10/15/2016

Leonor Aída Concha: una monja feminista en libertad


 TRANSGRESORAS
Por: Lucía Lagunes Huerta

  Aunque pueda parecer contrasentido, la vida religiosa no es obstáculo para ser feminista. Los principios de justicia e igualdad,  conviven en los dos ejes de vida y de militancia de esta mujer que busca también un respeto para la población femenina dentro de la Iglesia Católica.

Alejada de los estereotipos que hemos visto de las religiosas -nada que ver con el hábito, ni con hacer galletas o rompope- Leonor Aída Concha hace la revolución a sus 83 años de edad.

Su convicción por terminar con  las desigualdades y la explotación humana, es tan firme ahora como en su juventud. Sobre todo busca eliminar la explotación y desigualdad de las mujeres.

Es necia, claro que sí, necia en su convicción social, política y económica. Es una líder  que cuando encontró al feminismo encontró su "lugar en la historia".

Nacida en la ciudad de Chihuahua en 1933, la tercera hija de un matrimonio en el que convivieron el cristianismo materno y la masonería paterna, nos recibe en su oficina ubicada frente a la estación del metro Taxqueña, un pequeño departamento donde la estancia es a la vez sala de juntas y biblioteca y cuyas paredes están adornadas con posters de diversas marchas.

El librero asoma materiales elaborados por “Mujeres para el Diálogo”, organización que fundó en el año 1979 y desde donde trabaja desde hace 37, por los Derechos Humanos de las mujeres.

Como en todas las expresiones ideológicas y políticas, el movimiento feminista mexicano se ha nutrido de cientos de mujeres que le aportan su propia visión y Leonor Aída Concha es una de las representantes históricas del feminismo mexicano. Es, sin lugar a dudas, un referente fundamental para entender el feminismo activista mexicano de este siglo.

Con los recuerdos de la infancia, Leonor Aída Concha, nos va develando las distintas visiones de los grupos católicos, las corrientes teológicas de la liberación, de la construcción de colectividad y del compromiso social, en una época de gran efervescencia social, no sólo en México sino en el continente latinoamericano.

Para comprender dónde estamos hay que conocer nuestra historia, desde lo individual y colectivo, las visiones de las piezas clave que han construido un movimiento que ha creados nuevos escenarios de libertad para las mujeres, desde todos los ámbitos.

Leonor Aída Concha es una de las representantes históricas del feminismo mexicano. Es, sin lugar a dudas, un referente fundamental para entender el feminismo activista mexicano de este siglo | CIMACFoto: César Martínez López

-Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Cómo es que llegas a la vida religiosa?

- Leonor Aída Concha (LAC): Entré a la religión católica de pequeña, porque hay grupos de pequeñas y juventudes, entonces desde pequeña entré a la Acción Católica. Tenía, creo, 11 o 12 años cuando entré a la Acción Católica y de ahí pasé a la juventud, ahí recibíamos formación y capacitación para ir a las rancherías a dar conferencias.

-LLH: ¿Y cuántos son religiosos de esta familia?

-LAC: Nadie, sólo yo, porque mi padre era masón y en mi casa funcionaba la logia.

-LLH: ¿Ahí se reunían?

-LAC: ¡Claro! había conferencias, reuniones. Mi padre tenía el grado 33 que era el máximo. Era el tiempo de Lázaro Cárdenas.  No he investigado si era logia masónica europea, que yo creo que era europea, o norteamericana - que eran las dos corrientes-. En mi casa funcionaba la logia masónica y fuimos formados en la masonería, pero curiosamente la masonería postula la cuestión de servir a los demás, hacer bien a los demás. Entonces fui formada en esos principios masónicos.

Mi padre murió muy pronto, a los 33 años. Era gerente general de la compañía jabonera La Esperanza, con sede en Gómez Palacios, Durango, pero nosotros estábamos en Chihuahua.  Y mi padrino de bautizo incluso fue el dueño de la cervecería, de la única cervecería que había en Chihuahua.

-LLH: ¿Tú mamá a que se dedicaba?

-LAC: Era una mujer del campo, o sea ella era originalmente campesina, hija de hacendado y la revolución le quitó la hacienda a la familia de mi madre, entonces, ella se trasladó del campo a la ciudad de Chihuahua y ahí se conocieron mi padre y mi madre, ahí se casaron y ahí se quedaron a vivir.

-LLH: ¿Y cómo entras a la Iglesia Católica formada en la masonería?

-LAC: Porque mi padre murió muy joven, a los 33 años, entonces ya quedamos bajo la autoridad de mi madre, tenía una fe católica. Ella no había asumido los principios masónicos como mi padre. Mi padre inclusive odiaba y rechazaba a los curas, a la Iglesia. Yo tenía 7 años, por eso  mi madre me pudo formar y me autoriza entrar en la Unión Católica.

-LLH: Entras a la Acción Católica y a esa edad ¿ya querías ser monja?

-LAC: Es que a los 13 años me convertí al cristianismo y ese fue un impacto muy especial. La conversión consistió para mí en la  sensación de que Dios existía, por eso seguí en la Acción Católica.

En la Acción Católica llegaron las Hermanas del Servicio Social,  era una congregación muy diferente del resto de las congregaciones, porque fueron fundadas por una mujer profesionista que había salido de una congregación religiosa de estas históricas, tradicionales. Ella tenía la intención de que viviéramos estructuralmente otro modelo de vida religiosa.

Entonces dijo: aquí no me van a llamar superiora ni nada, vamos a hacer un proceso de toma de decisiones colectivo. Vivimos otro modelo, otra forma de estructura de la vida religiosa, diferente a las históricas.

-LLH: Y ella te marca ¿recuerdas su nombre?

-LAC: ¡Claro que sí! se llamaba Himelda Tijerina, yo escribí su vida cuando murió.

Leonor detiene la entrevista, llama a una de sus colaboradoras para buscar el libro de Himelda Tijerina y mostrármelo para que conozca a su mentora, ella misma se para a buscar entre los estantes sin mucha suerte -regresa a la entrevista- no sin antes prometer enviarme un ejemplar.

- LAC: Con ella, inmediatamente fui consejera y muy cercana, la quise mucho. El modelo de vida religiosa que se buscaba, (era) mucho más abierto, democrático, eliminando una serie de costumbres históricas que hay en la vida religiosa, como depender muchísimo de la superiora, como el voto de obediencia, el voto de pobreza, etcétera.

-LLH: Y empiezas a ir a las comunidades

-LAC: Empiezo a ir desde los 14 o 15 años, íbamos a  dar conferencias con las comunidades campesinas de Chihuahua y a mí me gustó mucho inmediatamente, porque empecé a experimentar que había muchas cosas más en la existencia que casarte y tener hijos.

Yo quería ser libre y ser yo, tener mi propia personalidad, mi propia capacitación,  mi propia información y con Himelda teníamos el ejercicio de la libertad y ella me invitó a participar en el movimiento ecuménico, para mí fue excelente.

EL NACIMIENTO DE UNA LIDERESA RELIGIOSA FEMINISTA

- LLH: ¿Cuáles eran los  principios del movimiento ecuménico? ¿qué buscaba?

-LAC: La difusión de los principios cristianos, pero vividos en libertad. Por ejemplo, cuando la Iglesia Ortodoxa Rusa cumplió 1000 años, a mí me dieron el discurso por América Latina, fue un evento muy grande, había cerca de mil Iglesias.

En Moscú, estaba (Mijaíl) Gorbachov; y a mí me dieron el discurso por América Latina, claro que estaban furiosos porque siendo católica di el discurso por América Latina ¡y además mujer!

La oportunidad me la da la única feminista que había en la Iglesia Ortodoxa Rusa. Ahí estaban también los teólogos de la Liberación Gustavo Gutiérrez  y Leonardo Boff, era el año 1983.

Entonces fue la teología de la liberación la que nos dio la fundamentación para impulsar “Mujeres para el Diálogo” | CIMACFoto: César Martínez López

-LLH: ¿De ahí venía Himelda, de la teología de la liberación?

-LAC: ¡Ah claro! nosotras éramos un grupo joven con propuesta de vida religiosa distinta, pues cuando apareció  la teología de la liberación, dijimos de aquí somos.

-LLH: ¿En qué momento te encuentras al feminismo y lo sumas a tu vida religiosa?

-LAC: El feminismo lo había encontrado antes porque llegó la propuesta de que trabajáramos con mujeres en el año 78, parte de la congregación decía “no, es peligrosísimo porque habla del aborto”;  y además parientes de algunas hermanas les decían “no las dejen entrar con el feminismo porque es una cosa espantosa, muy peligroso”. Entonces Himelda me dijo entra, y cuando yo entré a conocer las corrientes feministas, fundo en el 79  “Mujeres para el Diálogo”.

En esta búsqueda, llego con Betsie Hollants (periodista Belga fundadora de Cidhal en 1969)  a Cuernavaca. Con Cidhal me inicié y entonces dije: este era mi lugar en la historia.

Desde que entre dije, este era mi lugar. Claro, ya había pasado de estar en el equipo con puros hombres, con Don Samuel Ruiz y la pastoral indígena, anduve con puros sacerdotes hombres y el obispo. Yo daba una opinión y nadie la tomaba, hasta que la daba un cura, entonces ¡“ah esa idea que maravillosa”! ya recibía yo esos impactos, entonces por eso cuando entré al feminismo dije este era mi lugar en la historia.

-LLH: Y casas, digamos, tu vida religiosa con el feminismo   

-LAC: ¡Sí claro! entonces fundé Mujeres para el Diálogo

-LLH: ¿Y por qué ponerle así?

-LAC: Por qué era el diálogo con las Iglesias.

-LLH: ¿Y por qué querías dialogar con las Iglesias, qué querías dialogar con la Iglesia?

-LAC: Su renovación, su aceptación de los principios feministas dentro de la Iglesia porque tú sabes que tenemos (las religiosas) un lugar secundario y hasta la fecha. O sea que el manejo del poder está en los hombres, no está en las mujeres, y todo lo que significa esta situación de opresión dentro de la Iglesia.

-LLH: ¿Y cómo recibieron toda esta propuesta?

-LAC: No pues ni siquiera me la recibieron.

-LLH: ¿Pero estabas conversando con ellos?

-LAC: No, la conversación era muy relativa porque eran participaciones como en reuniones en las que te dejan entrar, en las que no te dejan ni te voltean a ver. Es un desconocimiento  total.

Como nosotras ya habíamos asumido la teología de la liberación y la teología de la liberación sí nos fundamentaba nuestra acción, al decir, se tiene que hacer desde la gente, desde los problemas, desde el pueblo; entonces, bueno, desde las mujeres había que hacer la teología.

Entonces fue la teología de la liberación la que nos dio la fundamentación para impulsar “Mujeres para el Diálogo”. Muy pronto hicimos encuentros nacionales de mujeres cristianas para hacer la propuesta de la teología de la liberación y porque desde entonces se empezó a hacer teología de las mujeres con Ivone Gebara (teóloga feminista brasileña).

Muy pronto o al mismo tiempo, establecí la vinculación con el movimiento feminista; o sea no me quedé en términos de las mujeres cristianas y la teología de la liberación de las mujeres, no, sino que inmediatamente di el salto al feminismo.

LA REBELDÍA

-LLH: ¿Y qué te pasaba en medida que vas conociendo a las feministas y que te vas relacionando con ellas?

-LAC: Las etapas son distintas, la primera etapa es el apoyo a la comisión episcopal con los indígenas, de ahí di el salto a las Mujeres para el Diálogo.

Yo experimenté en la comisión episcopal para los indígenas el patriarcado de la Iglesia, de los obispos. Por ejemplo, una vez en una reunión sobre teología me dicen: “hermana trae la falda muy corta”; entonces le dije, señor ese es su problema.

-LLH: ¿Qué cara puso?

-LAC: Ya no dijo nada, se quedó callado. Si Himelda estaba de acuerdo de que yo trajera el vestido hasta donde se me pegara la gana, que un obispo macho me dijera algo, pues no.

Después me corrieron y me recibe Equipo Pueblo y de ahí di el salto hacia la cuestión de las mujeres, porque conocí a mujeres indígenas.

¿Cómo te gustaría que dijera el último párrafo de la biografía de Leonor Aída Concha?: Pues algo así como que ha sido feliz, por la posibilidad de vivir la libertad como la entendía | CIMACFoto: César Martínez López

-LLH: ¿Qué es hacer teología desde las mujeres Leonor?

-LAC: Es el reflexionar  a la luz del cristianismo qué es bueno  en esta temática. Es apoyar a las mujeres.

-LLH: ¿Cuál es el destino que le ves a la Iglesia Católica?

-LAC: Una transformación, en un momento dado tiene que transformarse y renovarse, si no,  pues se termina, fue algo que existió y que fue maravilloso ¿no?  Pero hasta ahí llegó si no se renueva, yo tengo la esperanza de que se va a renovar.

-LLH: ¿Cómo definirías quién es Leonor Aída Concha?

-LAC: Bueno, pues una monja revolucionaria, o sea, que no he querido dejar de ser religiosa porque esta vida religiosa me ha dado la libertad, me ha dado fundamentación.

-LLH: ¿Cómo te gustaría que dijera el último párrafo de la biografía de Leonor Aída Concha?

-LAC: Pues algo así como que ha sido feliz, por la posibilidad de vivir la libertad como la entendía.

-LLH: A las generaciones siguientes de religiosas ¿qué te gustaría decirles en términos de la libertad?

-LAC: En términos de la libertad, pues que tenemos que construir nuevas estructuras, que sean auténticamente democráticas y que permitan el ejercicio de la libertad a cada una de las hermanas,  por un lado la libertad personal y por otro lado vivencia democrática por la toma de decisiones colectivas.

-LLH: ¿Ser una buena cristiana implica ser una persona respetuosa  de la humanidad?

-LAC: Así es, centrarse las sociedades, la organización que hagamos socialmente hablando, económicamente hablando, culturalmente hablando, se centre en lo humano, en los Derechos Humanos. Entonces por lo tanto sí hay que acabar con la diferencia gigantesca que hay entre ricos y pobres. 

-LLH: Mantener la diferencia de pobres y ricos dirías ¿que es ir en contra de un precepto religioso, un precepto de Dios?

LAC.- No, no diría eso, sino que más bien lo que se ha creado por los llamados cristianos han sido instituciones que favorecen a unos cuantos, pero el cristianismo te demanda la igualdad de todos  y para las mujeres no se diga, la igualdad, el bienestar. Entonces por lo tanto otro tipo de sociedades que se centren en eso, en el bienestar humano, en eliminar las diferencias gigantescas entre ricos y pobres.



Leonor Aída Concha hace la revolución a sus 83 años de edad | CIMACFoto: César Martínez López

Cimacnoticias | Ciudad de México.-

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