y otras reformas anteriores en el mismo sentido, han limitado la posibilidad de que dichos estudiantes se conviertan en maestros con estabilidad laboral, ante lo cual, dichos estudiantes se han movilizado para defender su derecho a una educación digna, que respete su esencia indígena y que garantice su derecho al trabajo, por ello es que su causa es compartida por sus familiares y amigos quienes son comuneros de dichos lugares.
Las comunidades indígenas de la meseta purépecha acumulan una serie de rezagos socioeconómicos que los han obligado a mantenerse viviendo apenas entre los límites de la pobreza y la pobreza extrema, lo cual ha motivado la migración laboral hacia los Estados Unidos y en algunos casos, el que jóvenes de dichos lugares sean reclutados por el crimen organizado para desempeñarse como sicarios, talamontes y labores similares. La oferta educativa en la región es escasa y además es víctima de la discriminación de Estado, pues son escuelas de bajo presupuesto que difícilmente logran que los egresados encuentren ofertas en el mercado laboral que de algún modo permitan elevar su condición de vida.
Las contradicciones en México aumentan, la aplicación imperialista del modelo neoliberal ha arrasado con las condiciones materiales de supervivencia de los campesinos, al deteriorar el medio ambiente y quebrar a los pequeños productores agrícolas, por otra parte, el proceso de privatizaciones ha llevado al Estado mexicano a una serie de crisis presupuestales por el hecho de haber extinguido las fuentes de financiamiento público como lo era la producción petrolera y la refinación. Por otra parte, las condiciones del mercado laboral se han deteriorado, llevando a la informalidad a más de la mitad de la fuerza de trabajo en México; mientras que en el caso de Michoacán, el índice de informalidad es aún más alto, pues ronda el 75% de la fuerza de trabajo.
Durante años, el Estado mexicano ha controlado en buena medida el descontento en las comunidades indígenas a través de programas paliativos de combate a la pobreza extrema, apoyo en materiales de construcción, comedores populares, despensas, créditos de bajo interés, etc. Sin embargo esos “apoyos”, lejos de colocar a las comunidades en mejor situación, sólo han servido para distraerlos y condicionarlos mientras el avance del capitalismo dependiente sigue erosionando sus condiciones materiales de vida. Ahora que esas condiciones han llevado a la crisis actual, algunas comunidades indígenas de Michoacán han llegado a la conclusión de que tienen que organizarse de forma más independiente con respecto a algunos organismos del Estado, principalmente los partidos políticos electoreros.
Así, desde la lucha que comenzó la comunidad de Cherán en 2011, y ante los logros indiscutibles de su forma de gobierno basada en asambleas y consejos, dicho proceso ha inspirado a otras comunidades de la región a pedir la expulsión de los partidos políticos electoreros, sustituir la forma que sugiere el Estado mexicano, con formas de poder popular que sin embargo coexisten en buena medida con la propia organización estatal.
El Estado mexicano, ante la presión y la organización, ha tenido que ceder, sin embargo ha evitado por muchos medios que dichas formas de poder popular vayan más allá de lo logrado hasta ahora y espera la oportunidad de contraatacar, pero por lo pronto, es claro que se ha propuesto no permitir que el proceso avance y que más comunidades tomen el mismo camino que Cherán.
Así pues, tan sólo hace dos semanas, el gobernador perredista, Aureoles Conejo, había declarado ante un noticiero de Televisa, que era un error de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el haber validado estas formas de gobierno indígena, pues ahora “los amigos de Cherán se encuentran envalentonados”. Ese pensamiento de Silvano Aureoles no es propio de él, es la forma en que piensa la burguesía imperialista en México y es como piensa la inmensa mayoría de la burocracia política mexicana, quienes están convencidos de que la represión es la única salida que el Estado mexicano tiene para enfrentar las complicaciones sociales derivadas de la política económica nacional, replicada en las entidades federativas. No hay duda de que burgueses, burócratas y mandos militares están convencidos del carácter irreconciliable de las contradicciones entre la clase dominante y el pueblo trabajador, y están claros, desde su perspectiva, que tienen que hacerle la guerra a este último, y si esta guerra es preventiva, tanto mejor.
La hipocresía del gobierno y de los medios de comunicación en México
Por si fuera poco, todo esto sucede mientras el gobierno mexicano, lacayo fiel del Estado norteamericano se ha sumado a una condena hipócrita contra el gobierno de Venezuela por considerarlo poco democrático, claro, si por democrático entiende el asesinato y encarcelamiento de comuneros indígenas desarmados, la delantera la lleva el gobierno mexicano. También sucede mientras los medios de comunicación internacionales ligados a Washington, han creado un espectáculo mediático para acusar de asesino a Bashar Al Asad, y han lanzado un ataque con armas de alto poder en Siria, hecho ante el cual el gobierno mexicano le regala un silencio cómplice al gobierno del antimexicano Trump.
Ante esta situación nos preguntamos, ¿En dónde están las palabras de indignación de esa “comunidad democrática internacional” ante la matanza de Arantepacua? ¿Quién tiene permiso de usar la fuerza pública y quién no? ¿Quién tiene permiso de usar armas de fuego letales ante la población civil y quién no? ¿Por qué los “defensores de la democracia” aplauden al gobierno mexicano y al mismo tiempo ayudan a los imperialistas a apuntar sus armas de destrucción masiva hacia Siria y Venezuela? ¡¡Claro!! Van a decir que lo que pasa es que detrás de la gente de Arantepacua hay una conspiración rebelde encubierta a la cual hay que frenar, pero seguramente no hay ninguna conspiración en Washington y en sus gobiernos lacayos para hacer que el imperialismo destruya a nivel local y mundial a quienes se interpongan entre el imperialismo y sus intereses.
La triste e indignante realidad en la politiquería mexicana e internacional, es que el sacrificio de cuatro comuneros indígenas es un asunto poco importante, que no amerita ninguna primera plana, no amerita ninguna investigación de la ONU, no amerita un llamado al mundo a detener la infamia; al final de cuentas, en México nos tienen acostumbrados a tantos muertos, a tanta violencia de Estado, que hablar de cuatro indígenas no es nada. ¿Dónde está Felipe Calderón Hinojosa y Jorge G. Castañeda quienes se visten de demócratas para difamar a la Revolución Cubana y acusarla de dictadura por impedir la entrada del primero a Cuba? ¿Por qué le llaman presos políticos a quienes se les ha probado su colaboración activa y financiada con Washington para espiar y sabotear a los gobiernos de Cuba y Venezuela, y le llaman delincuentes a comuneros pobres que apenas pueden defenderse con sus manos, o acaso con piedras y palos de los ataques de las fuerzas armadas mexicanas? Estos personajes no tienen nada de demócratas, han sido y son cómplices del imperialismo norteamericano y su hipocresía no puede ser más ridícula.
Las tareas del pueblo trabajador organizado
Estas lecciones nos muestran que la lucha que se está llevando a cabo en todos los frentes populares es cada vez más necesaria e irrenunciable, sin embargo, la experiencia nos muestra que las formas en que se ha enfrentado a la oligarquía imperialista son insuficientes, que si bien podemos contar algunas victorias como la de Cherán, aún falta mucho, porque si no se avanza más, el Estado mexicano se encontrará en clara ventaja para desmantelar lo ganado hasta ahora. No podemos ignorar que el Estado percibe grietas en las formas de organización popular y está esperando cualquier oportunidad para golpear. En esta ocasión, se podría decir que esperaron un momento ligero de distracción de la comunidad de Arantepacua para golpearla a ella y a las demás comunidades de la meseta purépecha, sabían que hubiera sido más difícil en los momentos en que la llamada “trinchera” que habían levantado estudiantes y comuneros el año pasado se encontraba en alerta máxima. El Estado esperó el momento y lo encontró, tomando por sorpresa a la comisión negociadora y a la población quien no pudo pronosticar un ataque de esas magnitudes.
Por ello es necesario que todos los procesos organizativos populares tomemos cartas en el asunto; en primer lugar no debemos regatear en lo más mínimo el ser solidarios con estas luchas y exigir que se detenga la represión, justicia para los caídos, libertad de todos los presos políticos y cancelación de procesos penales en contra de un sinnúmero de luchadores sociales, además de la presentación con vida de los desaparecidos. Es muy peligroso que el Estado mexicano salga poco o nada dañado después de una masacre como esta. Por otra parte, se hace muy necesario el mejorar nuestras formas organizativas para hacerlas más eficientes y poder enfrentar eficazmente este tipo de ataques, además habrá de elevarse el nivel político de los militantes y activistas populares para generar la capacidad de leer la estrategia general del Estado y evitar la tentación de querer explicar cada evento de estos como si fuera un caso aislado e incidental, una política de Estado no es resultado de la mera casualidad y tampoco lo será un frente eficaz contra ella. En esa misma lógica, es necesario que cada lucha gremial y popular acreciente los lazos de solidaridad y colaboración con los demás sectores en lucha, pues por sí mismo, cada proceso es débil frente al Estado; es necesario que dicho principio sea inculcado y cultivado ante los elementos activos pero también entre los poco activos de cada movimiento y organización popular.
Esta conjunción y solidaridad será un paso necesario si queremos que el pueblo trabajador tenga una estrategia real frente al Estado oligárquico y el imperialismo, y así pueda aspirar a la victoria final, pero incluso, mucho antes de eso, si ese proceso cobra fuerza estaríamos en posibilidad de poner en aprietos al Estado mexicano y hacerlo reconsiderar sus métodos de terror económico y político. Si no lo hacemos, estos hechos se repetirán con mayor frecuencia.
Nota:
[1] Ambas comunidades indígenas purépechas situadas en la región conocida como “Meseta Purépecha” en el Estado de Michoacán, México.
Andrés Avila Armella es miembro del Buró Político del Partido Comunista de México (PCdeM) www.partidocomunistademexico.
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