La forma como estamos experimentando el
confinamiento en todos los países ha puesto en el centro, nuevamente, la
vieja proclama feminista “lo personal es político”, al trastocar los
ámbitos público y privado. Por decirlo así, la calle entró a la casa,
pero también la casa está tomando la calle
Cd. de México, 21 may. 20. AmecoPress/SemMéxico.- Trabajo
en una consultoría educativa y hace unos días, en una reunión con un
cliente, le dije que podía atender su solicitud cuando regresara del
supermercado, mi primera salida en varias semanas. Después caí en cuenta
de que con varios clientes estaba tocando temas “privados” que en otros
tiempos habrían sido impensables. Ese darme cuenta, y la lectura de
algunas narrativas de mujeres a las que admiro, es el origen de esta
reflexión.
La forma como estamos experimentando el confinamiento en todos
los países ha puesto en el centro, nuevamente, la vieja proclama
feminista “lo personal es político”, al trastocar los ámbitos público y
privado. Por decirlo así, la calle entró a la casa, pero también la casa
está tomando la calle.
La clasificación binaria de los roles, estatus y espacios, a partir
del sexo biológico y la carga cultural de género, supone que el espacio
privado está reservado para las mujeres, los afectos, el cuidado de los
otros, el así llamado trabajo doméstico, etcétera. El espacio público,
en cambio, sería el ámbito de los varones, del trabajo remunerado, de la
empresa y el éxito, de la política, etcétera.
Con la irrupción masiva de las mujeres al espacio público desde hace
algunas décadas, su papel en ese mundo de hombres ha ido ganando fuerza y
contundencia, pese a las enormes resistencias que aún se observan. Pero
estos cambios en su presencia pública no han disminuido el rol de las
mujeres en el ámbito privado, particularmente en la familia. Así es como
las mujeres tienen que planificar la vida del hogar y realizar tareas
domésticas y de cuidados, además de desempeñarse en el mundo laboral.
Dos mundos, dos espacios, dos cargas, eso que se llama la doble jornada
de trabajo, pero que es mucho más que una suma de horas trabajadas.
Las mujeres tienen décadas cargando doble, pero cada carga se
sostenía en un espacio diferente. El obligado confinamiento actual tiene
múltiples aristas desde dónde analizar lo que estamos viviendo, pero
una de ellas que llama la atención es el trastrocamiento de los espacios
público y privado, entendidos como espacios físicos, demarcaciones
territoriales: lo público está la calle, lo privado está en la casa.
En estas semanas, el ámbito público (laboral y político) invadió el
espacio privado, convencionalmente reservado a los otros quehaceres
domésticos y a las relaciones afectivas. El comedor de la casa se
convirtió en oficina, salón de clases, estudio de grabación, etc. La
habitación para dormir podría ser también el nuevo gimnasio y la sala de
meditación. Los espacios, las dinámicas familiares y las mentalidades
se han reajustado para dejar entrar la calle a la casa.
Pero al revés también. Lo privado y la vida en el hogar toman
relevancia pública. Lo íntimo se vuelve algo que compartir abiertamente,
motivo de debate público, sociológico y político. Estas semanas nos han
dejado relatos de mujeres de distintas profesiones, ocupaciones y
niveles socioeconómicos, que desde diversas latitudes cuentan cómo hacen
malabares para lidiar con el trabajo a distancia, la organización del
hogar, el cuidado de la familia y ¡la educación en casa!
Este es el caso de Arcelia Martínez (Aprendizajes en la cuarentena), que cuenta su experiencia en este mismo blog y el de Jimena Hernández-Fernández (Consejos para sobrellevar la escuela en casa).
Arcelia y Jimena son investigadoras educativas, así es que han enfocado
desde ahí la experiencia. Toman como eje articulador de su reflexión,
los retos de la educación en casa, pero sus textos no son los típicos
análisis de política educativa. Ellas comparten lo que están viviendo,
sus emociones, alegrías y frustraciones, las negociaciones familiares y
los logros conseguidos a fuerza de flexibilidad inagotable.
Otras mujeres, desde el periodismo, también nos han regalado maravillosas historias, como Daniela Rea (Un refugio que es un refugio),
quien relata la experiencia de sus hijas de mudarse a vivir en una
tienda de campaña en la sala del departamento que habitan. Especial
mención merecen los diversos textos de Cynthia Rodríguez (Noticias desde el encierro)
quien nos ha mantenido al tanto de lo que sucede en Italia, al mismo
tiempo que narra lo que cocina y lo que significa estar en casa con sus
tres hijos pequeños.
Como los mencionados, hay muchos textos más. En el trastoque de los
espacios, la casa salió a la calle. Quizá no fue una ventana la que se
abrió, sino una pantalla de Zoom la que ha permitido visibilizar el
ámbito privado que habitan las mujeres, pero más allá de visibilizar, lo
que hacen estos textos es politizar, en el mejor sentido del término,
las experiencias de la vida en confinamiento de la mitad de la
población.
Foto: SenMéxico.
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