Carlos Martínez García
Tal vez sea hora de rediseñar
el principal instrumento comunicacional del Presidente. La conferencia
de prensa diaria le permitió a López Obrador, desde la época en que
encabezó el Gobierno de la Ciudad de México, fijar agenda política y
ganar espacio para su proyecto en distintos medios informativos. La
desde entonces llamada mañanera resultó muy creativa y rompió moldes
para dar a conocer desde el gobierno puntos de vista y acciones
emprendidas.
La cuestión ahora es, me parece, revaluar la conferencia cotidiana,
su dinámica, pertinencia y efectividad. Nadie tiene la capacidad
comunicativa de Andrés Manuel López Obrador, ni en las filas de su
administración y menos en las menguadas fuerzas opositoras. En la última
campaña presidencial, con pocos recursos para posicionarse en la prensa
tradicional, encontró formas de hacer llegar mensajes a la población
que después eran replicados en las que denominó
benditas redes sociales. La magra inversión lopezobradorista en prensa fue milagrosamente multiplicada gracias a ejercicios difusores realizados por una buena parte de la sociedad civil.
El Presidente ha continuado con su modelo de comunicación y el mismo
comienza a evidenciar puntos débiles, que de solucionarse podrían
inyectarle nuevos bríos a la conferencia mañanera. Una manera de hacerla
más dinámica es delimitar el tiempo que dura el encuentro con
reporteros y reporteras. Frecuentemente AMLO está en el atril y el
micrófono más de una hora y, en no pocas ocasiones, ha excedido 90
minutos. Bien podría ceñirse máximo a una hora, anunciar que, cumplido
el periodo, termina la conferencia y si quedan temas pendientes informar
mediante comunicados escritos, boletines de prensa.
Directamente proporcional a la extensión temporal de las mañaneras es
la probabilidad de divagar e incurrir en dislates y gazapos. Además el
Presidente es dado a improvisar, externar pareceres y estados de ánimo
que no coadyuvan a mantener la ecuanimidad ni estimulan el análisis
detenido de un equis tema sobre el cual fue preguntado. Andrés Manuel
López Obrador es instintivamente hábil ante los cuestionamientos y
podría obtener mayor ventaja de tal habilidad de no extenderse, ni ser
reiterativo, al responder preguntas recurrentes y fuera de lugar.
Al Presidente le gusta el beisbol y sabe, como buen conocedor del
deporte brillantemente narrrado por el Mago Septién, que un buen
bateador no le tira a todas las bolas. Unas hay que dejarlas pasar,
otras evitar que lleguen a zona de strike y unas más saber leerlas para pegar de hit o
saborear la gloria del jonrón. Tirarle a lo que venga es ponerse de
pechito ante quienes buscan el ponche. Prácticamente AMLO responde, o
intenta hacerlo, a todas las preguntas que le lanzan. En muchas
ocasiones es mejor dejar pasar la interrogante o comentario a que son
dados varios asistentes cotidianos a la mañanera. Nadie puede tener
datos acerca de todo, y es temerario intentar siquiera bosquejar
respuestas carentes de sustento. López Obrador con frecuencia cita la
Biblia, posiblemente podría recordar para sí mismo, cuando alarga el
tiempo y es prolijo en palabras, dos citas de Proverbios:
El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua(10:19) y
El que retiene sus palabras tiene conocimiento, y el de espíritu sereno es hombre entendido(17:27, Nueva Versión Internacional).
Es frecuente que durante las conferencias de prensa diarias AMLO abra
frentes que disminuyen su atención de asuntos más urgentes para la
ciudadanía. En distintas ocasiones, perdiendo el timing político,
ha caracterizado erróneamente causas y movilizaciones ciudadanas y al
hacerlo siembra justificadas molestias en el colectivo estigmatizado.
Fue el caso de las vigorosas demostraciones de las mujeres antes de la
emergencia sanitaria causada por el Covid-19, que minimizó en lugar de
reconocerles la justeza por la cual salieron masivamente a las calles.
Después, en pleno enclaustramiento para intentar disminuir el contagio
de la pandemia, el Presidente, contradiciendo datos de su propio
gobierno y abundante información de organizaciones que acompañan a
mujeres víctimas del machismo, declaró que no había aumentado la
violencia doméstica. Fue más allá, e hizo una descripción idílica del
núcleo familiar mexicano:
La familia en México es excepcional, es el núcleo humano más fraterno, esto no se da en otras partes, lo digo con todo respeto. Entonces si queremos medir violencia familiar en México con los mimos parámetros de otras partes del mundo no aplica del todo. Sin duda hay familias fraternas, otras son nidos de alacranes.
AMLO tiene abundantes herramientas para reorientar las mañaneras,
hacerlas más llamativas y menos rijosas. Si bien es cierto que tiene
adversarios que usan distintas tribunas para difundir fake news,
el Presidente posee reservas morales para saber confrontarles sin
soltar una y otra vez adjetivaciones que se desgastan de tanto usarlas.
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