4/09/2017

Premio Don Sergio Méndez Arceo



Miguel Concha
La memoria está viva. Es pasado y sobre todo es presente. Cada una de las experiencias de liberación en América Latina y el Caribe quedaron plasmadas en sendos libros de análisis y reflexión, así como en testimonios de vidas entregadas a la lucha social, como huellas en la vida de muchos pueblos y comunidades. Igualmente, en reconocimientos que hacen remembranza de historias compartidas. Tal es el caso del Premio Nacional de Derechos Humanos Don Sergio Méndez Arceo, que año con año se entrega para reconocer, estimular y promover la solidaridad entre organizaciones, colectivos y personas que se dedican a la defensa y promoción de los derechos humanos en nuestro país.
El nombre del premio es en memoria y reconocimiento del séptimo obispo de Cuernavaca, el entrañable para muchos, creyentes y no creyentes, don Sergio, quien con su testimonio nos compartió cómo asumir la opción por las y los excluidos de este mundo, por las y los condenados de la tierra. Insistió en que no sólo hay quienes no se resuelven a superar la desigualdad, sino por el contrario, quieren mantenerla y establecerla más firmemente. Se refería entonces proféticamente a los regímenes militares de la llamada seguridad nacional, pues es más patente el mantenimiento de la desigualdad económica, política y cultural por medio incluso de la crueldad y la muerte.
Hoy, en esta época de creciente militarización de la seguridad, de violaciones sistemáticas de los derechos humanos y de despojo de los bienes comunes, este fragmento de una de sus homilías nos convoca a pensar seriamente cómo entonces hacer posible la paz con justicia y dignidad. Es decir, para los cristianos, el Reinado de Dios. ¿Cómo hacerlas posibles en tiempos de endurecimiento y de violencia venidos desde los actuales regímenes políticos y otros actores? ¿Cómo enfrentar la crueldad y la muerte tan predominantes en nuestro suelo? Por fortuna existen testimonios que ya se hacen cargo de enfrentar esta situación tan desesperanzadora. Están de una u otra manera en la senda de la continuidad de ese proyecto que también asumió en su momento don Sergio: el de la liberación de los pueblos y la eliminación de toda forma de opresión.
Dos ejemplos en México nos sirven hoy de inspiración para seguir transformando este mundo roto. Este año también han sido reconocidas para este premio nacional experiencias de lucha y entrega en la defensa y promoción de los derechos humanos. En la categoría individual, el galardón es para la hermana Leticia Gutiérrez Valderrama, quien es directora y fundadora de la organización SMR Scalabrinianas (sic), Misión para Migrantes y Refugiados, desde donde realiza trabajo de acompañamiento a migrantes que se encuentran en México.
Desde hace 20 años es parte de esa comunidad católica, de los cuales ha dedicado 10 al trabajo sostenido en la defensa y protección de los derechos humanos de las personas migrantes.
Entre sus actividades se encuentra la atención solidaria a migrantes que han sido víctimas de delitos, como privación arbitraria de la libertad, secuestros, violencia sexual y extorsiones. La mayor parte de las personas en movilidad que la hermana Leticia acompaña migran de América Central. Como mujer religiosa y defensora de derechos humanos ha criticado también fuertemente la situación de guerra y la violencia en México, que obligan a las personas a dejar sus lugares de origen y buscar otro sitio dónde sobrevivir. Ha denunciado este sistema que privilegia a unos cuantos y se ha apropiado de los recursos y despojado a las mayorías. Que arrebata territorios y expulsa a sus habitantes de sus hogares. Ha igualmente luchado por el reconocimiento de la diversidad de las sociedades, todas, en sus palabras, llenas de culturas diversas y de pluralidad, además de contribuir en la construcción de procesos de defensa de derechos, siempre a partir del diálogo, la humanidad y el amor.
En el caso de la categoría grupal, el premio es para el Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero, fundado en 2012 por estudiantes, catedráticos y activistas del estado de México. Este centro ha contribuido de manera significativa con los procesos que luchan por revertir, mayormente en esa entidad, las violaciones de derechos humanos y los despojos provocados por el Estado y las empresas trasnacionales. En esta entidad federativa, en la que es notable lo que ahora denominamos crisis de derechos humanos, y donde además los gobiernos, regionales y locales, contrariamente a la vida y la dignidad de pueblos y comunidades, se han distinguido por su complicidad con poderosos intereses económicos, el Centro Zeferino Ladrillero ha dado un nuevo aliento a los movimientos populares y sociales.
Sin embargo, pese a sus grandes problemas, todavía se tiene poca visibilidad de los grupos u organizaciones defensoras de derechos humanos en esa entidad. Padecen pues de invisibilidad, como si no se quisiera contar con ellos en los procesos de mejora de la vida de las personas y sus comunidades. Su posicionamiento claro y explícito por la construcción de una sociedad más libre, justa, igualitaria y solidaria, los ha llevado a comprometerse con diversas agrupaciones, movimientos y luchas que resisten a megaproyectos, despojos, ataques y a la criminalización de las autoridades. Todo esto los ha llevado también a enfrentar una situación de riesgo significativo, encarando de forma constante amenazas y agresiones de autoridades o de grupos políticos afines al gobierno en turno.
Ambos galardonados son una brújula en medio del caos que vivimos, una inspiración para seguir luchando. Enhorabuena, pues, por los dos reconocimientos de este 2017. Los recibirán el 22 de abril en la ciudad de Cuernavaca, en el contexto de un foro sobre la situación de los derechos humanos en México.

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