Editorial La Jornada
Al presentar el Programa
Gradual para el Regreso a la Nueva Normalidad en la Ciudad de México,
la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, previó que la capital del país
permanecerá en semáforo rojo por la epidemia de Covid-19 hasta el
próximo 15 de junio, periodo en el cual sólo se autorizará la
realización de actividades esenciales. Se trata de una meta tentativa,
pues alcanzarla dependerá de que la ciudadanía siga las medidas de
prevención para evitar la propagación de contagios, ya que el color del
semáforo se establecerá en función de dos factores: los niveles de
ocupación de los hospitales Covid y el ritmo de los contagios en las dos
semanas previas (un mes, durante el semáforo verde). Las medidas de
confinamiento se mantendrán hasta que se confirme una tendencia estable
de disminución en ingresos diarios hospitalarios.
De acuerdo con este plan, la luz verde y la consiguiente reanudación
de actividades escolares podrían darse en agosto, cuando también se
autorizará que abran sus puertas bares, antros, centros nocturnos y
gimnasios. Antes de ello, durante la fase naranja, se dará una apertura
gradual y con aforo limitado en restaurantes, hoteles, servicios
religiosos, cines, teatros, parques, explanadas y eventos deportivos,
aunque estos últimos sin público. En la fase amarilla, además de
incrementarse el aforo permitido a los establecimientos reabiertos en la
etapa anterior, podrán reanudar sus operaciones tiendas
departamentales, corporativos y oficinas de gobierno. En ningún momento
se autorizará abandonar las medidas de higiene y distanciamiento social
necesarias para limitar los contagios.
Para los capitalinos, la presentación del plan para ingresar a la
nueva normalidad supone una noticia mala y otra buena. La mala, por
supuesto, es que el confinamiento y la parálisis económica que la
acompaña se extenderán más de tres semanas, o más (si bien las
industrias de la construcción, automotriz, minera y cervecera
reiniciarán labores el 1º de junio). Esto implica que habrán de
redoblarse la paciencia y el sacrificio económico, social, emocional e
incluso existencial que supone el mantenerse recluido, con escaso o nulo
contacto humano y en medio de una ruptura profunda de la cotidianidad.
Asimismo, supone el desafío de auxiliar a las personas cuya salud mental
se vea afectada por sensaciones de injusticia, vulnerabilidad, desánimo
y pérdida de perspectivas, entre otras, que resulta normal experimentar
en algún momento bajo condiciones de aislamiento.
La buena noticia es que el Programa Gradual refleja la determinación
de las autoridades capitalinas para conducirse con responsabilidad y
cautela ante un escenario que presenta riesgos en múltiples frentes.
También deben considerarse positivos la plena coordinación entre la
jefatura de Gobierno local y las autoridades federales, así como el
satisfactorio desempeño mostrado por la administración metropolitana
desde el inicio de la pandemia. Lo anterior, junto con la respuesta
sensata de millones de capitalinos, ha permitido a la ciudad sortear en
términosmás que razonables esta pandemia tremendamente agresiva, para la
cual nadie se encontraba preparado a principios de año. Por último, no
puede soslayarse el gran triunfo cívico que representa el que la
contención del coronavirus se esté logrando sin recurrir a medidas
coercitivas.
A fin de superar este desafío sin precedente, no queda sino hacer
acopio de paciencia, mantener la disciplina mostrada hasta ahora, y
echar mano de toda la solidaridad y la unidad mostradas por los
habitantes de la capital del país en éste y otros severos trances.
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