By Nancy Flores / @Nancy_Contra
Este
2017 se cumplen 10 años de iniciada la estrategia gubernamental para
abatir la desigualdad entre mujeres y hombres, identificada en los
presupuestos de egresos –a partir de 2008– como “Gasto etiquetado para
las mujeres y la igualdad de género”.
En
esta década se han destinado 177 mil 329 millones de pesos (incluido el
presupuesto que se sufragará en este ejercicio, por 27 mil 424.6
millones) a diversos programas sociales en pro de la equidad.
Sin
embargo, este recurso simplemente no ha servido para mejorar las
condiciones de vida del género femenino. Incluso, en la actualidad, las
niñas, adolescentes, adultas y adultas mayores enfrentan peores
condiciones en todas las esferas de su vida que en 2008, cuando
principió esta fallida estrategia.
El peor escenario para una
mujer, sin duda, lo constituye aquel que le arrebata la vida por una
cuestión de género. A diario se registran siete feminicidios en México,
lo que nos convierte en uno de los países más violentos contra el género
femenino.
Lamentablemente, estos índices de violencia no han
bajado en estos 10 años. Tampoco han decrecido las tasas de violencia
contra las mujeres en los ámbitos sexual, intrafamiliar, laboral,
educativo, salubre. Ejemplo de ello es el hecho de que la violencia
sexual contra niñas y adolescentes no es correctamente medida ni
atendida en nuestro país, señala el Frente Nacional por los Derechos de
Niñas, Niños y Adolescentes.
Conformado por organizaciones de la
sociedad civil especializadas en temas de la infancia y la adolescencia,
dicho Frente refiere que 317 mil 996 niñas y adolescentes víctimas de
violencia sexual fueron atendidas en los servicios de salud, entre 2010 y
2015. “No obstante, en el mismo periodo sólo figuraron 28 mil 672
personas como víctimas [de delitos sexuales] dentro averiguaciones
previas, lo que no representa ni el 10 por ciento de los casos
registrados”.
Estos terribles datos tienen como fuente la Comisión
Ejecutiva de Atención a Víctimas, refiere el Frente. Dicha institución
es una de las que maneja recursos de esa estrategia para abatir la
desigualdad de género, que sólo ha servido para aparentar un esfuerzo
gubernamental por cambiar las cosas, inexistente en la realidad.
Y
es que ni siquiera los compromisos internacionales del gobierno –como
los Objetivos del Milenio impulsados por la Organización de las Naciones
Unidas– han cambiado esta lacerante situación. Por ejemplo, el
compromiso de abatir totalmente las muertes maternas en 2015 ya fracasó.
Tan
sólo entre el 1 de enero y el 6 de marzo de 2017, 112 mujeres
fallecieron durante el embarazo, el parto y el puerperio, reporta el
Observatorio de Mortalidad Materna en México. Un reflejo de la violencia
que padece el género femenino en el ámbito de la salud.
En este
país, ahora mismo las mujeres enfrentamos uno de los peores contextos,
marcado por el retroceso. Una situación terrible que golpea, sobre todo,
a las más vulnerables: las indígenas.
De acuerdo con la Nota informativa: el gasto público federal en equidad de género –del
Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, dependiente de la Cámara
de Diputados–, las brechas de desigualdad entre mujeres y hombres son
evidentes en el tema del analfabetismo, la población indígena así como
el promedio de horas dedicadas a labores del hogar o a cuidados de niños
y personas mayores o discapacitadas.
“En lo que corresponde a la
educación, del total de la población analfabeta del país, el 61.5 por
ciento lo constituyen las mujeres”. El ámbito laboral no es mejor: las
indígenas son a quienes les va peor, pues sólo el 21.1 por ciento de
éstas participa en la actividad económica, refiere el análisis.
Agrega
que, pese a su inserción creciente en empleos remunerados, las mujeres
jóvenes y adultas continúan realizando los trabajos del hogar. “Las
mujeres dedican en promedio tres veces más tiempo a actividades
domésticas que los hombres”.
Para los analistas, resulta necesario
que las políticas de equidad de género se focalicen en atender “la
desigualdad en el medio indígena y en el ámbito cultural sobre los roles
de género, pues es ahí donde se observan las mayores brechas entre
mujeres y hombres”.
Incluso las estadísticas oficiales demuestran
que la realidad para miles de mujeres no ha cambiado en estos 10 años.
Según información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía,
citada en la Nota informativa, si bien en el ámbito laboral son
las mujeres las que han crecido con mayor dinamismo entre 2008 y 2016
(2.2 por ciento en promedio anual), son éstas quienes registran el mayor
crecimiento en los rubros de trabajadores subordinados y con el menor
nivel de ingreso (2.5 y 4.6 por ciento en promedio anual,
respectivamente), en el mismo periodo.
El análisis del Centro de
Estudios de las Finanzas Públicas indica que, aunque en los últimos 9
años se ha logrado una mayor inserción de la mujer en el mundo laboral,
su participación crece en empleos con bajas remuneraciones y escasas
prestaciones sociales: “el 28.7 por ciento de las mujeres ocupadas
perciben ingresos de entre uno y dos salarios mínimos”.
También
observa que, “en términos absolutos, [hay] un mayor crecimiento en el
número de mujeres ocupadas sin acceso a servicios de salud que el que
registran las que sí tienen acceso a estos servicios; de igual forma, en
términos absolutos cayó el número de mujeres con ingresos superiores a
cinco salarios mínimos, al pasar de 1 millón 363 mil 913 en 2008 a 921
mil 713 en 2016, lo que implicó un decremento medio anual de 4.8 por
ciento”.
La equidad no va mejor para las empresarias y las
llamadas emprendedoras. En este tema, el análisis destaca que si bien en
el periodo de estudio (2008-2016) se registró un importante incremento
medio anual en el número de mujeres empleadoras (3.2 por ciento), éstas
representaron en 2016 sólo el 2.3 por ciento del total de mujeres
ocupadas, en contraste con el 5.8 por ciento de los hombres ocupados.
“De manera que se registra una brecha de 3.5 puntos porcentuales,
superior a la que se registró en 2008, de 3.1 puntos porcentuales”.
A todo lo anterior hay que sumar el ciberacoso que padecen las mujeres que se atreven a denunciar. ¡Vaya sociedad!
Nancy Flores
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