Oaxaca, Oax. María del Carmen se separó hace un año
del padre de sus hijos. Cortar con la relación tendría que haberla hecho
sentir más segura pero no fue así. Al cobijo de la impunidad, la
violencia se incrementó aún con el agresor fuera de casa.
“Pensé que acabaría con ese infierno”, expresó con la impotencia
atorada en la garganta y el miedo fresco impregnado por el reciente
ataque de su expareja la noche del 12 de mayo en la puerta de su casa.
Él, Emmanuel, la agredió con un machete.
Desde el 30 de abril de 2019, hasta la fecha, suman seis denuncias
presentadas ante la Fiscalía de Justicia del Estado, ninguna ha derivado
en la detención. “No sé qué más hacer. Yo temo por mi vida”.
María del Carmen de 35 años de edad tiene dos hijos, uno de 5 años y
otro de 7, a quienes sustenta con su labor como empleada del hogar.
Vivir cada día es para ella un reto en donde pareciera, que tanto la
justicia como la seguridad, están en su contra. “Yo lo único que exijo
es vivir tranquila y paz para vivir libre”.
La desesperación ha llegado a tal grado que a través de redes
sociales hizo público su caso, con la intención de que las instancias de
gobierno salvaguarden su vida.
El caso de María del Carmen, iniciado con el expediente 14475/2019,
es llevado por una abogada de oficio del Centro de Programa de Apoyo a
las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas (PAIMEF). Ella
considera que el trabajo realizado ha sido acorde y eficiente, sin
embargo, se ha quedado atorado en la Fiscalía de Justicia de Oaxaca.
En las últimas ocasiones que acudieron a preguntar sobre el avance
del proceso, les informaron que el policía asignado al reconocimiento
del domicilio no había entregado las pruebas, posteriormente les
indicaron que el nuevo policía asignado había renunciado y que tendrían
que asignar a uno nuevo.
Las deficiencias de la fiscalía se suman a la inoperancia de las
instancias de seguridad, pues durante las solicitudes de auxilio al 911,
nunca llegan, lo hacen 20 minutos después o no detienen al agresor.
Su vida al lado de Emanuel, siempre fue un constante tormento.
Durante los siete años de unión, la normalización de la violencia la llevó a vivir entre golpizas y humillaciones.
En su memoria la imagen es nítida. El 12 de octubre de 2012
comenzaron a vivir juntos y a los pocos días comenzaron los gritos. La
hostilidad de Emanuel hacia ella la llevó a regresar a su casa, sin
embargo, sin darse cuenta quedó atrapada en el círculo de la violencia.
“Él llegaba a casa de mis papás, me pedía perdón y juraba que no lo
volvería a hacer, entonces regresábamos a casa y todo volvía a
repetirse”.
A los gritos e insultos siguieron los golpes, éstos no paraban
incluso aún con ella embarazada. Su tercer embarazo -recuerda- lo perdió
debido a ello.
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