Las y los jóvenes estudiantes
del movimiento estudiantil del 68 no eran feministas. Se enfrentaron al
autoritarismo estatal y rompieron con muchas tradiciones culturales
conservadoras, pero no con el machismo. Se quitaron la corbata, bailaron
rock and roll y vivieron cierta liberación sexual impulsada por la
pastilla anticonceptiva, recién inventada. Pero en muchos estudiantes
rebeldes de aquellos años estaba intacta la cultura misógina y homófoba,
fuertemente arraigada en México.
Poco después, esta generación comenzó a adquirir conciencia de esas
otras formas de dominio, autoritarismo y violencia que socialmente se
invisibilizaban y que todavía hoy se ocultan. Fue durante los años 70
cuando de forma marginal surgieron en México distintos colectivos
feministas, organizados en gran medida por mujeres universitarias que
habían vivido el 68. Más tarde le siguió el movimiento lésbico gay.
Gracias a esa tenaz lucha, no sin tensiones y dificultades, muchos sesentayocheros
desaprendieron a sostener relaciones de dominio y desprecio hacia las
mujeres; hombres y mujeres de esa generación emprendieron la aventura de
la liberación feminista y la igualdad de género. Fundaron otro tipo de
familias y crearon y transmitieron otra cultura. Como generación
politizada, progresista y en muchos sentidos radical, vivieron una
segunda revolución al despojarse del machismo y la homofobia de su
época, aunque de forma paulatina y comúnmente silenciosa; es decir,
puertas adentro.
Entre divorcios y reinvenciones, principalmente las mujeres
desarrollaron estudios y avances teóricos sobre la problemática de
género. Pero en sociedades como la mexicana, las personas que combaten
las concepciones y prácticas machistas y sexistas, son una minoría.
Sin embargo, en la actualidad está surgiendo un renovado movimiento
feminista, en el contexto de una dura descomposición social que ha
agudizado la violencia machista, responsable de la muerte de miles de
mujeres en pocos años.
Este movimiento, de carácter transgeneracional, es especialmente beligerante, y con justa razón, con quienes se conocen como machos progres. Parece una contradicción en los términos, pero la realidad nos dice otra cosa.
Aunque por lo general las personas que se han alejado del modelo
patriarcal son de izquierda (en un sentido amplio quienes se indignan
frente a las injusticias y demandan cambios sociales), tristemente, hay
quienes se adscriben a ella, participan en organizaciones y movimientos
sociales y regresan a casa a ejercer el más rancio machismo mexicano.
Pero hay quienes usan los micrófonos, y esos son los peores.
Las irrepetibles expresiones de Marcelino Perelló en Radio UNAM muestran
que el viejo dirigente estudiantil del 68 no aprendió nada en los
pasados 50 años y no tiene la más mínima sensibilidad para darse cuenta
de que sus dichos ofenden a cualquier mujer y a cualquier hombre con
algo de empatía y conciencia sobre las condiciones de subordinación y
temor permanente que viven las mujeres en las sociedades contemporáneas.
Perelló pasó de ser un macho vulgar a expresar, como bien dijo Pati Peñaloza en Facebook, un
discurso extremo de macho violador.
Al hacer un grotesco alarde de su forma machista de pensar, el
dirigente estudiantil del 68 se ha topado con un potente movimiento.
Benito Taibo le ha tenido que quitar el micrófono de Radio UNAM por la
denuncia de miles de internautas indignados.
Entre otras estrategias, el movimiento feminista demanda un cambio en
los medios masivos de comunicación, con la consciencia de que el
terreno de disputa es principalmente social, por lo que resulta de
primera importancia el cambio en los medios de comunicación, de sobra
conocidos por su capacidad de reproducir una ideología clasista y
machista en la sociedad.
Perelló no se ha disculpado y, por el contrario, en su defensa ha argüido una supuesta rebeldía frente a lo
políticamente correcto, pero esto no ha sido más que una fallida estratagema, que sólo expresa de nueva cuenta su machismo. Le irrita y exaspera que en el espacio público se expresa un movimiento que denuncia y demanda que no se permita más la violencia hacia las mujeres.
Lo que Marcelino Perelló quiere ver como
políticamente correctono es más que el avance de la acción colectiva feminista de nuestros tiempos. Tampoco se trata de un
linchamientoen las redes sociales contra el defenestrado locutor, es la fuerza militante contra la normalización de la violencia de género.
Y es que, a pesar y por sobre los machistas de siempre, conservadores o progres, los tiempos están cambiando.
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