Mauro Jarquín Ramírez*
▲ En el contexto del Día del Maestro, algunos docentes salieron de sus
carros a manifestarse y exigir el pago de su bono completo; con
cubrebocas, mascarillas y su sana distancia gritaron consignas frente a
Palacio de Gobierno mexiquense.Foto Cuartoscuro
El pasado 7 de mayo
Esteban Moctezuma se unió a la Junta Nacional Virtual con la Comisión de
Educación de la Coparmex en un ejercicio de rendición de cuentas sobre
la respuesta de la Secretaría de Educación Pública (SEP) ante la
pandemia de Covid-19. La Comisión –cuyos orígenes se remontan hacia los
años 70, en plena disputa entre la confederación empresarial y el
gobierno de Luis Echeverría por el contenido
socializantede los libros de texto– está actualmente encabezada por Luis Durán, presidente y director general de Laureate International Universities México y consejero de Aspen Institute México, la organización que con financiamiento de fundaciones empresariales realizó el Laboratorio de Educación, a través del cual el gobierno federal buscó legitimar la continuidad de una reforma educativa gerencial.
Este acercamiento no es algo fortuito ni coyuntural. Una herencia aún
vigente del Salinismo es la atenta recepción que las autoridades
federales han mostrado respecto a las percepciones y propuestas del
sector privado en materia educativa. Actor que, por cierto, se ha
integrado cada vez más –ya sea por la vía de sus cámaras o sus
ramificaciones en la sociedad civil– a los procesos de deliberación
sobre políticas, impulsando propuestas, programas específicos o formas
de gestión del trabajo docente.
En la reunión, el secretario afirmó que el sistema educativo no se había
paralizado, que los estudiantes seguían aprendiendo y que el impulso a la digitalización sería determinante para el futuro educativo nacional.
Lo dicho resulta al menos desafortunado si recordamos que al momento
de tales declaraciones las cifras oficiales marcaban ya 2 mil 961
muertes por el nuevo coronavirus, una de cada tres familias mexicanas
reportaba una disminución de 50 por ciento en sus ingresos mensuales, el
desempleo se veía en aumento y la violencia familiar y de género se
disparaba a lo largo del país.
Lo anterior aunado a una circunstancia de distanciamiento necesario para poder superar la contingencia.
De lo mencionado por Moctezuma Barragán se pueden desprender dos comentarios y una duda importante.
Parece ser que aún sigue vigente en la SEP una visión estrecha de la
naturaleza y relevancia del sistema educativo en nuestra sociedad.
¿Cómo afirmar que el sistema educativo sigue trabajando cuando el
dolor y la incertidumbre se han ubicado en el centro de la vida
cotidiana de los estudiantes? O más preocupante aún, ¿cómo pensar que la
única condición para que un sistema educativo avance es que los
estudiantes aprendan contenidos particulares? Quien en algún momento ha
pisado una escuela sabe perfectamente que el aprendizaje no es un
elemento aislado, sino forma parte de un abanico de situaciones,
prácticas y vivencias que le dan sentido a la educación. En todo caso,
el aprendizaje es socialmente relevante cuando se comparte, cuando se
desarrolla en común y cuando permite construir preguntas y resolver
problemas de nuestra vida cotidiana. En ello, el bienestar emocional y
el contacto humano resultan fundamentales.
Desde luego, hay otras perspectivas sobre el problema. Por ejemplo, aquellas que encuentran en el aprendizaje una condición sine qua non
del capital humano; es decir, que conciben a la escuela y sus efectos
individuales como elementos centrales para la generación de ganancia y
producción de valor de cambio. Bajo esta concepción, quien aprende se
guía bajo una lógica maximizadora, calculada y ajena al contexto social
en el que se encuentra. Sin embargo, parte de una lectura muy
cuestionable sobre la naturaleza humana, además de responder
específicamente a los requerimientos del mercado de trabajo y no al
imperativo complejo del bienestar en nuestras sociedades.
Si bien la narrativa oficial anuncia que el programa Aprende en Casa
es seguido por ocho de cada 10 docentes y nueve de cada 10 alumnos, las
evidencias de quienes trabajan día con día en las escuelas y conocen sus
comunidades de trabajo no respaldan tal afirmación. A las muy conocidas
desigualdades en el acceso a la tecnología se suma el hecho de que el
hogar no es necesariamente el mejor ambiente para fomentar el
aprendizaje. Además, los tiempos determinados para el desarrollo de
contenidos no siempre son suficientes. Por otro lado, a pesar del
respaldo neocorporativo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación al programa del gobierno federal, no ha sido sencillo para el
profesorado mantenerse en contacto con los estudiantes, mucho menos si
trabajan en comunidades rurales en donde no siempre viven.
Pese al home office docente y a lo que algunas autoridades educativas parecieran considerar un home schooling
transitorio, el sistema educativo ha sido golpeado profundamente por la
pandemia y es importante aceptarlo porque después de la contingencia
será importante atender cada una de sus grietas.
Por otro lado, la digitalización de los procesos educativos ha
resultado ser un componente fundamental en la respuesta de los gobiernos
al cierre de escuelas, pero está lejos de ser una panacea a los
problemas de accesibilidad, logro educativo y desarrollo profesional del
magisterio. Como ha apuntado, entre otros, el pedagogo Philippe
Meirieu, el uso acrítico de las herramientas digitales podría generar
problemáticas a nivel de los procesos evaluativos y el trabajo docente.
Pero también, hay que decirlo, podría abrir nichos de mercado que
cuestionarían la condición de gratuidad del sistema educativo nacional.
Con lo anterior, podemos decir que el secretario parece vivir en un
escenario donde la negación de los problemas se ha convertido en su
solución, pero debemos tomar en cuenta que después de este momento
crítico en la historia educativa nacional, las cosas no serán como
antes, o no exactamente como antes. Si bien es un imperativo concluir el
ciclo escolar en todo el país para preservar la salud y la vida de las
poblaciones, es también momento para hacer preguntas respecto a hacia
dónde caminar, qué aspectos del sistema educativo atender y cómo
comenzar. Una que considero fundamental es: ¿Quién reconstruirá el
sistema educativo tras la pandemia?
Aprovechando la cercanía con el gobierno y alejados sustancialmente
del trabajo cotidiano en las escuelas, grupos privados de interés han
alzado la mano, con propuestas que van desde el desarrollo de un
currículum educativo nacional ante emergenciaspor organizaciones civiles pro empresariales, hasta la profundización de la digitalización educativa.
Ya veremos si el ingreso a la
nueva normalidadsignifica también un rostro más explícito del gobierno empresarial de la educación.
* Politólogo
Twitter: @MaurroJarquin
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