Alejandro Nadal
Desde hace tiempo se ha
difundido la idea de que estamos destruyendo la naturaleza porque no le
hemos puesto un precio a sus diferentes componentes. Según ese
razonamiento, el que la naturaleza no tenga precio conduce a la idea de
que su destrucción no tiene, por tanto, costo. Y esto es lo que explica
el terrible proceso de destrucción ambiental. Si sólo pudiéramos
atribuir un precio para todo lo que está en la naturaleza podríamos
tener una idea clara del costo económico en el que estamos incurriendo y
se evitaría así la destrucción del medio ambiente.
Esta es una idea enraizada en el pensamiento económico tradicional.
No sólo está profundamente equivocada. También entraña una amenazadora
visión sobre las relaciones entre las fuerzas de mercado y la naturaleza
en una economía de producción monetaria.
Vinculada con esta supuesta lógica económica se encuentra la noción de
capital natural, producto de una de las más insensatas y peligrosas metáforas que se han introducido en la economía ambiental (neoclásica) y en la economía ecológica (que nunca pudo hacer una crítica seria de la teoría neoclásica). Según esta idea, los componentes de la naturaleza pueden ser concebidos como un capital o un acervo que produce
servicios. Los abogados de esta visión del capital natural proponen utilizar diversas técnicas de
valuación de la naturalezapara poder asignar a esos servicios ambientales y así tener una medición rigurosa sobre el costo de la destrucción ambiental.
Los defensores de esta metáfora del
capital naturalinsisten en que así como se puede apreciar el valor de un acervo de capital en la esfera económica, es posible proyectar el
rigor de la teoría económicapara poder apreciar el valor del capital natural que estamos destruyendo. Lástima que no están familiarizados con la teoría económica. Si lo estuvieran no habrían escogido este camino para tratar de imprimirle
rigor científicoal tema de la valuación de la destrucción ambiental.
De todas las metáforas derivadas de la teoría económica, la más
desafortunada es la del capital natural. Entre 1955 y 1970 se llevó a
cabo una de las controversias más importantes de teoría económica y fue
precisamente sobre la teoría del capital. El resultado de este debate
fue contundente: en una economía en la que los medios de producción son
mercancías producidas, los precios dependen no sólo de la tecnología de
producción, sino también del estado que guarda la distribución del
ingreso entre trabajadores y capitalistas. Este resultado fue terrible
para la teoría económica que pretendía determinar la tasa de ganancia en
la productividad marginal del
capital. Para determinar la productividad marginal del capital es necesario medir el capital en términos de valor (o precios), pues los componentes del capital son entidades físicas heterogéneas (máquinas, camiones, tractores, edificios) que no pueden ser sumados. Pero si los precios dependen también de la tasa de ganancia, tenemos una circularidad desastrosa: la tasa de ganancia depende de los precios y éstos de la tasa de ganancia. La idea de que se puede medir el capital independientemente de las condiciones de la distribución tuvo que ser abandonada.
Los promotores de la metáfora del capital natural ignoran todo lo que esto implica y con sus
técnicas de valuación de la naturalezapretenden medir con precisión económica los componentes de la naturaleza. Desgraciadamente, muchos biólogos y ecólogos profesionales han sucumbido frente al engaño de un supuesto rigor en el pensamiento económico y han terminado por abrazar con gran fervor esta noción de capital natural. Ya podrían mostrar un poco más de precaución al aproximarse a una disciplina de la que no conocen ni la historia ni los conceptos fundamentales, ni los debates teóricos que han marcado su desarrollo.
La noción de capital natural es promovida hoy por poderosos
organismos internacionales. El gobierno británico acaba de lanzar una
iniciativa sobre la
economía de la diversidad biológica. Se trata de un informe que estaría destinado a tener la misma resonancia que el Informe Stern, sobre economía del cambio climático, dado a conocer en 2006. Esta vez el estudio será dirigido por Partha Dasgupta, economista de Cambridge que ha sido gran promotor de las ideas de capital natural y de la valuación de los componentes de la naturaleza. El
Informe Dasgupta, que desde ahora se está promoviendo como documento clave para frenar el deterioro ambiental, será dado a conocer en octubre 2020, justo antes de la Conferencia de las Partes de la Convención sobre Diversidad Biológica.
La metáfora de capital natural no conduce a una mayor precisión en la
medición del deterioro ambiental. Además, no permite analizar los
verdaderos motores económicos de la destrucción ambiental. Los que
proponen poner precio a todo lo que hay en la naturaleza son como el
cínico que nos describe Oscar Wilde, uno que conoce el precio de todo
pero el valor de nada.
Twitter: @anadaloficial
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