2/12/2014

Los periodistas pal café . . .


Julio Hernández López: Astillero 
Venganza personal en caso Goyo

El previsible desenlace fúnebre del episodio veracruzano del secuestro de un periodista más, puso nuevamente bajo la lupa la reprobable forma de gobernar del tutelado Javier Duarte de Ochoa y en especial la retorcida relación que su gobierno mantiene con los medios de comunicación.
En Veracruz se han asentado con fuerza específicas bandas del crimen organizado cuando menos desde el sexenio anterior, cuando Fidel Herrera sentó las bases del protectorado o cacicazgo que mantiene en la entidad a través de una hilvanada hechura suya, Duarte de Ochoa. Las intrincadas relaciones entre poder público y crimen organizado, con sus vertientes de financiación de campañas electorales priistas, estatales y federales, han institucionalizado la impunidad y la corrupción, a tal grado que el simple ejercicio tradicional del periodismo es considerado como una amenaza a ese entramado de intereses poderosos.
Duarte de Ochoa no tenía ni tiene las características básicas para ser gobernador de un estado tan difícil como Veracruz. Fue habilitado por Fidel Herrera para que diera continuidad al proyecto del político que inundó el estado de color rojo electoral y ahora ha batallado largamente en espera de un cargo diplomático que le habrían prometido como premio por méritos en campaña (la peñista), supuestamente la embajada de México en Grecia. Un periodista político veracruzano de vasta experiencia, Luis Velázquez, ha escrito en su columna, Barandal, que hay un cuarteto de asesores de Duarte de Ochoa, integrado por Carlos Brito, José Murat, Enrique Jackson y el exvocero foxista Rubén Aguilar (http://bit.ly/1h9v8bR ). Y en asuntos de prensa hay una coordinadora decomunicación todopoderosa, Gina Dominguez, quien antes ejerció funciones similares con el entonces gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva, luego procesado y sentenciado por asuntos relacionados con el narcotráfico. A la vocera Domínguez se le atribuye ampliamente la ejecución de políticas de control del periodismo mediante el suministro de convenios publicitarios condicionantes y de retribuciones directas a quienes se someten a las líneas oficiales. En contrapartida, los que se resisten a esas directrices sufren represalias económicas e incluso persecución y acoso.
En ese contexto, la desaparición forzada de Gregorio Jiménez de la Cruz, la mañana del día conmemorativo de la promulgación de lo que fue la Constitución mexicana postrevolucionaria detonó protestas y exigencias a niveles nacional y estatal. Hubo incluso una reunión de periodistas con funcionarios, entre ellos el procurador estatal de justicia, Amadeo Flores, y la vocera Gina Domínguez, en la que trabajadores de los medios de comunicación del sur del estado interrumpieron el discurso burocrático y a gritos exigieron resultados en la búsqueda de su compañero Goyo.
El desenlace oficial tuvo como antecedente la extraña profusión de versiones de que Gregorio había sido encontrado con vida. El diputado local del Panal, Eduardo Sánchez Macías, llegó a asegurar que del venturoso hallazgo serán las autoridades correspondientes las que dirán todo el detalle cómo sucedieron los hechos y realmente fue todo un trabajo de los cuerpos de seguridad pública y de los elementos de la AVI (http://bit.ly/1bTHZdw ). Sánchez Macías es dueño de periódicos en la entidad, El Heraldo de Xalapa y el Martinense, y hermano de Francisco, quien a su vez es propietario de los heraldos de Tuxpan, Tantoyuca, Coatzacoalcos y Poza Rica. Es tal la cercanía de ellos con el gobierno de Duarte que Francisco fue acallado a gritos por periodistas (palero, vendido, chayotero) en la reunión de reporteros con funcionarios comentada líneas arriba y en la que Francisco pretendía hablar de los avances en la búsqueda de Gregorio, y felicitar a las autoridades (http://bit.ly/1dGbtYU ). Otro giro extraño correspondió a lo publicado por Luis Cardona en Diario 19, quien aseguró tener información absolutamente confiable de que Goyo había sido encontrado con vida. Luego, al saberse del deceso de Jiménez, el mismo Cardona señaló que son fuentes de mucha solvencia de las que no puedo dudar. Qué sucedió después, no me lo han podido explicar ( http://bit.ly/1kA2r8m ).
Finalmente, ayer fue encontrado el cuerpo de Jiménez de la Cruz y la autoría intelectual del crimen fue asignada a una vecina con la que el periodista habría tenido discusiones y que lo habría amenazado. A las infamias gubernamentales cometidas en este asunto (la esposa de Jiménez, Carmela Hernández, fue llevada a Xalapa para reunirse con Javier Duarte y allí le ofrecieron una casa regalada que ella rechazó, pues dijo que no buscaba casas, sino a su marido), se suma la postura oficial de achacar lo sucedido a un entorno meramente personal, a un pleito entre vecinos que motivó una venganza personal. Ayer se esmeraban el secretario de gobierno, Erick Lagos, y el procurador de justicia, Amadeo Flores, en deslindar de lo periodístico el asesinato de un periodista que escribió en su periódico sobre secuestros de migrantes y asesinatos a golpes en un bar cuya dueña lo amenazó por esos escritos y luego, según la versión gubernamental, contrató a una banda de asesinos que hasta entonces se movían con impunidad, para que mataran al periodista que había publicado textos periodísticos en un periódico. A Javier Duarte le urge echar paletadas de tierra al asunto, así sea cometiendo un doble agravio contra Jiménez, al pretender despolitizar los hechos.
El horror de Veracruz, el infierno, está en esas autoridades cínicas y en el predominio de las bandas criminales (las políticas y las explícitamente delincuenciales) sobre la vida cotidiana. En Veracruz ha habido amenazas, secuestros, torturas, asesinatos y exilio de muchos periodistas. Ayer fue conocido el final de uno de ellos, Gregorio, pero no de las causas estructurales que permiten y provocan esas agresiones diarias contra la sociedad.
Y, mientras en el senado facilitan la represión a protestas sociales, ¡hasta mañana!


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Aunque el grupo que gobierna al país se asume como todopoderoso, los verdaderos amos son los fondos de inversión que han adquirido miles de millones de dólares de bonos del gobierno. Son los capitales golondrinos. En el momento en que decidieran alzar el vuelo tendríamos la repetición de la crisis de los tesobonos –la que estalló en la Navidad de 1994, cuando salía Salinas de Gortari y entraba Ernesto Zedillo a la Presidencia. En estos días los administradores de fondos están nerviosos y reaccionan sacando su dinero de los ‘‘países emergentes’’ –como México– para invertirlos en instrumentos que consideran seguros, como los bonos del Tesoro de Estados Unidos, aunque paguen una tasa de interés ínfima. El peso mexicano no consigue estabilizarse; ayer el dólar se vendió a $13.60 en ventanillas de Banamex. No hace muchos meses tuvimos un superpeso de 12 por dólar. ¿Cuál es su verdadero valor? Los economistas usan distintos métodos, algunos muy complejos, para contestar esta pregunta. Sin embargo, hay uno relativamente sencillo: el Índice BigMac. Lo inventó la revista The Economist el año 1986. Se basa en el poder de compra de las monedas. Por ejemplo, el año pasado el precio promedio de una BigMac en Estados Unidos fue de 4.26 dólares. Los chinos pagaron por la misma hamburguesa 2.74. El índice infiere que el yuan está devaluado en 41%. En el caso de México, la devaluación sería de 40%. Aquí costaba el equivalente a 2.78 dólares. Eso nos lleva a otra conclusión: los salarios mexicanos compiten con los chinos... en lo bajo. La gráfica anexa muestra cómo ha ido devaluándose el peso mexicano en los años recientes. En los dos primeros diciembres de Peña Nieto el aumento del salario mínimo fue una miseria.
¿Cuál crisis?
A pesar de la crisis económica, los ingresos de las 250 empresas minoristas –supermercados y almacenes– más grandes del mundo llegaron a 4.3 trillones de dólares a junio de 2013, de acuerdo con un estudio de la consultora Deloitte. Para poder entrar en la lista, las empresas tienen que haber facturado al menos 3.8 mil millones de dólares. El puesto número uno lo ocupa Walmart, que facturó 469 mil 162 millones de dólares y opera en 28 países. Figuran también Costco, Home Depot, Best Buy, Sears, Inditex, Apple, H&M, GAP, El Corte Inglés, C&A y Office Depot. Sobresalen cinco negocios en México: en el puesto 124 está Soriana; en el 144, Femsa; le siguen Coppel, en el 180; Chedraui, en el 191, y Liverpool en el 201.



De lo bien que las políticas públicas han democratizado el capital en México da cuenta el más reciente informe de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, organismo gubernamental dedicado, por ley, a supervisar al sistema financiero que opera en el país. Dice así: un grupo de 206 mil 315 inversionistas, que representa 0.18 por ciento de la población total del país, posee activos financieros invertidos en el mercado accionario mexicano por un monto de 6.8 billones de pesos, cantidad que equivale a 42 por ciento del valor de la economía mexicana (y al 105 por ciento de la deuda pública) (La Jornada, Roberto González Amador).
De la estadística de la citada dependencia del gobierno federal se desprende que 99.82 por ciento de los mexicanos (más de 118 millones) se reparte (no de forma equitativa, desde luego) el restante 58 por ciento de lo que, oficialmente y en términos económicos, vale este país (16 billones 200 mil millones de pesos, en números cerrados).
Por lo anterior, no queda ninguna duda sobre el gran logro del gobierno mexicano (con sus seis máscaras neoliberales, de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto) y de sus políticas públicas en eso de democratizar el capital, toda vez que, con las cifras de la citada comisión, queda claro que en el reparto del pastel cerca de 118 millones de mexicanos se quedan con 9.4 billones de pesos y los referidos 206 mil y pico de inversionistas con 6.8 billones.
Así, al promediar el equilibradísimo reparto del pastel resulta que a cada uno de esos 118 millones de mexicanos les correspondería 79 mil 661 pesos anuales (que la mayoría nunca verá, entre ellos, los 61 millones de pobres que oficialmente se contabilizan en el país) y a los selectos 206 mil y pico de inversionistas la friolera de 33 millones de pesos por cabeza. Si se prefiere, a los primeros de milagro les tocaría 218 pesos con 24 centavos por día, mientras a los segundos, sentados en la gran mesa, 90 mil 411 pesos cada 24 horas. La diferencia entre unos y otros es de 41.4 tantos.
¿A quién se le ocurrió la brillante idea de democratizar el capital en México? Pues nada más y nada menos que al entonces inquilino de Los Pinos, el hoy muy parlanchín Carlos Salinas de Gortari, y a su siempre fiel secretario de Hacienda, Pedro Aspe, quienes utilizaron tan bella frase para justificar la reprivatización de la banca y modificar la Constitución, en un momento en el que los accionistas de las instituciones que la conformaban eran todos los mexicanos, por ser propiedad del Estado. Una vez concluido el proceso reprivatizador (1992) y democratizado el capital, formalmente los accionistas de la banca fueron, en su mayoría, los propietarios de las casas de bolsa que hoy, 22 años después de la democratización, celebran que 0.18 por ciento de los mexicanos concentren 42 por ciento del producto interno bruto.
Éxito rotundo, aunque sería ingratitud restarle méritos al gobierno de Miguel de la Madrid el de la renovación moral, con Carlos Salinas de Gortari tras el trono), quien como respuesta a la expropiación lopezportillista de la banca, no sólo regresó el 34 por ciento de la banca a los barones del dinero (por medio de los certificados de aportación patrimonial) y todos los activos no financieros, que erran un mundo, sino que impulsó lo que en su momento (1982-1988) se denominó banca paralela, que no fue otra que el mundillo de las casas de bolsa y sus especuladores impulsada desde el gobierno (en detrimento de la banca expropiada), las cuales antes del citado inquilino de Los Pinos apenas representaban 2 por ciento del ahorro financiero del país. Los sucesores de dicho personaje también hicieron su chamba y hoy las casas de bolsa son nido de todo tipo de democratizaciones (y ya está aquí la petrolera).
Con el paso de los años la democratización del capital ha sido una maravilla. Después del crac bursátil de octubre de 1987, el número de inversionistas en las casas de bolsa se desplomó casi 70 por ciento, y para noviembre de 1991 (con la reprivatización bancaria bastante avanzada) sólo 159 mil inversionistas se quedaron en el festín especulativo (es decir, 47 mil menos que ahora), pero el volumen de recursos no dejó de crecer.
Así, tras desplumar a 350 mil pequeños y medianos inversionistas en 1987, se quedaron los dueños de la fiesta con sus, entonces, 25 casas de bolsa (hoy son 33). En diciembre de 1991 la propia CNBV documentaba que los activos financieros resguardados por las casas de bolsa sumaban el equivalente a 180 mil 500 millones de nuevos pesos. Poco más de dos décadas después, ese monto supera los 6.8 billones de pesos, es decir, un incremento cercano a 3 mil 700 por ciento en una economía que a duras penas crece 2 por ciento anual. Y en el mismo periodo el número de inversionistas sólo se incrementó 29 por ciento. ¿Registran lo exitoso de la democratización del capital?
¿Y aquellos que no fueron incluidos en la multicitada democratización? Para ellos, galletas de animalitos y una Pepsi, por cortesía de la Sedesol.
Eso sí, otros personajes ni de lejos quieren democratizar el capital. Por el contrario: el presidente boliviano, Evo Morales, pidió al Fondo Monetario Internacional que comience a resarcir a los pueblos de América Latina por los daños que ocasionaron sus políticas económicas en la región. Si el FMI quiere preocuparse de la economía, que se ocupe de resarcir los daños que hicieron durante 20 años los gobiernos neoliberales impuestos en Bolivia y en los países de Latinoamérica. Si Bolivia tiene una economía en crecimiento es porque su gobierno diseña políticas propias, inspirado en la lucha del pueblo, de las organizaciones sociales, especialmente en la nacionalización de los hidrocarburos.
Las rebanadas del pastel
Llegó el día, con todo y vino de honor: hoy a las 18 horas, en el ex convento de Corpus Christi, frente al Hemiciclo a Juárez, el poeta y diplomático Jorge Mansilla presenta su nuevo poemario Déstrés Federal, en el que aparece Águila y sol: “Suerte de patria, víspera aguerrida/ rito del Grito, focos en hileras/ fuegos artificiales, vivas, mueras/ y un huapango cantado en la avenida/ Jirón de patria que hay en la sufrida/ gente que mira absorta las banderas/ y se procura paz, pan, luz de veras/ porque ama a su país, cree en la vida/ ¿Quién es la patria? Nadie y somos todos/ el satisfecho mono cuentahabiente/ y el polvoriento ser de antiguos lodos/ La patria es el pasado del futuro,/ la historia, pues, la guerra del presente,/ que uno gana, que … ¡Duro, duro!” Se va a poner muy bien.
Twitter: @cafevega


Las revelaciones hechas por miembros de la Auditoría Superior del Estado de San Luis Potosí sobre el manejo clientelar de despensas y otras ayudas asistenciales en el municipio perredista de Soledad de Graciano Sánchez, conurbado con la capital, confirman los perfiles abusivos de la política electoral en México.
Hijo del presidente municipal inmediatamente anterior, del mismo nombre (ambos postulados en nombre del sol azteca), Ricardo Gallardo manejó con absoluta discrecionalidad, sin soportes documentales ni de entrega ni de beneficiarios, 94 mil despensas que fueron repartidas entre enero y noviembre de 2013 y que tuvieron un costo de 21 millones 209 mil pesos. No fue el único rubro de apoyos a la población con irregularidades, pero sí el más llamativo, entre otras razones porque el despensismo suele ser una fórmula de atracción de voluntades electorales.


No hago carrera literaria. Escribo. En la información que sobre sí mismo incluyó en su página de Facebook, Mariano Flores Castro insistió en lo hace algún tiempo, 2001, había dicho en Contrapoderes –selección de su poesía a partir de 1967 preparada por Gilda Sánchez-Medina y editada por la UNAM en 2002 dentro de su colección Poemas y Ensayos–, donde por ello mismo se enorgullece de que su perfil literario siga, en aquel entonces, siendo bajo, a pesar del reconocimiento que de su obra ya habían hecho, y siguieron haciendo, diversos antologadores. En esa introducción afirma, también, lo siguiente: La poesía es una religión que, como el budismo, no tiene más dioses que la perfección espiritual, la sinceridad y la emoción ante el universo, y prácticamente se declara miembro entusiasta de lo que, si mal no recuerdo, Enrique Krauze denominó alguna vez generación del 68: para los que teníamos 20 años el mundo y la existencia estaban llenos de acontecimientos extraordinarios. Un movimiento estudiantil despertador; la aparición de las mejores creaciones de los Beatles y los Rolling Stones; la libertad sexual que más tarde arruinaría el sida; la renuncia de Octavio Paz como embajador en la India; la oposición a la guerra de Vietnam y, en fin, la fiesta como desahogo y la poesía como oficio regulador de tanta adrenalina. Pocas veces nos vimos, pero en esas pocas veces solía dejarme la impresión de que en efecto la carga adrenalínica le seguía dispensando su energía y, por tanto, exigiéndole el oficio de que las casi 400 páginas de Contrapoderes, dan fe. En palabras de Fernando Tola de Habich, quien rubrica la solapa, la recopilación muestra una pluralidad de registros, una aguda curiosidad léxica y amor por la aventura conceptual felizmente congruentes con su vocación de observador obsedido por la realidad. Citemos al poeta: Al madurar el instante en sus propios límites,/ al hacerse grávida la vida, ¿quién traspasa los umbrales? Estos cuatro versos dedicados A un prisionero: “miras la estrella calma y sientes/ la cascada numerosa de su risa/ abierta a tus sentidos, asequible,/ dándote ese amor que se vacía…” Veamos esta miniatura: Tijerilla: Poder de la tijerilla:/ con tamaña pequeñez/ nos intimida. A la Abuela voz quiere llevarla a ser la grieta del sentido: Cuánto en verdad se abre si tú te abres, le dice, y, finalmente: Ah, vuela ya,/ voz: hoy es posible el aire. Que te lleve







De acuerdo con datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), 42 por ciento del valor de la economía mexicana está concentrado en manos de poco más de 200 mil inversionistas. Ello significa que 0.18 por ciento de la población posee casi la mitad de la riqueza nacional. Visto en forma inversa, 99.82 por ciento de los mexicanos están excluidos de esa porción de la economía. Ciertamente, el incremento tendencial de la desigualdad es un fenómeno generalizado en el mundo contemporáneo y en años recientes se ha desarrollado con fuerza incluso en países desarrollados. Pero el caso de nuestro país, a juzgar por los números de la CNBV, es extremo: en un informe dado a conocer por Oxfam durante la realización del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, se reveló que uno por ciento de la población del planeta posee la riqueza mundial; aquí, ese porcentaje es aún más reducido.

Supervisores educativos, mero mecanismo de control, lamenta
¿Cuál es el triste papel de los supervisores y jefes de sector en la educación? Juegan el de correas de transmisión de las autoridades, son sólo el ve y diles. Nunca han jugado un verdadero papel pedagógico, orientadores y asesores de los procesos de aprendizaje en las escuelas, auténticos líderes de los diferentes tópicos de la práctica docente, son sólo un mecanismo burocrático de control administrativo de los maestros y directores.

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Aplicación de la prueba Enlace a estudiantes de tercero a sexto de primaria el 3 de junio de 2013 Foto Carlos Ramos Mamahua

Cuasi homónimo de una novela de García Márquez, este texto conlleva también su esencia: reconocer que no todo lo deseado fue posible y que hay cosas que están lejos de la satisfacción.

La alta política mexicana se desarrolla, aquí y ahora, a golpes de complicidades, fieras rivalidades, hondas pasiones y escurridizos odios. Su entorno, el teatro de las acciones y la derivada batalla, se podría decir, involucra, sin dudas ni titubeos, tanto a los personajes principales de las cúpulas decisorias del país como a sus cercanos colaboradores. Las evidencias son abrumadoras y la impunidad es una resultante de férrea observancia. Una y otra vez vemos cómo se protegen, disimulan, se atacan o justifican y auxilian, unos y otros o unos contra otros, los actores públicos. Poco importan los distintos episodios de que se trate o cuál sea la materia concreta bajo disputa. Bien pueden escenificarse en tiempos calmos que ser empujados, asaltados o moldeados por incidentes críticos, de franca ruptura, traumáticos como los que tantas veces la actualidad nacional presenta, incuba u obliga.

Antes era fácil: los políticos antidemocráticos y anticonstitucionales tocaban el timbre de los cuarteles, y los militares se cuadraban para salvar la nación. Ahora es distinto: tras haber recibido algunas lecciones políticas, los militares sólo se cuadran frente a la Constitución y los políticos democráticos.

Los lectores han estado bombardeados por la retórica de que el mercado abierto y sin restricciones es algo muy positivo. Esta es una poderosa arma ideológica que se repite en todas las discusiones importantes. Trátese de la privatización de activos públicos o de un tratado de libre comercio, siempre se escucha la misma canción sobre la eficiencia del mercado.

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