Dalila Aldana Aranda, del Cinvestav
Una almeja, por ejemplo, incluye aun los químicos que consumió, muchos cancerígenos, advierte
▲ Separación de botellas de plástico en Nezahualcóyotl, Edomex.
Convertido en pequeñísimos trozos imperceptibles a la
vista, el plástico que llega como basura a los mares y océanos y se va
degradando por el efecto del ambiente, se incorpora, con el paso del
tiempo, al organismo de los seres humanos a través de la cadena
alimentaria, pero con mayores niveles de contaminantes, muchos
cancerígenos, señala Dalila Aldana Aranda, investigadora del
Departamento de Recursos del Mar del Centro de Investigación y de
Estudios Avanzados (Cinvestav), unidad Mérida.
La especialista en oceanografía biológica, acuacultura y pesca
desarrolla desde hace varios años una investigación sobre los niveles de
contaminación de microplásticos en toda la cuenca del mar Caribe.
Encontró que éstos se incorporan a la flora y la fauna marina, y de ahí,
en el proceso de la cadena alimentaria, a los seres humanos.
En entrevista, explica que la investigación se centra en especies
indicadoras, en particular en el caracol rosa, presente en los 35 países
que baña el mar Caribe, siendo una especie endémica de la zona y
asociado al fondo marino. El hallazgo –a través del análisis de sus
heces como método indirecto que impide el sacrificio de organismos
vivos– son niveles importantes de microplásticos en el organismo de las
especies.
Señala que esta
pedacería pequeña de plásticose incorpora a las cadenas tróficas desde el plancton, que consumen estas partículas. Aldana Aranda pone el ejemplo de una sardina, que se alimenta de zooplacton, que a su vez será consumido por otro pez y éste por otro, hasta que llegue, tarde o temprano, a ser consumido por humanos.
Tras señalar que 85 por ciento de los residuos sólidos que se llegan
como basura a los mares u océanos, son plásticos, la investigadora
ganadora del Premio Nacional al Mérito Ecológico y reconocida a escala
internacional, advierte que éstos
no desaparecen como el azúcar en el agua, sino que se deshacen en pequeñas partículas que miden entre 200 micras y cinco milímetros –hay otras más pequeñas identificadas como nanoplásticos–, y se vuelven a incorporar a la vida marina, o de ríos o lagos. Ya no los vemos a simple vista, pero están ahí.
Sin embargo, alerta que estas
pequeñas partículas de plástico absorben hasta un millón de veces más contaminantes presentes en el mar; son verdaderas esponjas. Lo que más chupan son los contaminantes del bloque órgano-clorados, donde entran todos los insecticidas, fertilizantes, los agroquímicos y metales pesados.
De esta forma, si se ingiere una almeja, mejillón u ostión entero,
estamos comiendo también ese plástico que trae el animal y los
componentes químicos, muchos cancerígenos, además de las sustancias y
colorantes que se usan en la fabricación misma del plástico.
No nos escapamos nadie, dijo.
La industria alimentaria, agregó, ocupa infinidad de productos del
mar, por lo que el tema podría convertirse en problema de salud pública,
además de que hay evidencias suficientes de que estos microplásticos
también están presentes en tierra, con los mismos efectos. Asegura que
la situación es extraordinariamente grave, y exige un cambio radical en
el uso del plástico, con políticas públicas integrales y mayor
información y conciencia de la población sobre la magnitud del fenómeno.
Foto La Jornada
José Antonio Román
Periódico La Jornada
No hay comentarios.:
Publicar un comentario