Asa Cristina Laurell
Está en auge
la idea de que la inteligencia artificial y la robótica son las mayores
amenazas a los trabajadores y el empleo y no el neoliberalismo con sus
formas de explotar el trabajo humano. Este tipo de ideas se centran en
el trabajo industrial, pero rápidamente se está extendiendo a los
servicios, incluyendo los de salud. El debate sobre este tema es
importante para aclarar posiciones. Una cuestión adicional de enorme
importancia es quién controlaría estas nuevas tecnologías.
Vinod Khosla,
billonario capitalista de riesgo de Silicon Valley, promueve desde hace
tiempo que 80 por ciento de los médicos podrían ser sustituidos por
distintos tipos de tecnologías de información, aplicaciones de software (apps)
y robots. Su argumento básico es que la inteligencia artificial tiene
posibilidades de sintetizar, analizar y procesar grandes cantidades de
información, sea ésta de personas o de investigaciones médicas, de una
manera que es imposible para los médicos.
Con base en los resultados de este proceso de análisis y síntesis se
podría poner a disposición de los médicos y los individuos software para
hacer diagnósticos correctos y elegir intervenciones costo-efectivas.
Como complemento propone crear dispositivos para medir presión sanguina,
la temperatura corporal, analizar con una gota de sangre las sustancias
químicas necesarias, etcétera. Sostiene que esto abriría una nueva
época de
medicina científica, que sustituiría a la
medicina de la práctica.
La base de la tesis de Khosla son los avances de la inteligencia
artificial particularmente en lo relacionado con la posibilidad de
sintetizar información y hacer algoritmos. Sustenta sus argumentos para
introducirla en las ciencias de la salud en algunos estudios que
demuestran una alta frecuencia de diagnósticos erróneos hechos por
médicos o los desacuerdos entre especialista sobre la utilidad de
diferentes métodos diagnósticos, sea en estudios directos o al elaborar
protocolos de atención. Refuerza el argumento con la rápida innovación
en la medicina y su ramificación constante; imposible para los médicos
de seguir. Por otro lado recupera los avances de la tecnología y
biotecnología médica en diversos campos como prueba de que las
condiciones técnicas para su propuesta existen.
En un artículo anterior sostuvo que se podría eliminar 80 por
ciento de los médicos, pero ahora es más cuidadoso y sugiere que su
propuesta liberaría tiempo a los médicos para relacionarse con el
paciente. Koshla señala además que su modelo debería estar en manos del
sector privado y los usuarios para franquear los obstáculos del sector
público. Es pues un modelo de negocios.
La revisión de sus actuales ámbitos de inversión lo deja de
manifiesto. En el catálogo de Koshla Ventures hay 12 líneas muy variadas
relacionadas con salud. Por ejemplo tiene un sistema de inteligencia
artificial para detectar nuevos medicamentos; un software para celulares
que graba electrocardiogramas; robots quirúrgicos; análisis genético
para detectar el riesgo de cánceres de mama y ovario; un
médico privadocon nueva tecnología para manejar
tu salud; entre otros. No sorprendería que tuviera vínculos cercanos con la industria farmacéutica y de tecnología médica. Sin embargo, habría que añadir que se trata de inversiones de riesgo y muchos de estas empresas pueden ser inviables o fracasar.
Hay numerosos problemas, muchos de ellos de orden ético, en estos
planteamientos. El primero concierne al origen de las grandes bases de
datos con información clínica pormenorizada sobre millones de personas o
paciente. En varios países existe una discusión trascendental sobre la
entrega de estas bases a empresas privadas, violando las reglas de
protección de datos. No es trivial, porque la información puede tener
graves consecuencias en manos ajenas.
Otro tema crítico es cómo se entiende la labor clínica. El diálogo,
escucha y observación del paciente da información, pero sobre todo la
posibilidad de comprender situaciones concretas con importancia para
abordar el sufrimiento de una persona. Es la base misma de una relación
médico-paciente de confianza que es un elemento decisivo para la
recuperación de una vida fructífera.
Y por último, suponiendo que algunas de estas tecnologías pudieran
mejorar las intervenciones médicas y resolver problemas de acceso a los
servicios, quien las controlaría y cuál sería su costo. Es de señalar
que son la máxima prioridad del complejo médico-industrial por su nove
dad y sujetas a patentes especiales. Insistimos en contra de Koshla que lo público es la solución y no el obstáculo.
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