José Antonio Almazán González
Policías federales el 10 de octubre de 2009 cuando ocuparon la sede de
Luz y Fuerza del Centro en Marina Nacional y Melchor Ocampo
La Jornada
Alo largo de su
centenaria historia el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME)
acumuló triunfos y soportó demoledores golpes, como el asestado a la
huelga general de 1916, pero nunca enfrentó un reto del tamaño del
decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro (LFC), promulgado por
Felipe Calderón en octubre de 2009, que lo puso al borde de la
desaparición. Siete años después de una larga lucha los saldos están a
la vista. Menos de 541 trabajadores, que representan apenas 1.2 por
ciento de los 44 mil que agrupaba en 2009, 14 mil cooperativistas y
aproximadamente 18 mil jubilados, son los resultados de la guerra
emprendida por Calderón y concluida por Peña Nieto, para imponer la
privatización en la prestación del servicio público de la energía
eléctrica.
Conservó su registro sindical pero a un costo muy elevado, avalando
en los hechos lo que combatió por décadas: la privatización eléctrica.
Del histórico contrato colectivo de trabajo del SME prácticamente no
quedó nada. Literalmente fue barrido. De un solo golpe fueron eliminadas
conquistas obreras obtenidas en décadas de lucha. Sus 120 cláusulas
fueron reducidas a 65 y en el nuevo contrato pactado con la Generadora
Fénix desapareció el derecho a una jubilación digna, por la que el SME
luchó desde su fundación en 1914, para ser sustituida por esquemas de
aportaciones individuales tipo Afores. El reconocimiento del riesgo
eléctrico, pionero en la medicina del trabajo, simplemente dejó de
existir.
La bilateralidad entre las partes que abarcaba todo el complejo
productivo y organizativo eléctrico fue reducido al remedo contemplado
en la Ley Federal del Trabajo (LFT). Un conjunto de prestaciones
sociales y económicas (ahorro, despensa, transporte, energía elécrica,
seguro sindical, vacaciones, etcétera) que todavía prevalecen en el
contrato colectivo CFE-Suterm, como también en el de Pemex-Stprm fueron
suprimidas en el nuevo contrato del SME o reducidos a los mínimos de la
LFT y los nuevos salarios electricistas fueron disminuidos a los mínimos
que ofrecen las empresas contratistas de CFE.
¿Hubo otras opciones? Sin duda. Pero en el último tramo de la lucha
la dirección del SME optó por una negociación a la baja de un pasivo
laboral de 80 mil millones de pesos. Para extinguir este pasivo el
gobierno propuso al SME entregar en comodato una parte de las plantas de
generación. Específicamente las pequeñas y microhidroeléctricas con un
valor contable de 3 mil 600 millones de pesos y la abandonada
termoeléctrica de Lechería, pero excluyendo la llamada generación
distribuida, con un valor contable de 6 mil 458 millones de pesos.
El comodato para el uso y explotación de las pequeñas hidroeléctricas
de LFC se concretó mediante una concesión de 30 años y para tal efecto
se creó la empresa eléctrica privada, la Generadora Fénix, en la cual el
SME posee 49 por ciento y la empresa portuguesa Mota Engil 51 por
ciento de su capital social. Sin embargo, sigue sin conocerse los
términos de ese comodato, el monto del capital social y las bases
constitutivas de esa empresa privada promotora de inversión de capital
variable, pues todo el proceso de negociación sigue reservado conforme a
la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, por
periodos que van de uno a 12 años. De la misma forma y como resultado de
esa negociación a la baja, el SME recibió en propiedad una serie de
predios, terrenos y naves industriales, pero sin maquinaria ni
herramientas, con un valor contable de mil 279 millones de pesos, que
fueron entregados a los trabajadores que no se habían liquidado,
mediante una cooperativa del SME.
En resumen, la negociación a la baja consistió en aceptar la
extinción del pasivo laboral, consistente en obligaciones del gobierno
federal con respecto a los trabajadores del SME, a cambio de un comodato
y propiedades que representan entre 6 y 9 por ciento del pasivo laboral
de 80 mil millones de pesos. Como consecuencia de este proceso el SME
es ahora un sindicato patrón y/o empresarial de 541 trabajadores, con
una membresía mayoritaria de 14 mil cooperativistas, hecho que la actual
LFT no contempla y un sindicato que aglutina a cerca de 18 mil
jubilados, situación que la LFT no considera.
El futuro previsible a corto y mediano plazos para la mayoría de los
miembros del SME es ahora un modelo laboral basado en trabajo precario,
parcial y temporal. Sin embargo para el nuevo socio del SME, la firma
portuguesa Mota Engil, que llegó a México asociada a las empresas
contratistas forjadas al amparo de Peña Nieto, el panorama pinta
diferente, pues su atención está enfocada en la construcción de dos
plantas de ciclo combinado, aprovechando la ubicación estratégica y la
infraestructura de terreno, líneas eléctricas, agua y gas de la derruida
planta termoeléctrica de Lechería, para insertarse exitosamente en el
mercado eléctrico mayorista en los próximos dos años.
Como colofón de este proceso la dirección del SME propuso y obtuvo la
aprobación para refomar sus estatutos sindicales y ampliar el tiempo de
duración en los cargos sindicales de dos a cinco años, argumentando que
con ello se busca dar estabilidad al proceso. Hecho inédito en los 100
años del SME que sin duda afectará su democracia interna. Hace más de un
mes, después de casi siete años, 14 mil 400 trabajadores del SME
cobraron finalmente su liquidación, conforme al laudo de la Junta
Federal de Conciliación y Arbitraje del 30 de agosto de 2010 y
convertidos ahora en socios cooperativistas siguen esperando por su
regreso al trabajo.
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