Carlos Bonfil
▲ Fotograma de la cinta de Jessica Hausner
De la directora austriaca Jessica Hausner se conocen en México algunos de sus trabajos más notables, en particular Lourdes (2009), Hotel (2004) y Lovely Rita (2001). Su nueva realización, Little Joe (Pequeño Joe), hablada en inglés y ambientada en un claustrofóbico y aséptico instituto de investigación científica, representa su arriesgado intento por incursionar en el género fantástico con un relato en el que se entremezclan el suspenso y la paranoia. La idea central del guion, escrito por la propia Hausner y Géraldine Bajard, es sugerente.
Alice (Emily Beecham), mujer obsesiva en su trabajo, sobrelleva una rutina doméstica al lado de su hijo preadolescente Joe (Kit Connor) al tiempo que dedica su mayor empeño profesional en desarrollar, a los invernaderos de una empresa de diseño de nuevas especies de plantas, una flor especial capaz de mejorar el estado anímico de las personas.
Se trata de perfeccionar una cepa microbiana, genéticamente modificada, para inocularla en una flor de color rojizo y con la inquietante morfología de un virus, que a través del polen producirá, al aspirarlo, ese misterioso estado de bienestar. Como en un relato de terror científico (la novela El día de los trífidos, de John Wyndham, por ejemplo), la planta cobrará vida propia, producirá efectos contrarios a los de su diseño original y trastornará la existencia de sus creadores, en especial la científica Alice, quienes habrán de asistir a las modificaciones insólitas en la conducta de los supuestos beneficiarios de la planta bienhechora.
El título Little Joe corresponde al nombre que afectuosamente le da Alice a la planta de la que lleva un ejemplar del invernadero a su casa, con el fin de propiciar el clima de calidez hogareña que sus prolongadas ausencias de workoholic irredemible han vuelto casi imposible. Little Joe sería así, venturosamente, compañía y nana virtual de un hijo adolescente abandonado a su propia suerte. A su sicoterapeuta (Lindsay Duncan), la madre le confiesa incluso la dificultad con que intenta suplir en casa la ausencia de una figura paterna y atender el desarrollo emocional armonioso de su hijo.
De modo curioso, la película que debía perturbar a los espectadores con su propuesta genérica de suspenso (la planta independiente y hostil que de manera progresiva y perversa llega a amenazar a sus propios diseñadores), se vuelve la parábola con moraleja de los peligros que entraña el descuido de la familia en aras de un celo laboral excesivo.
Había material suficiente en la premisa del relato para rendir tributo a cintas como Muertos vivientes (Invasion of the Body Snatchers, Don Siegel, 1956), o al delirio en ciencia ficción y paranoia de las primeras cintas de un David Cronenberg, y a ello contribuía el gran talento de Jessica Hausner para crear atmósferas sobrecogedoras, como en Lourdes o, en menor grado, en Hotel, pero la opción de concentrar en la relación madre e hijo el grueso de la narrativa, con todos sus riesgos de sicologismo elemental, y el recurso fácil a una sicoterapeuta sin complejidad ni malicia como descifradora de enigmas en definitiva triviales, hace que Little Joe se quede a medio camino de lo que habría podido ser una experiencia de terror genuinamente inquietante. Si a ello se añade la apuesta de dotar a los actores de rostros inexpresivos, obligándolos a parlamentos cortantes y secos, emulando desde el inicio a los zombies en que podrán a la postre convertirse, el efecto de sorpresa y el capital de entretenimiento se reduce considerablemente.
Queda a cargo de un espectador benévolo hacer caso omiso de las obviedades de la trama o atribuir a la cinta el propósito de enderezar una crítica a la deshumanización social o a la incomunicación familiar. Algunas viejas cintas que apostaron abiertamente por la riqueza del género fantástico y su capacidad de perturbar las conciencias, como El pueblo de los malditos (Village of the Damned, Wolf Rilla, 1960; John Carpenter, 1995), siguen indelebles en la memoria.
La experiencia de la directora austriaca es interesante y arriesgada, pero lamentablemente transforma en película zombi (impecablemente manufacturada, es cierto, y con una formidable pista sonora del japonés Teiji Ito), lo que podía haber sido, sin mayores elucubraciones sicológicas, la simple y terrorífica ilustración de un colapso doméstico y social precipitado por una proliferación vegetal homicida. En una cartelera comercial tan inocua como la nuestra, el atractivo de Little Joe es, pese a sus altibajos, muy digno de tomarse en cuenta.
Se exhibe hoy en Cinépolis Oasis Coyoacán a las 16:40 horas y en Cinépolis Universidad a las 22:15 horas, en el contexto de Lo mejor del Festival de Cine Internacional de Morelia (del 1 al 7 de noviembre).
Twitter: CarlosBonfil1
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