Foto: El catedrático de Derecho Constitucional Octavio Salazar. / Jesús Pérez Pagés
Poder & Sexualidad
Entrevista a Octavio Salazar, catedrático de Derecho Constitucional sobre la falta de educación afectivo-sexual entre los jóvenes |
Luchar
contra la masculinidad tóxica escribiendo libros, dando conferencias e
impartiendo clase, es la tarea en la que cada día se afana Octavio
Salazar Benitez. Una faena ingente ya que, tal y como este jurista
cordobés reconoce, hay un dique de contención estructural impuesto y
cimentado en la sociedad patriarcal que se resiste a caer y que sin
embargo gracias al feminismo está resquebrajándose.
“Gracias
a la capacidad de movilización del feminismo o, mejor dicho, de las
mujeres feministas, y al fruto que va produciendo un trabajo continuado
de siglos tanto a nivel teórico como práctico la brújula de la sociedad
está dejando de apuntar en dirección a la desigualdad”.
Una brújula que tal y como apunta el autor de #WeToo, “hay que llevar
siempre apuntando en la dirección de la igualdad real”, y que significa
hacer una constante pedagogía a través de la palabra. Hay que recuperar
el valor que supone conversar y dialogar, dedicándole el tiempo
necesario para desmontar prejuicios y falsedades”, explica a
cuartopoder.es.
“Yo
creo que uno de los principales enemigos, al margen claro de la alianza
de la derecha, el capitalismo y el patriarcado, es el excesivo ruido
que hay en el ambiente. Y tengo la sensación de que, con frecuencia,
sobre todo en las redes sociales, gana la partida el ruido, el odio y la
crispación”.
Pero además de estos factores el catedrático de Derecho Constitucional
considera que hay una clave que explica que el machismo siga mandando.
“En
el plano más político e institucional creo que el feminismo sigue sin
tomarse en serio. Hay mucho postureo al respecto y pocos compromisos
rigurosos en las políticas públicas que se adoptan, en los estilos de
liderazgo y en las prioridades con las que se actúa a nivel
institucional.
No
creo que el feminismo haya penetrado en las instituciones. En el mejor
de los casos, ha atravesado solo mínimamente la puerta de entrada”,
recalca.
- Cuando hablas a los jóvenes en las charlas ¿Qué caras ves? ¿Cuál es la
diferencia cuando conversas con ellos a cuando lo haces con ellas?
-
La principal diferencia es que ellas, y eso es algo que sobre todo
vengo detectando en los últimos tres años, cada vez tienen las cosas más
claras. Tienen asumido cierto discurso feminista y están muy
movilizadas ante cualquier debate que tengan que ver con ellas. Ellos,
sin embargo, siguen pensando mayoritariamente que lo que cuento no va
con ellos, algunos se sitúan a la defensiva y es mucho más complejo
hacerles ver que el feminismo es también una propuesta que nos interpela
a nosotros.
Ahora bien, marcada esta diferencia, cuando entramos a cuestionar lo
relativo a las relaciones afectivo-sexuales, así como lo que tiene que
ver con los imaginarios colectivos que tienen como referentes, compruebo
que ellas y ellos son esclavas y esclavos del amor romántico, de las
presiones de las nuevas tecnologías y del individualismo/narcisismo que
alimentan las redes sociales.
Y
ahí sí que tenemos un serio obstáculo para avanzar en materia de
igualdad. Me doy cuenta que, por ejemplo, en materia de identidad
sexual, tienen muy asumida la lógica individualista de lo queer y de los
deseos por encima de todo, sin que juegue un papel lo colectivo y
estructural. Parecen gozar de muchas libertades en materia de
sexualidad, pero en realidad reproducen y aumentan esquemas machistas y
poco o nada emancipadores.
- ¿Cuál es el mensaje que necesitan escuchar ellos para poder empezar a ver todo lo que supone el machismo?
- Yo creo que el mensaje es doble. De una parte, hay que explicarles lo
que es y ha sido el feminismo, para desmontar mitos y prejuicios.
Conectándolo con la democracia y la justicia social. Hace falta mucha
pedagogía. De otra, hay que plantearles un doble reto: la asunción de la
parte de responsabilidad que como sujetos privilegiados tenemos y la
necesaria revisión personal que tenemos que hacer como hombres y que,
sin duda, nos va a permitir ser mejores tipos y tener relaciones más
saludables con los demás, y muy especialmente con las mujeres. Y sobre
todo es necesario que no sientan que se trata de una guerra contra
ellos.
- ¿El primer paso para salir de la zona de confort del machito por dónde se da?
-
No creo que haya un manual de instrucciones o unas reglas que sirvan a
todos por igual. Me temo que cada individuo puede vivir este proceso de
“deconstrucción” de diferentes maneras e impulsado por distintos
motivos. A mí me parece clave, al menos para mí lo ha sido, el papel que
juegan las mujeres que están en nuestras vidas, en la familia, como
amigas, o profesoras, o parejas. Si estas mujeres tienen una praxis
feminista, es mucho más fácil que los hombres que están en ese entorno
empiecen a cuestionarse cosas y se vean obligados a colocarse en la
incomodidad que supone dejar atrás privilegios. Si además de eso, haces
lecturas que te abren los ojos, escuchas a maestras que te ofrecen otra
mirada sobre la realidad, la puerta se abre.
- La carencia de educación en igualdad es tal que lo más básico, diferenciar sexo de género es algo que se tiene que explicar…
- Es que por mucho que se haya hecho en este país en materia educativa,
que me parece que ha sido más el resultado de voluntades concretas que
de un auténtico compromiso institucional, sigue faltando la
incorporación de esta educación para la ciudadanía. Y eso no solo
implica que se introduzcan estas materias en los currículos educativos,
que también, y que se abandone esa vaguedad de lo transversal, sino que
también tengamos educadores y educadoras formados y sensibilizados en
todos los niveles, desde la educación infantil hasta la Universidad.
Y
no digamos todo lo relativo a la educación afectivo-sexual, que sigue
siendo una especie de tabú en la escuela y en las familias, y que justo
ahora, con todo lo que está pasando, debería ser de atención
prioritaria, tanto como enseñar matemáticas o lengua.
- ¿Dirías que en lugar de sexo y amor hay sumisión y violencia en las relaciones sexuales de la juventud?
-
Yo sostengo que en general los hombres tenemos un serio problema con la
sexualidad. Seguimos entendiéndola como un espacio más de los muchos en
los que ejercer el poder, en el que demostramos nuestra hombría y en el
que por supuesto no entran en juego elementos como la empatía o el
reconocimiento del otro o de la otra. Sigue prevaleciendo la concepción
de que ellas existen para darnos placer, para satisfacer nuestras
necesidades y que ello se traduce en un derecho de propiedad sobre sus
cuerpos y capacidades. Es la base del contrato sexual que me temo sigue
estando vigente, y que ahora se proyecta en los excesos de la
pornografía online y por supuesto en ese mercado global que es la
prostitución.
No hay más que ver series que están teniendo mucho éxito entre los más
jóvenes, como la española Élite, o a otro nivel, Euphoria, para detectar
cómo están viviendo la sexualidad y la relación con sus cuerpos y con
los de otros y otras. Si enlazamos estos imaginarios con datos como los
del último Informe de la Fiscalía General del Estado que alerta del
aumento de agresiones sexuales, incluso entre menores, tenemos el
diagnóstico completo.
- ¿Poseer un pene da siempre la posibilidad de lograr cualquier cosa?
-
Como dice el cómico británico Grayson Perry, nacer hombre supone nacer
con un billete de lotería en el bolsillo que siempre toca, a algunos les
toca el gordo, pero a casi todos la pedrea. Efectivamente, el modelo
social y cultural que seguimos habitando parte de la supremacía
masculina y del reconocimiento inmediato, por el hecho de ser hombres,
de nuestro poder y autoridad. Vosotras seguís teniendo que demostrar el
doble vuestra valía. A nosotros se nos supone el mérito y la capacidad, y
no se cuestiona, por algunos que hayamos ocupado históricamente el
poder con una cuota del 100%. Los mensajes que siguen recibiendo
mayoritariamente los niños, a diferencia de las niñas, son de
empoderamiento permanente, preparatorios para la acción, para los
logros, para la competitividad y el éxito. Se nos educa para el heroísmo
y el liderazgo. Para la verticalidad.
- El machismo se empeña en negar la diversidad. ¿Salir del armario
sigue siendo un ejercicio de valentía ante una sociedad que impone el
modelo mde Ronaldo o Mario Casas?
- Creo que hemos avanzado mucho, pero todavía me sigo encontrando,
incluso entre mi alumnado de la facultad, miedos ante lo que supone
mostrarte ante los demás como eres. Es como si todavía estuviera muy
presente esa idea de que ser gay es traicionar las expectativas de
género.
Y
eso es por ejemplo más acusado en el ámbito rural. Hacen falta más
referentes en contextos muy masculinizados, y también hacen falta
referentes, aunque cada vez los haya más, de chicas lesbianas. Me temo
que el movimiento LGBTI, en líneas generales, adolece de buena parte de
los males que aquejan a la sociedad, es decir, un excesivo
individualismo, una mercantilización obscena y un tufo machista que
demuestra que ser maricón no te hace necesariamente feminista.
- En tu libro #Wetoo hablas de la correlación de fuerzas, de los
dividendos patriarcales…En esas cuentas la resta siempre está en el
marcador de las mujeres. Sin embargo, muchas jóvenes tienen claro que no
quieren machos si no hombres de verdad…
-
Eso lo cantaba Alaska hace décadas, que buscaba un hombre de verdad.
Pienso que es justo eso lo que tenemos que derribar, esa expectativa de
ajustarte a un patrón de género, y por tanto cargado de condicionantes
culturales y políticos. El objetivo ha de ser acabar con los géneros.
Por eso no creo que haya que buscar nuevas masculinidades, sino acabar
con la masculinidad, que siempre será un eje desde el que se construirá
la feminidad como algo devaluado. Eso es lo que hay que desmontar.
- ¿El superhéroe al que aspiran ellos es más violento al de pasadas generaciones?
-
No sé si más violento, lo que sí es cierto es que tal vez use otras
estrategias violentas no tan evidentes. Tal vez no es el superhéroe que
empuña una espada, o una pistola o que tiene superpoderes a la vista de
todos, sino que es un individuo varón que usa a su favor todas las
estrategias que el patriarcado pone a su servicio. Y que, por ejemplo,
usa el cuerpo y las capacidades de las mujeres para satisfacer sus
deseos, aunque lo revista bajo el dogma de la libertad y de un clima de
liberalización sexual que, aunque ellas no sean conscientes, sigue
dándonos a nosotros el dominio. Creo que el reto esencial de este siglo
son las violencias sexuales y cómo los chicos entienden que su cuerpo es
un arma de guerra, no tanto para matar, sino para controlar y dominar.
- ¿Se necesitan hombres que se sumen a la lucha por la igualdad?
- Cada vez estoy más convencido de que mientras que los hombres no
movamos ficha, por mucho que las mujeres feministas peleen y conquisten
espacios, las estructuras de poder seguirán inamovibles. Y eso es una
tarea que nos corresponde hacer a nosotros, desde lo más pequeño de
nuestras vidas hasta lo que tiene que ver con las dimensiones más
políticas e institucionales.
Sin
ese compromiso y sin esa praxis, me temo que la igualdad real tardará
unos cuantos siglos más en alcanzarse. E insisto, creo que el feminismo
no es una identidad sino más bien una praxis, es decir, lo relevante no
es tanto ser feminista sino actuar como feminista. Y me parece que
estamos en un momento donde corremos el riesgo de reducirlo a una moda, a
una identidad o una opción individual. Y el feminismo, al menos como a
mí me lo han enseñado las mujeres de mi vida, es político y pone el foco
en las estructuras de dominación.
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