Da lugar a muchas reflexiones la impartición de justicia
en el caso de la violación de la menor de edad Daphne (perpetrada por
cuatro jóvenes veracruzanos bautizados en las redes sociales como Los
Porkys), así como el uso de los medios de comunicación masiva y las
redes sociales para exigir el respeto de derechos humanos fundamentales.
El primer razonamiento al respecto tiene que ver con la
inacción de la Fiscalía General del Estado durante poco menos de un año,
en lo que puede interpretarse como un acto de franca protección a los
jóvenes, dado que son hijos de familias acaudaladas y relacionadas
amistosamente con el entonces gobernador, Javier Duarte, y el
exmandatario Fidel Herrera.
Dicha inacción sólo pudo romperse mediante la presión social
que parte de la opinión pública nacional e internacional –indignada
ante la denuncia– ejerció primero en redes sociales y, posteriormente,
en los medios de comunicación masiva tras la difusión de una
desgarradora carta escrita por el padre de la víctima. Las redes
potenciaron el impacto de la denuncia pública y atrajeron la atención de
los medios de comunicación locales y foráneos, lo que obligó a las
autoridades a apresurar la integración de la averiguación previa y su
consignación ante el Poder Judicial.
Pero las redes sociales también fueron escenario de los
intercambios de acusaciones entre las familias de la víctima y de los
presuntos delincuentes, y no faltaron las denostaciones y los insultos
hacia todos los involucrados. Incluso, antes de que se consignara el
expediente la opinión pública ya había dictado su sentencia
condenatoria.
La demora en la integración del expediente les dio
oportunidad a los cuatro acusados de armar su defensa e incluso huir del
país. Uno de ellos logró quedar libre de cargos desde el inicio del
caso; otro fue detenido en mayo de 2016 en Torreón, Coahuila; uno más,
en España, el 11 junio del año pasado y, finalmente, deportado a México
el 19 de enero de 2017; y el faltante todavía se encuentra prófugo.
Esta semana el caso volvió a acaparar mensajes en internet y
a llamar la atención de los medios de comunicación masiva porque un
juez federal concedió un amparo a uno de los inculpados, con lo que
ordenó su liberación y, aunque ésta no se concretó en espera de la
interposición del recurso de revisión por parte de la Fiscalía, los
términos del fallo provocaron una indignación generalizada.
Dos aspectos de la sentencia resultan particularmente
controvertidos: uno, que el mismo juzgador acepta que en el expediente
hay suficientes elementos para llegar a la convicción de que el acusado
hizo tocamientos sexuales a la víctima (en senos y genitales), pero no
los hay para considerar que el atacante tuvo una intención lasciva y,
por lo tanto, no se demuestra el abuso sexual; y, el segundo es que el
hecho de que la joven haya podido pasarse del asiento trasero (donde dos
de los cuatro jóvenes le hacían los tocamientos) al delantero,
demostraba que no estaba indefensa.
Por otra parte, el juez nunca incluye en su resolución el
hecho de que el acusado, en su intento de eludir la acción de la
justicia, huyó a España. Si bien debe prevalecer la presunción de
inocencia, dicha fuga (aunada a la gravedad del presunto delito
–pederastia: abuso sexual de una menor por parte de un adulto) justifica
la prisión preventiva mientras se desahoga el proceso judicial. Los
antecedentes del inculpado prácticamente lo hacen imperativo.
La opinión pública nuevamente se manifestó; otra vez la
indignación se apoderó de las redes y, en este caso, arremetió contra el
juez por su sentencia. La ira popular era tal en las redes que, en un
hecho prácticamente sin precedentes y sin que nadie lo solicitara
formalmente, el Consejo de la Judicatura Federal (CJF) decidió suspender
al juez e “iniciar un procedimiento de investigación administrativa en
relación con su actuación como juez de Distrito”. El momento de la
decisión también llama la atención porque todavía falta que el Tribunal
Colegiado de Distrito resuelva el recurso de revisión que la Fiscalía
General de Veracruz ya anunció que interpondría, lo que seguramente
pesará en el ánimo de los magistrados de dicha instancia al momento de
resolverlo.
Unas horas antes de que el CJF diera a conocer su
resolución, el juez había solicitado que lo excusarán de conocer un
amparo promovido por el otro detenido, porque “diversos medios de
comunicación y en redes sociales han hecho exposición masiva no sólo de
mi persona sino también de mi esposa e hijas, lo cual va más allá de lo
estrictamente profesional en mi función de juzgador federal”. Así, se
declaraba impedido por un conflicto de interés.
El escrutinio público de las sentencias de los jueces es un
elemento fundamental para la plena vigencia del estado de derecho y para
la rendición de cuentas del Poder Judicial en lo referente a su
actividad sustantiva: la impartición de justicia; pero el problema llega
cuando la revisión se convierte en un juicio sumario y se procede al
linchamiento público. También es muy importante que los jueces sean
sensibles a las expresiones ciudadanas, pero su compromiso fundamental
es actuar siempre dentro de las normatividad vigente.
En síntesis, el caso evidencia la negligencia (o
complicidad) de las autoridades responsables de la procuración de
justicia en Veracruz y el poder de las redes sociales para hacer valer
los derechos humanos, pero también los riesgos que su uso trae
aparejados (tanto por el daño moral que pueden causar a las víctimas e
incluso a los implicados –especialmente en el caso de que resulten
inocentes– como por la presión que ejercen sobre autoridades que deben
resolver estrictamente apegadas a derecho), la ausencia de certeza en la
aplicación de la ley y la facilidad con la cual se puede influir en la
opinión pública cibernética.
En este caso existe la certeza de que hay un delito que
perseguir y los presuntos responsables están identificados; corresponde a
los jueces tipificar el delito, establecer responsabilidades y aplicar
las sanciones correspondientes; y a la opinión pública exigir la
procuración e impartición de justicia pronta y expedita.
Las redes sociales son un poderoso instrumento para
lograrlo, pero hay que evitar convertirlas en una vía alterna de
impartición de justicia, pues equivale a hacerse justicia por su propia
mano.
Este análisis se publicó en la edición 2109 de la revista Proceso del 2 de abril de 2017.
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