Con motivo del cambio de la
Procuraduría General de Justicia de la ciudad a fiscalía, por
disposición constitucional, resurge un tema que en mi opinión no ha
tenido la suficiente transparencia ni de él se ha dado una discusión a
fondo: el de la pulverización del poder; los tres tradicionales, esencia
del Estado moderno desde que surgió como forma de organización
política, parece que se han considerado muy pocos y la inquietud actual
de políticos y politólogos es aumentar el número de instituciones y
organismos autónomos.
Entre tantas ideas de las que el neoliberalismo nos ha convencido, nos ha
vendidocomo se dice en la propia jerga de esa corriente económica y política en boga, está la de que deben existir organismos autónomos que no sean parte o dependencia política o administrativa de ninguno de los tres poderes tradicionales, en especial, que no lo sean del Ejecutivo e, ingenuos que somos, hemos
compradoesa idea de origen no claro. Quizá sería mejor decir: mordimos el anzuelo.
En el Constituyente de la Ciudad de México, sobre el tema de la
Fiscalía General, se dio una amplia e interesante discusión que concluyó
en el texto vigente; las posiciones fueron variadas, desde que el
fiscal local fuera electo de manera directa por la ciudadanía hasta el
otro extremo, que sostuve, que él debiera ser parte del gabinete del
titular del gobierno y, por tanto, su designación facultad exclusiva, al
igual que lo son los secretarios de Estado locales. Opiné entonces que
la tendencia a la pulverización del poder no beneficia más que a quienes
tienen interés en que nuestros países, especialmente los
latinoamericanos, pero también de otras latitudes, no tengan los
controles de gobernabilidad ni la fuerza necesaria que se requiere para
ejercer la soberanía encomendada por el voto popular.
Es a las corporaciones trasnacionales del sistema neoliberal las que
tienen interés en que los gobiernos sean vulnerables y débiles;
distribuir facultades más allá de los tres poderes clásicos derivados de
la teoría de Montesquieu, significa la pulverización de la fuerza, es
debilitar al Poder Ejecutivo, quitarle herramientas para la
gobernabilidad.
Un soportes indispensable de un buen gobierno es el órgano de
procuración de justicia; si este actúa sin coordinarse con el Ejecutivo,
están en riesgo los resultados en materia de seguridad, combate a la
delincuencia e impartición de justicia; en mi opinión, quien tenga a su
cargo el órgano de persecución de los delitos debe formar parte del
equipo del mandatario o, al menos, desempeñar sus labores en
coordinación estrecha con éste. De lo contrario, como ha sucedido en
algunos países de nuestro continente, se crea o se cultiva una rivalidad
que puede desembocar en conflicto o en franco enfrentamiento. Nuestra
historia patria nos proporciona ejemplos que no debemos olvidar, cuando
en el siglo XIX había presidente y vicepresidente, el Ejecutivo bicéfalo
siempre desembocó en enfrentamientos. El poder requiere unidad y dos
poderes con jerarquía similar y de origen popular fácilmente entran en
conflicto.
La Constitución capitalina optó por un sistema intermedio que por
primera vez se probará en la práctica. Es probable que la actual
procuradora de Justicia local, Ernestina Godoy, sea fiscal de la ciudad;
en mi opinión sería lo mejor que puede suceder para los capitalinos. Se
trata de una funcionaria que ya forma parte del equipo de gobierno, que
tiene la experiencia de haber participado en el entonces DF y ahora,
que tendrá autonomía, para bien de los capitalinos, deberá de actuar, no
por supuesto, como subordinada de la jefa de Gobierno, pero sí en
estrecha comunicación y colaboración. Tiene reconocimientos académicos y
profesionales, entre ellos, la medalla Tepan-tlato recibida hace poco
en el Alcázar de Chapultepec y una alusión elogiosa por parte del
Presidente de la República, de quien fue colaboradora.
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