Gloria Muñoz Ramírez
El jueves por la noche nos enteramos de tu asesinato. Tardé en digerir que no
moristeasí nomás, que no
partistecomo decía la mayor parte de los adoloridos mensajes que no se atrevían a señalar que fuiste asesinada, que alguien –dicen que tu pareja– te quitó la vida y nos privó de pronto de tu lúcida presencia, tu humor, tu compromiso y tu conocimiento de la historia de la tribu yaqui.
Los reportes de tu muerte hablan de un feminicidio. Y en redes
sociales se apresuran a separar el asesinato de tu trabajo comprometido
con las luchas territoriales, especialmente la del pueblo yoeme, también
conocido como yaqui. ¿Es menos terrible pensar que un hombre se sintió
con derecho de quitarte la vida? Tu muerte, querida maestra, no es
aislada, sino parte de una cascada imparable de asesinatos en un país en
el que se arrebata la vida a las mujeres, a migrantes, defensoras,
periodistas, jóvenes y niños, como los de la familia LeBarón, a quienes,
además, se revictimiza con miserables argumentos.
Raquel, te recuerdo en las marchas exigiendo justicia por los 49
niños de la guardería ABC, o recientemente acompañado a una comisión de
yaquis al Museo de las Culturas de Suecia, donde reclamaron sus objetos
sagrados. Acompañaste también el recorrido por Sonora del Concejo
Indígena de Gobierno encabezado por Marichuy y, como nadie, te
mantuviste firme todos los días exigiendo la liberación del preso
político yaqui Fidencio Aldama, encarcelado en el contexto de su lucha
contra un gasoducto en su comunidad Loma de Bácum.
En su reciente visita a Sonora, el presidente de México dijo a los yaquis:
Ya quisieran los antropólogos, sociólogos e historiadores tener su inteligencia, deberían venir con ustedes a aprender. Y tú, en tu territorio, respondiste de inmediato:
Esta antropóloga e historiadora ahí se la vive, y sólo puedo decir a los yaquis: ya quisieran los presidentes tener su inteligencia, deberían venir más seguido con ustedes para dialogar con todos, con más razón con los que están defendiendo su territorio, y aprender. Así de clara.
Raquel, tu muerte es un poco la nuestra. Pero estoy segura de que tú nos quieres vivas. Y luchando.
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