El Istmo de Tehuantepec es la región donde
soplan los vientos más fuertes en México. Muchas empresas
multinacionales han llegado a construir parques eólicos. Pero a pesar de
que es una energía supuestamente limpia, los métodos de las empresas no
lo son. Dos defensoras zapotecas del municipio de Unión Hidalgo
contaron a Cimacnoticias sobre como luchan contra los megaproyectos, y
la división que han traído a la comunidad.
Para llegar a Unión Hidalgo, desde Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, se
necesita apenas media hora en camión. A un lado de la carretera, las
planicies de la costa del Pacífico, al otro lado, las colinas verdes del
Istmo de Tehuantepec. Sólo que la vista está obstruida por centenares
de molinos, con sus alas volteando en el viento. La extraordinaria
geografía de este lugar, el punto más angosto entre el Pacífico y el
Golfo de México, es la razón por qué el Istmo es la región con los
vientos más fuertes y estables, y al mismo tiempo, “nuestra desgracia”,
como lo expresó un habitante de Unión Hidalgo.
Guadalupe Ramírez Castellanos y Rosalba Fuentes Martínez son
indígenas zapotecas y defensoras del territorio. La primera forma parte
del Comité de Resistencia en Unión Hidalgo, la segunda es la
coordinadora de la cocina comunitaria, que se fundó después del
terremoto en 2017. Sonia Gerth de Cimacnoticias conversó con ellas sobre
su lucha contra los proyectos eólicos.
Sonia Gerth (SG): ¿Cómo fue que las empresas eólicas entraron a Unión Hidalgo?
Gloria Ramírez Castellanos (GRC): En un principio,
hablo del 2011, nadie sabía qué era una empresa eólica. Nos enteramos,
porque vimos acá personas españolas que venían ofreciendo a la comunidad
lo que siempre dicen ellos, el progreso y el desarrollo. Entonces,
empezaron a visitar de casa en casa a los propietarios de la tierra. Y
así fue como ellos cerraron un polígono. Primero se dirigen a la
autoridad municipal, para cerrar su polígono, y luego empiezan a visitar
a esas familias que están dentro de ese polígono. Fue así como nos
enteramos. Yo fui una de las personas que firmó contrato con Demex
(Desarrollos Eólicos Mexicanos). ¡Pero sin tener información! Porque
ellos mismos decían en ese momento, de que si algo no nos pareciera que
estuviera en el contrato, era cosa de ponernos de acuerdo, que se podían
modificar las cláusulas. Y es mentira, porque ahí no hay una cláusula,
que yo sepa, hasta la fecha, que hayan modificado a favor de los
propietarios. Así fue como entra Demex, sin consulta, sin tomar en
cuenta a la comunidad. Porque todos hablan y dicen que las tierras son
de las comunidades indígenas. Pero aquí no vemos eso. Si se violan
nuestros derechos, por supuesto que no nos están respetando como
comunidad indígena.
Entonces, ellos entran, empiezan a trabajar, a construir. Empiezan
sobre todo, lo que más me impresionó cómo destruyen la naturaleza. Como
destruyen todo lo que está sembrado. Como destruyen a nuestra misma
comunidad, la parte social. Como es una destrucción terrible, tremenda.
Cuando nosotros, mi familia y yo, quisimos hablar con los representantes
de la empresa, con la finalidad de cancelar esos contratos, ya no se
pudo.
SG: ¿Cuánto ofrecieron cuando vinieron?
GRC: En el mismo contrato lo dice. Ofrecieron 15 mil
pesos si es que te tocaba un aerogenerador. ¡Estoy hablando al año!
Ofrecieron el paso del aire. En ese momento ofrecieron las efectuaciones
a peso por metro cuadrado, ¡al año! En ese momento, estoy hablando del
2011, Desarrollos Eólicos Mexicanos era la empresa que menos pagaba,
comparada con las empresas que están en la Venta, Santo Domingo.
Entonces, cuando nosotros decidimos irnos a la lucha, ellos lo que
hicieron fue que los propietarios que se quedaron, pudieron mejorar un
poquito los precios que ya aparecían en nuestros contratos.
SG: ¿Y en dónde están ahora? ¿Con cuántos proyectos,
y en qué estado jurídico ? Ya que me contaste que ustedes emplean todas
las medidas que se puedan para detener los proyectos en Unión Hidalgo…
GRC: Mira, te voy a platicar lo que sucedió después
de eso cuando nosotros decidimos salirnos del proyecto. En ese momento
éramos como 50, 60 compañeros. A cada uno los empezaron a convencer, a
darles dinero, ofrecerles otras cosas. Entonces, nosotros lo que
hicimos, porque esos contratos se firmaron como si fuéramos de pequeña
propiedad, la pequeña propiedad no existe en Unión Hidalgo. El régimen
de la tierra es comunal, sin embargo, se firman esos contratos. Bajo ese
régimen, por supuesto que esos contratos no tienen validez. ¿Qué pasó?
Tuvimos que poner nuestra demanda al Tribunal Unitario Agrario (Distrito
22), con sede en Tuxtepec, Oaxaca. Pero hasta ahorita, por la
corrupción, no hemos podido avanzar, está ahí atorado el problema.
Nos han hecho una serie de cuestiones, que hay que comprobar que sí
la tierra es del régimen comunal. Por supuesto que tenemos constancias,
donde dice que las tierras de Unión Hidalgo son comunales. Otra pregunta
del Tribunal fue, que sí somos indígenas. ¿Cómo lo comprobamos? Que
nosotros al firmar un contrato, es porque sabíamos lo que estábamos
firmando. Por supuesto que no somos abogados, ¡A veces yo veo que hasta
los abogados se les dificulta poder interpretar esos contratos! Entonces
en este caso, ProDESC (Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, A.C.), que es una organización de Ciudad de México, nos ha
ayudado a saber lo que tienen estos contratos. Entonces, el problema
está atorado en Tuxtepec, hemos dado todas las vueltas, hemos ido en
cada que ellos nos citan, hemos estado ahí, hemos sido puntuales, con la
finalidad de cancelar estos contratos. Pero estamos en 2019, y los
contratos no se han podido cancelar.
SG: ¿Cómo explicarías la importancia que tiene la
tierra para una comunidad indígena? Y esta diferencia que existe entre
la propiedad individual y la propiedad comunal?
Rosalba Fuentes Martínez (RFM): Pienso que es de
suma importancia la tierra. Nosotras la vemos como nuestra madre, porque
nos da los diferentes alimentos, los sabores y aromas que tenemos.
Trabajar con ella con todo respeto, ella nos devuelve la generosidad que
nosotros tenemos hacia ella, y nos devuelve con sus frutos. Y esos
frutos sirven para alimentar a nuestros hijos, a nuestros abuelos, a
nuestra comunidad. Creo que sin la tierra, nosotros no somos nada.
Porque, ¿de qué vamos a vivir? ¿Si todo lo que comemos viene de la madre
tierra? Todo lo que vestimos, viene de la madre tierra. Si es que
podemos caminar, pensar, cantar, bailar, es porque tenemos ese alimento.
Por eso, para mí es de suma importancia, creo que cuando nosotros le
tiramos basura, le tiramos veneno, la estamos contaminando, la estamos
matando. Porque de ella viene todo, hasta nosotros mismos.
Independientemente de todas las cuestiones religiosas que haya, venimos
de la madre tierra y hacia ella vamos.
SG: Pero en México, las leyes les dan el derecho a
la tierra y nadie debería de estar comprando un terreno que en realidad
es de la comunidad…
RFM: Así debería ser, sin embargo, los principales
violadores de esos leyes son estas autoridades, porque ni siquiera nos
consultan o nos preguntan: ‘Miren, vamos a traer estos generadores,
¿Cuántos creen ustedes conveniente que se instale en el pueblo? ¿Cuáles
son las consecuencias que esos traen?’ Que nos dieran información para
nosotros poder decir, ‘Bueno, a lo mejor en ese lugar aceptamos dos o
tres.’ Pero no lo hacen. Las leyes son muy ambiguas, porque por un lado
te dan derechos, por el otro te los pisotean, porque ni siquiera te
toman en cuenta, como propietario de la tierra, y pues a las mujeres,
¡menos! Nunca nos han preguntado a las mujeres, ‘Oye, quieres terreno,
¿una hectárea para trabajar?’
SG: Pero, si ahora con el paso de tiempo, ya han
visto que no hay beneficios para el pueblo, ¿Por qué siguen divididos?
¿Por qué todavía hay una gran parte del pueblo, así lo entiendo, que
está a favor?
RFM: Lo que pasa es que hay algunos propietarios que
tienen tierras cercanas, y ellos piensan que es de ellos. Y a lo mejor,
sí es cierto, porque ellos lo han cuidado, lo han limpiado, lo han
trabajado. Y que pudieran decir, ‘Tenemos derecho a decir ¡Sí a un
aerogenerador!’ Pero cuando ese derecho que tienes, lastima a la
comunidad, pues ya no es un derecho que tengas, porque los derechos
comunitarios están por encima de los derechos individuales, entonces, la
comunidad tiene más derecho que tú de decir, ‘Sí voy a dar mi tierra’.
Pero no por capricho, sino porque ‘Mira, eso es lo que trae como
consecuencia’.
Entonces ahí nace la división. Tu interés y mi interés, hay una gran
diferencia. Eso hace que nos dividamos. Y si la empresa viene y le dice
a esta persona, ‘Yo te doy cien pesos, tú ve y dale un peso a uno, dale
un peso a otro, dale cincuenta centavos a la mujer, dale 25 centavos al
niño, para que aprueben este proyecto’, ¡nos están comprando la
consciencia! Unos están ambiciosos por ese dinero, y otros decimos, ‘No,
¡tenemos que mirar hacia el futuro!’ Ni siquiera estamos en contra de
los propietarios, estamos en contra de la manera en que la empresa entra
en nuestra comunidad, dividiéndonos por eso. Por la ambición. Esas
empresa, con dinero, corrompen el alma de nuestra gente.
SG: ¿Cuánto ha agudizado el conflicto, por ejemplo en este pueblo?
RFM: Por ejemplo, nos reunimos en casa de Doña
Lupita a las siete, ocho de la noche, cuando yo camino este tramo de la
casa de Doña Lupita… antes podía salir a las diez de la noche y ahorita
ya me da miedo. Y, antes de la fiesta del pueblo, se empezó a rumorar de
que iba a haber muchos muertos. Entonces, nosotros decidimos, ¡a lo
mejor ni es cierto! A lo mejor es nuestra imaginación, pero eso nos
lleva a esa división. A pensar, ‘Ay el maestro que es propietario me
mira feo, ¡A lo mejor me va mandar a matar!’ Es una idea, que ya se nos
metió, y entonces nos causa miedo y decimos, mejor no participo. Aunque
sí, por ejemplo si hay nueve días, cuando una persona muere, a los nueve
días le hacen un rezo, la gente va a hacer tamales, y vamos, salimos
ese día. Pero ya en la noche, la gente ya no quiere salir. No solamente
nosotros, sino todos, por todo lo que se está viendo. Yo por lo menos no
he recibido ninguna amenaza. Pero oigo de los compañeros y dicen,
recibimos estas amenazas, y a veces en la noche, doce, una de la mañana,
escucho que un carro se para en la esquina de mi casa, y estoy
pensando, ‘¿Es alguien que nos viene a vigilar, que me quiere hacer
daño?’ A lo mejor no, pero yo ya estoy con esa fobia, tengo ese temor,
eso me limita.
SG: ¿Cómo se expresa esta amenaza inminente o directa, específicamente para las mujeres?
GRC: En mi caso, sí ha sido directo. Ahorita, la
comunidad está viviendo con mucho miedo. Miedo a la participación en las
asambleas, de las consultas que se están haciendo (porque dos parques
eólicos más están planeados: Central Eólica Gunna Sicarú, de EDF, y
Central Eólica Palmita, de Siemens). Y se nota ese miedo, porque he
platicado con varias compañeras, y dicen: ‘Es que no quiero que me
señalen como te están señalando.’ Entonces, imagínate, en una comunidad
de 15 mil habitantes, si acaso se presenta el cinco por ciento a las
asambleas, es muy poca la gente que llega, porque nadie quiere ser
señalado. A nosotros, ya todos nos conocen, saben donde vivimos, a lo
que nos dedicamos y todo. Lo que estamos viviendo ahorita, en estos
momentos, que se detuvo la consulta (por un amparo), todos nosotros los
que conformamos el grupo de defensores de la comunidad, hemos sido
amenazados. A mí, el 5 de enero de este año, me quisieron bajar de mi
carro. Afortunadamente iba yo acompañada por tres personas. Con pistola
se me atravesó la camioneta, y la otra se pegó atrás, y se dirigió a mí.
Bajé los cristales porque tuve una mala experiencia de un asalto, bajé
los cristales para que no me los fueran a romper. Y estas personas se
asomaron, vieron que venían otras personas, y se tuvieron que ir. Yo lo
expresé, fui a la agencia del Ministerio Público, y ahí puse mi
denuncia. Pero, ¿Qué está pasando ahorita? Los propietarios dicen que no
es cierto. Hacen un escrito, donde firman 53 personas diciendo que
ellos representan al grupo de mototaxistas, al grupo de una radio
comunitaria, y le mandan ese escrito a Andrés Manuel López Obrador, a
todos los que ellos se les ocurrió, y nos tachan ahí como vividores,
corruptos, y no sé que tanto.
SG: ¿Cómo ustedes se han protegido, han tomado nuevas medidas?
GRC: Nosotras tenemos medidas cautelares, y cada
mes, nos reunimos con el gobierno del estado, la última vez fue hace 15
días precisamente. Llegan los policías estatales, la Fiscalía, el
Ministerio Público de Juchitán, y les dijimos que necesitamos que cada
quien haga su trabajo. Porque en manos de ellos está nuestra seguridad.
SG: ¿Por qué ahorita se sienten inseguras?
GRC: Totalmente. Tenemos botón de pánico. Pero yo
les digo, podemos tener cinco botones, pero ¿Si en el momento no me
contestan? ¿Si en el momento no hay señal donde yo estoy? ¿De qué me
sirve? Estamos exigiéndole a las autoridades de que pongan más atención.
Hubo un llamado urgente, de la Organización Mundial contra la Tortura, y
claramente llegó a manos del presidente municipal. Y fue la
contestación que ellos dan a ese llamado urgente: ‘No, que son una
docena de personas, que se dicen defensoras de la comunidad, y eso no es
cierto’, y quieren desmentir… Yo, ¡En ningún momento he señalado a uno
de los propietarios! Sin embargo, ¡Ellos sí me están señalando! Ahí es
donde crece la inseguridad que hemos vivido.
SG: Han enfatizado ustedes que no están en contra
del desarrollo, están en contra de la manera en que se está haciendo.
¿Cómo debería de hacerse si se hace bien?
GRC: Hacer bien las cosas es muy difícil porque hay
mucha corrupción. Porque nuestras autoridades, tanto municipales,
estatales y federales, así han trabajado. Porque si se dice que la
tierra es de las comunidades indígenas, ¿Por qué somos a los que menos
se nos toma en cuenta? Cuando López Obrador dijo en una de sus
mañaneras, se van a revisar los contratos, yo me alegro de que vean,
¿Cómo están hechos esos contratos? Porque son contratos leoninos, tratos
que no favorecen en nada a la comunidad, menos a los propietarios. Los
propietarios, los que se dicen ahorita dueños de la tierra, ¡son títeres
de las empresas! Porque la empresa viene y le ofrece a uno, a Pedro le
puedo ofrecer cinco mil pesos, a Juan le puedo ofrecer tres mil pesos, a
como caiga. Pero yo siempre he pensado de que las empresas no buscan el
más inteligente, buscan al más ambicioso. Y en estos momentos tenemos
un maestro ahí tan ambicioso, que es el que le hace el trabajo a las
empresas.
El Convenio 169 (de la Organización Internacional de Trabajo) bien
claro lo dice: la consulta debe de ser previa, debe de ser libre. Todos
esos elementos se perdieron. No puede ser previa, porque ya hay
contratos, ya hay permisos de la misma Secretaría de Energía para las
empresas eólicas. No puede ser libre porque todos los que van a gritar
allá, reciben un dinero. Todos los que van ahí ya tienen contratos
hechos y ya se les está pagando. No hay libertad para decir, ‘yo
quiero’, o ‘no quiero’, porque ya hay un compromiso hecho. No hay
información en la población. A nosotros nos ha tocado visitar los
barrios, para que nuestra gente esté más o menos enterada de lo que está
pasando. Y cuando llegamos a los barrios, nos damos cuenta del miedo
que existe. Todos dicen ‘No, porque ¡A mí me pueden hacer algo! Y no
quiero ser señalado con ustedes.’ Eso es la situación. Es muy triste
porque ya no solamente estamos luchando en contra de las empresas, en
contra del mal gobierno que tenemos. Porque son unos monstruos que nos
atacan y nos destruyen. Sino que además de eso, lo más triste es de que
los propietarios, nuestra misma gente, hay hasta familiares entre ellos,
hablen mal de uno. ¿Por qué? Por unos centavos… La ignorancia y la poca
información hacen que esas situaciones se presenten como lo estamos
viendo.
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