El diálogo circular establecido por
el Presidente de la República la semana pasada con los medios de
comunicación sobre el operativo de Culiacán marca un antes y un después
respecto de la relación entre el poder público y la sociedad civil.
Nunca en la historia de México habíamos tenido un jefe de Estado y
comandante supremo de las fuerzas armadas tan abierto a la crítica
pública y dispuesto a la autocrítica institucional.
La verdadera rendición de cuentas implica no sólo informar, sino
también dialogar con la sociedad y los medios de comunicación. Y un
auténtico estadista, además de difundir sus victorias y logros, también
transparenta y corrige sus errores.
Durante tres mañanas seguidas, Andrés Manuel López Obrador reunió
públicamente a su gabinete de seguridad frente a los medios de
comunicación para que los altos mandos del Ejército, la Marina, la
Guardia Nacional y la Secretaría de Seguridad Pública informaran con
minucioso detalle sobre los pormenores del operativo del pasado 17 de
octubre donde se intentó detener a Ovidio Guzmán. En cada sesión, los
medios de comunicación tuvieron amplio espacio para preguntar, recibir
respuestas e incluso interpelar directamente a las autoridades. El
Presidente también contó con plena libertad de expresión para desmentir
rumores y noticias falsas, así como invitar a los medios a realizar su
trabajo con responsabilidad y honor a la verdad.
Existe una diferencia abismal entre este ejercicio democrático y la
conferencia de prensa encabezada por Jesús Murillo Karam, en enero de
2015, en que el entonces procurador general de la República quiso
imponer su
verdad históricacon respecto al caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y remató con su famoso:
No más preguntas, ya me cansé. Aquel encuentro con los medios evidenció la incapacidad y el cinismo del gobierno autoritario encabezado por Enrique Peña Nieto. En contraste, el diálogo de la semana pasada en Palacio Nacional confirmó la plena apertura y la enorme solidez del gobierno actual.
Sin embargo, como las ranas de Esopo frente a su nuevo rey, en lugar
de valorar el nuevo estado de las cosas, la mayor parte de los
periodistas y medios de comunicación prefieren burlarse y lanzarse
contra López Obrador. Añoran los tiempos del rey serpiente que con su
enorme
fuerzalos devora vivos antes de que puedan siquiera opinar. Como la prensa golpista durante la Revolución Mexicana, muchos periodistas de hoy
muerden la mano a quien les quitó el bozal, como acertadamente nos ha recordado el Presidente de la República.
La extraña divulgación tardía de las declaraciones del general Carlos
Demetrio Gaytán Ochoa la semana pasada enturbió aún más la situación
política del país.
En la actualidad vivimos en una sociedad polarizada políticamente, porque la ideología dominante, que no mayoritaria, se sustenta en corrientes pretendidamente de izquierda, que acumularon durante años un gran resentimiento, señaló el General Gaytán durante su discurso en un desayuno con mandos militares celebrado el 22 de octubre.
Fuimos formados con valores axiológicos sólidos, que chocan con las formas con que hoy se conduce al país,remató quien fungió como subsecretario de Defensa y jefe del Estado Mayor de la Sedena durante el sexenio de Felipe Calderón.
Afortunadamente estas declaraciones temerarias, que buscan generar el
escenario para un eventual golpe de Estado no han tenido eco dentro de
las fuerzas castrenses. La disciplina militar se encuentra plenamente
intacta y al servicio del proyecto de transformación político y social
encabezado por López Obrador.
El hecho de que un general apapachado por el viejo régimen exprese su
inconformidad con la nueva política de paz, justicia y derechos humanos
indica que vamos avanzando precisamente por el sendero correcto. Los
dichos del general Gaytán tienen la misma relevancia que las mentiras de
Carlos Loret de Mola o los inventos de Vicente Fox.
En general, hasta los adversarios más aguerridos de la Cuarta
Transformación saben muy bien que derrocar por la fuerza a un Presidente
con tanto prestigio público y legitimidad popular como López Obrador
generaría un contexto de inestabilidad e ingobernabilidad sin paragón en
la historia reciente del país. Las movilizaciones recientes en Ecuador y
Chile serían poca cosa comparadas con el enorme levantamiento popular
que surgiría en defensa del presidente López Obrador.
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