5/18/2020

Energías renovables: oportunidad perdida


La Jornada
Iván Restrepo

En octubre de 1979, como director del Centro de Ecodesarrollo (Cecodes), visité en su despacho al licenciado Miguel de la Madrid, secretario de Programación y Presupuesto. La cita fue posible gracias al ingeniero Fernando Hiriart, funcionario de reconocido prestigio, luego de explicarle el interés de un amplio grupo de investigadores por establecer un programa nacional de energías renovables (solar, eólica, marina, geotérmica, de biomasa) y convertirlas en alternativas al uso del petróleo y sus derivados.

El ingeniero Hiriart había escuchado con interés mis planteamientos, pues beneficiarían a miles de pueblos muy pequeños y dispersos en el territorio nacional, igualmente a fin de contar con sistemas tecnológicos nacionales en dicho campo y no depender de proveedores extranjeros. Por ejemplo, de los países europeos donde empresas apoyadas por el sector público fabricaban modelos para generarlas. Aunque él era partidario de obtenerla vía grandes hidroeléctricas, los hidrocarburos y/o las centrales nucleares, no descartaba, a futuro, las fuentes no contaminantes.

Quien después sería presidente de la República atendió con amabilidad mis argumentos en pro del mencionado plan y por estar a cargo de instituciones prestigiosas. Me sugirió que lo coordinara el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), cuyo director era el doctor Edmundo Flores. Sería la instancia para solicitar los recursos para los trabajos de investigación.

Informé de lo anterior al doctor Flores, mi amigo desde los años 60 y excelente profesor de Economía Agrícola en la UNAM. Me pidió que elaborara la propuesta para lograr el apoyo financiero del gobierno.

Así lo hice con la participación de especialistas de la UNAM, el Instituto de Investigaciones Eléctricas y grupos sociales con experiencia en el manejo de energías alternas. En la propuesta se destacaba que no tenían energía eléctrica unas 80 mil localidades con poblaciones menores a 500 habitantes cada una. Suministrarles dicho servicio era muy costoso por mal comunicadas y alejadas de las líneas de distribución. La inmensa mayoría tenían el carbón y la leña como energéticos, lo que causaba severos daños al ambiente por la deforestación y a la salud de las familias por las partículas y el humo frutos de la cocción de alimentos. Las más afectadas eran las mujeres, según estudios del Instituto Nacional de la Nutrición.

Además, en la mayor parte de esas comunidades rurales se requería aumentar las cosechas y conservarlas, en especial de maíz, frijol y calabaza, a la par que satisfacer sus necesidades sociales. Se estimaba que por fallas en el secado de las cosechas de maíz para consumo futuro se perdían al año 1.5 millones de toneladas, equivalentes a 15 por ciento de la producción nacional.

Para brindar energía no convencional en el medio rural y también en las ciudades, había en el país instituciones de investigación con diseños técnica y socialmente adaptables a demandas específicas. En el caso del medio rural, la ventaja era que en él había una larga tradición de trabajo comunal. Esos diseños –algunos ya probados en campo– aprovechaban las energías no convencionales, mas no existía apoyo suficiente para perfeccionarlos y hacerlos accesibles.

Todo indicaba que tendríamos éxito en la propuesta hecha a través del Conacyt. No fue así. El doctor Flores me informó que el gobierno federal tenía un programa de energías alternas. Y uno solar apoyado por el gobierno alemán. Lo dirigía un personaje que cuando visitaba al presidente de la República de entonces, lo dejaba con la boca abierta largo tiempo. No por su sapiencia. Era su dentista. Y como cereza del pastel, el desafío mayor de México era administrar la riqueza que nos proporcionaban los yacimientos de petróleo descubiertos en la Sonda de Campeche.

El director del Conacyt no compartió del todo esa postura y apoyó las reuniones para que la comunidad científica intercambiara experiencias sobre energías no convencionales. Pero México perdió la oportunidad de ser punto de referencia en esa materia, hoy en poder de trasnacionales. Optó por el petróleo, sus derivados y el carbón. Los frutos negativos están a la vista. Escribiré sobre eso el lunes próximo.

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