Miguel Concha
Organizada y
convocada por la red de la Asociación por la Tasación de las
Transacciones Financieras y la Acción Ciudadana (ATTAC), entre los días
23 y 27 de agosto se llevó a cabo en la ciudad de Toulouse, Francia, la
Universidad de Verano de los Movimientos Sociales. Desde una mirada
mayormente europea, pero en diálogo con experiencias de lucha y
resistencia de otras latitudes del mundo, en dicho encuentro se tuvo
oportunidad de pensar en colectivo y en voz alta sobre las encrucijadas
que hoy tenemos y enfrentamos en el mundo; y se reflexionó sobre algunas
alternativas, espacios organizativos y estrategias de resistencia
encaminadas a la transformación de este sistema, que sabemos pone al
centro los intereses de las corporaciones, y la ganancia y acumulación
del capital. Se pensó también en el
efecto Trumpy sus repercusiones en la agenda del comercio y los derechos humanos, y en el ascenso en Europa de posturas políticas ultraconservadoras y xenofóbicas.
En el evento se dieron cita distintas generaciones de activistas,
académicos y personas defensoras de derechos humanos, que al encontrarse
lograron identificarse frente a encrucijadas, en un mundo roto y
confuso. Como se compartió en esta universidad, hoy México se ubica como
uno de los acontecimientos políticos importantes de la actualidad. La
llegada de Donald Trump al poder es un suceso que lo obliga, a él
ciertamente, pero también al continente americano, a reflexionar y
debatir, considerando hacía dónde y cómo queremos seguir.
Por ejemplo, muy recientemente comenzaron las rondas de la
renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN), lo cual será clave para interpretar el rumbo de las relaciones
comerciales que deban surgir, posteriores al fracaso o fortalecimiento
de ese tratado. Ello nos ubica en por lo menos dos caminos. Uno, pensar
que efectivamente nada cambiará, y que esta coyuntura es una más de las
que generan las élites económicas y políticas de Norteamérica. Que
debemos seguir por la misma senda, ampliando incluso los espacios de
aplicación de las mismas recetas. O bien, dos, aprovechar que estamos en
tiempos propicios para desenmascarar las mentiras que nos han sido
impuestas por décadas. Para ser exactos, desde el Consenso de
Washington. Este ejemplo del TLCAN se extiende también a otras regiones,
donde la encrucijada se presenta igualmente así. Primeramente, asumir o
no que este es un momento oportuno para superar contundentemente la
falsa dicotomía que ahora se nos presenta entre nacionalismo –vulgo
dicto proteccionismo de tipo neofascista–, y libre comercio neoliberal
como únicos caminos.
Por tanto, como pueblos, comunidades y colectividades tenemos la
oportunidad de proponer otros caminos. Otras formas de ser en el mundo.
Otro modo de cooperar entre países. Otros modelos de relaciones
comerciales. Existe ciertamente la posibilidad de generar cambios que
nos permitan tener y proponer nuevas alternativas. Por ejemplo, una
globalización de la solidaridad y de la justicia que ponga en el centro
la dignidad de las personas y de los pueblos, sus derechos humanos, el
cuidado y la conservación de la naturaleza, y nuestros bienes comunes.
Una globalización que nos permita transformar realmente factores
estructurales que reviertan con eficacia el cambio climático, la
financiarización enloquecida, y la desigualdad social; y que nos
habilite para poder divisar horizontes de esperanza y liberación en
medio de esta crisis de civilización en la que nos encontramos en, por
lo menos el mundo occidental, si es que no queremos encontrarnos mañana
en una situación peor que la que ahora lamentamos. Una globalización que
nos permita revertir los efectos negativos que ahora padecemos, aunque
sea por medio de medidas concretas, continuas, escalonadas en el tiempo,
modestas, pero eficaces.
Para esto, es urgente denunciar y ser conscientes de la
arquitectura de la impunidad que se crea en favor de las corporaciones,
como lo vemos en las propuestas de tratados de libre comercio nuevos o
modernizados. Recordemos que una de las demandas más visibles de las corporaciones tiene que ver con la protección de inversiones y la resolución de controversias entre empresas y Estados, con lo que claramente se les otorgan más derechos y poder, en detrimento de los derechos de pueblos enteros.
Hoy las víctimas de este perverso sistema nos demandan más compromiso
ético y político con sus causas, que son nuestras causas, y son desde
abajo. Nos exigen unirnos en articulaciones estratégicas globales que
nos permitan avanzar en la edificación de esos otros mundos. De esto
fueron más conscientes quienes acudieron a la cita con ATTAC en
Toulouse. Hoy es urgente, se dijo también, ser más prudentes de que
podemos lograr cambios profundos, si no renunciamos al uso de nuestra
sensibilidad y razón, y no seguimos negligiendo la ética en la política y
la economía.
Las articulaciones son ahora sin duda de tipo internacionalista, sí,
pero deben seguirse también dando a escala local, fortaleciendo actores
sociales que de manera histórica han estado presentes en las luchas, y
otras colectividades que hoy emergen y nos retan a repensar los
proyectos de las izquierdas en el mundo. Nuestros criterios en esta
tarea deben ser que entre más interseccionales sean nuestras
articulaciones estratégicas, será mejor, como bien se reflexionó en
diversos seminarios en esta Universidad de Verano. Que entre más
develemos y demos cuenta con claridad de la violencia y maraña producida
por los diversos sistemas de opresión que nos abruman, mejor podremos
pensar nuestras estrategias comunes. Y por ello resonó una fuerte
invitación. Las luchas sociales deben replantearse, ser
interseccionales, y más creativas y e
speranzadoras.
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