José Blanco /II
La Jornada
Hace dos semanas escribí en estas páginas mi artículo
¿Por qué las matan?Difícilmente podría hacerse una relación por la dimensión de su horror, de las peores y más brutales ignominias que ocurren a la humanidad; pero sin duda un ejercicio tal pondría entre los primeros lugares todas las formas de negación y violencia de los hombres contra las mujeres. ¿Cuántas veces se habrá escrito esto? Muchos miles, pero es indispensable mantener y profundizar en el discurso feminista de esta desigualdad de salvajes.
El crimen de la ablación del clítoris, principalmente entre los
países de la África subsahariana negra. La negación de las mujeres
mediante las vestimentas llamadas burka, chador, niqab e hiyab, en
sociedades islamitas, son formas diversas de poner en condición de
invisibilidad el cuerpo de las mujeres; totalmente en el caso del burka;
en los otros vestidos dejando ver sólo una parte mayor o menor de la
cara. Y deben permanecer en silencio, especialmente cuando están fuera
de sus hogares. ¿Hay palabras para describir estas crudelísimas
aberraciones? Y, así, hay
teoríasmulticulturalistas que proponen respetar todas las culturas como forma de convivencia entre ellas. Es una propuesta extremadamente estúpida. Dejemos que esos millones de mujeres sigan siendo mutiladas e invisibilizadas para no crear diferencias entre los humanos por razones
culturales. No, una lucha que parece en sus prolegómenos, es hacer de hombres y mujeres de todas partes, seres humanos. Sociedades que tienen como costumbre de vida, prácticas como las aludidas, digámoslo con todas sus letras, no son sociedades de seres humanos. Hago referencia a los hechos de hoy, no a su explicación histórica.
Esas colectividades, que son sociedades de primates de la familia de los homínidos llamada homo sapiens,
están lejos de ser humanidad. Y a la vista de la discriminación, el
maltrato, el tormento físico y sicológico, y el asesinato de mujeres que
está presente en el resto del planeta, las demás colectividades del
mundo están tan sólo en distinto grado, también muy lejos de ser
humanidad. Los hechos detestables referidos muestran que los seres
humanos son apenas un puñado de mujeres y de hombres, una proporción
ínfima de los 7.5 mil millones de pobladores de homo sapiens del planeta.
Es posible que no sea la única, pero sí que es la más importante
condición para ser humanidad, la igualdad efectiva entre mujeres y
hombres. ¿A qué clase de igualdad hago referencia? Acudo para responder
esa pregunta a la claridad conceptual de Celia Amorós, probablemente la
intelectual del feminismo más importante de España y una de las de mayor
talla del mundo. Una filósofa valenciana que para hacer su trabajo de
profilaxis conceptual de los problemas que las y los feministas del
mundo enfrentan, remite a cada paso al pensamiento por igual de los
filósofos presocráticos, que al vasto pensamiento de la Ilustración, o a
autores como Marx, o Weber, o Hegel, o Sartre (su pensador favorito; Verdad y existencia, entre sus obras predilectas), o a Simone de Beauvoir ( El segundo sexo, otra obra de referencia de su sólido pensamiento) y mucho más.
Las vindicaciones del feminismo, dice Amorós (tomando
vindicaciónen su acepción de
recuperar o reclamar alguien lo que le pertenece), no piden otra cosa para las mujeres sino aquello que los varones mismos históricamente han definido como lo genéricamente humano. En esas definiciones la Ilustración brilló históricamente como pocos pensamientos; tal es el caso de las abstracciones, las ideas, de lo genéricamente humano. Ideas tales como las de libertad, de individuo, de sujeto, de ciudadanía… Las mujeres cuando hablan de igualdad, no quieren lo identitario masculino, algo que por lo demás sería imposible, sino quieren para ellas también lo genéricamente humano. En este sentido, dice Amorós, el feminismo es una radicalización de la Ilustración: esas ideas ilustradas, en el pensamiento y en su ejercicio práctico tiene que alcanzar por igual a las mujeres. Por tanto, las mujeres han de criticar el despotismo de sus maridos de la misma manera que los varones criticaron el despotismo aristócrata: en la base de esa crítica está la idea del individuo autónomo, libre (no entro ahora a cuestionar las limitaciones de esas ideas del pensamiento ilustrado, que hay que entender en su contexto histórico), junto con todo lo cual se construye la idea de ciudadano. Las mujeres quieren ser iguales a los hombres, en los hechos y en los derechos, pero iguales en tanto esos hechos y derechos se inscriben con total autenticidad, en lo genéricamente humano.
Si lo dicho, siguiendo el pensamiento de Celia Amorós, es correcto,
como a mí me parece, todo proceso de lucha por la democracia, ya desde
sociedades dominadas por el autoritarismo, ya desde situaciones de
democracias débiles o incipientes, ha de incluir lo genéricamente humano
para mujeres y hombres por igual, con todo el contenido que posee lo
que constituye lo identitario masculino y lo identitario femenino. Más
aún, identificados hoy los variados géneros que existen entre los sexos
femenino y masculino, lo genéricamente humano ha de abarcar a todos los
géneros por igual.
Todo indica que una alianza de todos los géneros es indispensable
para alcanzar para todos lo genéricamente humano y así entonces crear,
verdaderamente, humanidad. Estamos muy lejos de esa meta, pero tenemos
las ideas mínimas necesarias, tenemos a la vista los caminos que es
preciso andar, y un día inauguraremos el nacimiento de la humanidad.
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