CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Desde antes de la fundación del
antecesor del PRI, el Partido Nacional Revolucionario, el Estado de
México era mencionado por sus fraudes electorales y la corrupción como
forma de gobernar. En libros de historia y en novelas podemos alcanzar a
ver que la política en esa entidad no era tranquila. Sin embargo, nada
se compara con el estilo Atlacomulco de las últimas décadas.
Peña Nieto patrocinó a varios candidatos a gobernadores de
su propio partido cuando él era mandatario. Está claro que las
transferencias al gasto electoral de sus correligionarios no salían de
su bolsillo sino de los fondos públicos mexiquenses y gracias al talento
administrativo de Luis Videgaray. Fue tan exitoso su desempeño como
padrino de candidatos que le sirvió, más que otros factores, para
obtener la candidatura del PRI a la Presidencia de la República.
En realidad, al entonces gobernador se le conoció en otros
estados gracias a sus spots, con “producto integrado”, que incluyen
entrevistas y noticias falsas. Después, ya vimos cómo se compra el voto
con tarjetas Monex, entre otras, y cómo se canalizan ilícitamente
millonarias cantidades a una campaña electoral.
El estilo Atlacomulco nunca se ha visto afectado por falta
de billetes. Hank González no sólo usaba el dinero para la política en
su Estado sino a nivel nacional y para el patrimonio familiar. Aquel que
empezó siendo un profesor rural, se convirtió en un acaudalado
transportista e industrial, y decía que “un político pobre es un pobre
político”, una de las frases supremas del estilo Atlacomulco.
Se podría escribir acerca de cada gobernador mexiquense pero
sería largo. El que conmovió por burdo y descarado fue Arturo Montiel,
quien había postulado que los delincuentes no tienen derechos humanos,
claro que sin incluirse él mismo.
Su hijo fue sorprendido en una sucursal bancaria con muchos
millones en efectivo para pagar la compra de una casa. Era tan
escandaloso el enriquecimiento de Montiel, el maestro y protector de
Peña Nieto, que tuvo que tomar la “decisión más difícil de mi vida”,
según dijo, de retirarse de la contienda priista por la candidatura
presidencial de 2006, pero fue declarado políticamente inimputable por
su protegido y discípulo.
El tema de la “Casa Blanca” de Las Lomas es tan conocido que ya ni vale la pena destinarle más de una frase.
El Grupo Atlacomulco ha creado estilo pero no sólo por el
alto nivel de su corrupción e impunidad sino por la forma en que usa los
recursos públicos para hacer política a nivel nacional. Podría decirse
que esos políticos son incultos pero no lugareños.
Eruviel Ávila, el actual gobernador, publica su foto todos
los días en muchos periódicos y también aparece en otros medios de
comunicación. Todo eso costeado con dinero público, lo cual convierte
sus “mensajes” en actos inconstitucionales, pues el artículo 134,
párrafo 8, de la Constitución dice, en referencia a la publicidad de los
poderes y demás entidades públicas:
“En ningún caso incluirá nombres, imágenes, voces o símbolos
que impliquen propaganda personalizada de cualquier servidor público”.
Hay muchos políticos que violan este y otros preceptos de la Carta
Magna, pero, ¿todos los días, como lo hace Eruviel Ávila? Este es puro
estilo Atlacomulco.
Mas al actual gobernador mexiquense, tan difundido por la
gacetilla, le importa poco que la Auditoría Superior de la Federación
señale públicamente que “no cumplió las disposiciones legales y
normativas aplicables en la materia”, en referencia a recursos federales
trasladados para obra pública.
Además, se sabe que deposita el dinero del presupuesto en
instrumentos financieros y, después de meses, se vuela los intereses o
regalías. Esto se llama “jinetear” y privatizar beneficios. Forma parte
del mencionado estilo.
Todo lo anterior viene a cuento porque el PRI, como era de
esperarse, ha postulado a un distinguido integrante del Grupo
Atlacomulco, quien además está en el árbol genealógico y es pariente de
Peña Nieto: Alfredo del Mazo. Por añadidura, es hijo de uno que fue
gobernador con estilo.
El priista dice que es el candidato de las mujeres, de los
jóvenes, de los adultos mayores, de los empresarios, de los campesinos,
de los obreros, de los comerciantes y hasta de los niños, aunque no
voten. Lo que sí es seguro es que representa a un grupo especialmente
significado por su corrupción, la cual ya ha asomado en la precampaña,
siempre acompañada de medio gabinete presidencial y del mismísimo Peña
Nieto.
Lo único que pide ahora Alfredo del Mazo es que López
Obrador no se vuelva a parar en el Estado de México hasta después de las
elecciones locales, solicitud que le ha presentado formalmente y en
público a Delfina Gómez, candidata de Morena. Esta clase de peticiones
no era algo del estilo Atlacomulco. Por lo visto algo ha cambiado.
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