Francisco Colmenares
La Jornada
Rastrear el origen de
las masacres, guerras, invasiones, golpes de Estado, sus inspiradores y
protagonistas siempre ha sido un reto. Cada triunfador se dedica a
borrar rastros que permitan reconstruir los hechos, sembrando una y otra
vez huellas falsas con destinos y destinatarios que los presenten como
héroes, salvadores,
padresde los pueblos.
En un reporte policiaco con una fecha que parecía lejana entonces, 12
de abril de 1966, Miguel Nazar Haro relataba al C. Director de la
Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez Barrios que:
“El Partido Obrero Revolucionario, Sección Mexicana de la IV
Internacional Trotskista (PORT), realizó una reunión de varios días que
denominan ‘ampliada’, la cual se inició a las 8.00 horas del día 8 y
terminó a las 22.00 horas del día 10 del presente mes…
“Esta reunión estuvo presidida por el argentino que como periodista usa el nombre de Adolfo Gilly y escribe en la Revista Montly (sic) Review de los Estados Unidos, como militante trotskista usa indiferentemente los seudónimos de Lucero y Lucas, Alfonso Lizárraga Bernal, cuyo seudónimo es el de Joel y el doctor Baldomero Rodríguez Tique Nestor. Asistieron a este ampliado Gildardo Islas Carranza Heraclio, Sergio Garcés Estrada Dante, Carlos José Ferra Martínez Simón, Federico Rivera Rivera Mario, Manuel Suárez Jiménez Aurelio, Francisco Colmenares Jr. Javier…
“El primer día de trabajo lo basaron en estudiar la situación
internacional, así como el intercambio de militantes trotskistas de esta
sección con otras de otro país, donde se requiera la presencia y la
ayuda necesaria para un movimiento revolucionario acorde a sus fines
ideológicos, principalmente enfocaron la situación propicia en la
República de Guatemala, para continuar enviando elementos de esta
sección, para reforzar el movimiento del Trece de Noviembre que dirige
Marco Antonio Yon Sosa.
El segundo día de trabajo lo dedicaron al estudio político nacional y llegaron a las resoluciones: Intervenir en cualquier situación de diferencias políticas nacionales, sindicales o estudiantiles con el objeto de agitar profundamente cualquier problema para poder llegar a la meta final que es el de derrocar al gobierno del presidente Díaz Ordaz. Se acordó sabotear las próximas Olimpiadas que se realizarán en 1968.
Cuando Adolfo Gilly leyó copia de este escrito que le compartí, escribió lo siguiente el 29 de mayo de 2011:
“Es el documento que conocía y había perdido. Es una clásica amalgama
policial, parece salido de los archivos de la policía zarista o
francesa del siglo XIX…
“… Respecto a la frase: ‘Se acordó sabotear las próximas Olimpiadas
que se realizarán en 1968’, salvo GDO y la policía, nadie tenía en mente
en abril de 1966 que dos años y medio después iba a haber Olimpiadas.
Es decir, ya desde entonces los servicios esperaban una provocación, y
cuando vino el movimiento vieron confirmadas sus ‘sospechas’. A menos
que ya desde entonces estaban, ellos, preparando una provocación y les
vino de perilla el movimiento estudiantil para montarla en Tlatelolco,
cuando ya el movimiento iba de salida. Pero el hecho es que, desde abril
de 1966, al menos, lo tenían en la cabeza.
“Pero, sobre todo, lo de ‘llegar a la meta final, que es la de
derrocar al gobierno del presidente Díaz Ordaz’, está puesto allí para
fundamentar el proceso por ‘conspiración’ que después montaron en
nuestro proceso y por lo que nos mantuvieron seis años presos, lo mismo
que lo de las Olimpiadas, pues serían las únicas acciones penalmente
punibles de las cuales se habría hablado. Totalmente absurdo hasta como
montaje.”
Días después del escrito de Nazar Haro, en la madrugada del 20 de
abril, agentes de la Dirección Federal de Seguridad aprehendieron a
Adolfo Gilly, Óscar Fernández Bruno, Teresa Confreta de Fernández,
Leocadio Zapata Múzquiz, Gildardo Islas, Ramón Vargas, Sergio Garcés.
Fue la primera de las cuatro acciones policiacas que se emprendieron en
ese año contra el PORT y de la agresiva persecución hacia militantes de
otras organizaciones de izquierda, como en la que militaba Víctor Rico
Galán, recluyéndolos en Lecumberri.
No obstante que el impacto de la actividad de las organizaciones
perseguidas por el gobierno era marginal en los movimientos sociales, la
campaña manejada a nivel gubernamental las colocaba como una amenaza
máxima para el país y sus instituciones, colocando a los gobiernos de
Cuba, de la Unión Soviética y China como su principal soporte y fuente
de financiamiento. Sin embargo, lo que sí acontecía entonces eran los
enfrentamientos de las diversas tendencias al interior del gobierno que
se preparaban para la sucesión presidencial. En efecto, “… Philip Agee,
de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), tenía
información de que, desde 1966, el entonces titular de Gobernación
aspiraba a suceder a Díaz Ordaz”.
Ninguna de las dos
resolucionesque menciona Nazar Haro fue adoptada en la reunión realizada en el mes de abril de 1966. La relacionada con el presunto sabotaje a las Olimpiadas de 1968 jamás fue invocada en las acusaciones que se formalizaron a través del Ministerio Público. Tampoco fue motivo de campaña o consigna en alguno de los escritos de los trotskistas entre 1966 y 1968.
Desde tiempos que parecían lejanos, un agente clave como era Miguel
Nazar Haro, de la máxima confianza de Fernando Gutiérrez Barrios, éste a
su vez, del titular de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, comenzaba
la siembra para preparar el terreno de las calificaciones y
descalificaciones de los contendientes en la sucesión presidencial.
Finalmente, frente a su impotencia para doblegar la rebeldía del
movimiento estudiantil de 1968, todos se unificaron ante el crimen de
Estado del 2 de octubre.
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