Existe un concepto
que me ayuda a explicar un fenómeno social al que se están enfrentando las
niñas y adolescentes. Este concepto es la brecha de confianza, en donde se ha
identificado que la confianza de las niñas y adolescentes cae 3.5 veces más que
la de los niños durante la secundaria y la preparatoria.
Hay cifras
impresionantes como el que tres cuartas partes de las mujeres reconoce un gran
temor a equivocarse, o que la mitad de las mujeres adolescentes reconocen que
su valor está puesto en el cumplir con un estándar de belleza, o que 8 de cada
10 mujeres piden el fortalecer su confianza y seguridad.
Esto por supuesto
no es culpa ni de las niñas ni las adolescentes, esto tiene que ver con dos
grandes raíces. Por un lado, la educación y los mensajes que les damos a las
niñas, y por el otro, la sociedad en la que crecen y en la que están
desarrollándose.
Hay tres grandes
errores que afectan la confianza de las niñas a través de la educación que les
damos: el primero es poner estándares altísimos, compararlas con celebridades
como Malala, o darles frases como “atínale a la luna”, “tú piensa en alto”,
“piensa muy en grande”. Regularmente lo hacemos creyendo que esto las motivará,
cuando en realidad esto llena de miedos a las niñas, pues creen que tienen que
ser súper poderosas y temen equivocarse.
El segundo mensaje
que reciben las niñas, que impacta su confianza, tiene que ver con el que
solemos poner nuestra atención en sus logros y no en el proceso de intentar. En
el intento es donde se desarrolla la confianza.
Solemos enfocarnos
en los logros y los reconocimientos y no en el intento que tiene que ver con el
tercer error. Existen prejuicios generalizados que sostienen que las niñas son
frágiles y delicadas, lo que impactan las conductas de cuidadores y el trato
que les dan a ellas pues al creer esto, incentivan mucho menos a las niñas a
salir a explorar, experimentar e incluso a equivocarse. Regularmente no
enseñamos a las niñas a arriesgarse, y al no hacerlo, limitamos sus
oportunidades para probarse a ellas mismas, y desarrollar nuevas habilidades
que fortalezcan su auto-confianza.
Ahora, existen
también tres situaciones que afectan la confianza en las niñas, que tiene que
ver con la sociedad en la que crecen. Rachel Simons, una mujer que ha trabajado
desde hace muchos años en fortalecer la confianza de las mujeres jóvenes,
señala que la brecha de confianza es un impuesto que están pagando las niñas al
crecer en una sociedad que aún es inequitativa. Ella identifica tres
situaciones que afectan la confianza en las niñas. La primera es un trato
sexista, es decir un trato diferente entre hombres y mujeres, que suele
discriminar a las niñas y sus talentos.
Tengo una anécdota
respecto a eso: durante la preparatoria mi mamá y papá me enseñaron durante
varios años a manejar en carretera, pero cuando llegó el momento de estar en la
universidad y yo me ofrecí a manejar el coche para salir de puente, mis amigos
dijeron que yo no debía de manejar porque era mujer y por lo tanto no sabía
manejar en carretera. Sin conocer mis habilidades, ya dudaban de ellas solo por
el hecho de ser mujer.
Lo alarmante del
sexismo y las discriminaciones que legitima, no solo es la desvalorización de
las habilidades de una niña o mujer, sino también, la interiorización
individual de sentirse incompetente.
La segunda razón
social que afecta la confianza en las niñas, es que no hay mujeres o un gran
número representadas en las posiciones de poder. Siguen siendo minoría en los
lugares donde se toman decisiones y en los lugares en donde se representan
estas mujeres, como en la política, la educación y la economía.
Ahora, el tercer
suceso social que afecta la confianza en las niñas, tiene que ver con los
medios de comunicación, donde continuamente están bombardeando a las niñas con
imágenes de mujeres semidesnudas e hipersexualizadas. Esto envía el mensaje a
las niñas de que su valor y poder está puesto en el cumplir con este atractivo
definido por la sociedad. Aspirar a cumplir dichos estándares, afecta
considerablemente su auto-imagen y seguridad.
A diferencia de lo
que comúnmente se cree, la autoconfianza no es valorar lo que somos. Esa
definición le corresponde a la autoestima. La confianza es tener la certeza de
que se cuentan con los recursos personales para cumplir una meta o tarea de
manera exitosa. Es un músculo que tiene que ejercitarse, tomando pequeños
riesgos que permitan a la persona probarse en situaciones novedosas, mientras
desarrolla habilidades para vivir dicha experiencia.
Confiar en las
capacidades de las niñas e invitarlas a que experimenten cosas nuevas y se
aventuren a aprender nuevas habilidades, aunque los resultados no sean
perfectos, les dará las bases para saberse capaces de sobrepasar los posibles
retos que se vayan presentando en su vida y poder contrarrestar los costos de
crecer en una sociedad inequitativa.
*Defensora de los
Derechos Humanos, escritora y divulgadora con más de 13 años impulsando el
desarrollo humano con perspectiva de género con audiencias académicas,
gubernamentales y corporativas.
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