Ahora frente a los senadores, el titular de Hacienda, Arturo Herrera, reitera que el gobierno federal ha puesto en marcha
una política anticíclicapara enfrentar la desaceleración económica, pero todo indica que hasta ahora el resultado no ha sido el esperado. Probablemente tal acción no ha madurado y, por lo mismo, no se observan resultados tangibles.
En vía de mientras, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el
Crecimiento Económico analiza la coyuntura y de sus resultados se toman
se toman los siguientes pasajes, no sin antes mencionar que para este
organismo
de enero a agosto se ha observado un debilitamiento progresivo de los ingresos públicos, tanto tributarios como petroleros, y el resultado ya se conoce: contracción en el gasto e inversión pública a fin de alcanzar el equilibrio contable y el superávit comprometido para no incrementar el nivel de deuda previa.
La economía nacional no muestra señales de reactivación y los
ingresos tributarios registran un descenso sostenido, de tal suerte que
la evolución de las finanzas públicas muestra que el débil desempeño se
mantiene.
El resultado se conoce: una contracción en el gasto e inversión
pública a fin de alcanzar el equilibrio contable y el superávit
comprometido para no incrementar el nivel de deuda previa. El problema
es que ello se logra sin crecimiento económico, una lógica similar a la
de los pasados 40 años: para subsanar la reducción de ingreso se ajusta a
la baja la inversión productiva del sector público, lo que constituye
una mala noticia para la 4T, pues con ingresos a la baja ¿cómo podrá
mantener sus objetivos de mayor gasto social?
Además, a partir de 2021 el costo financiero y los compromisos
derivados del sistema de pensiones elevarán sus requerimientos, es
decir, será necesario destinar una cantidad superior de recursos para
hacerles frente. ¿Cómo se podrán obtener más ingresos en una economía
que exhibe un crecimiento de cero por ciento?
El recorte en la inversión física instrumentado en los últimos años
cancela la posibilidad de acelerar el crecimiento económico, una factura
que la 4T intentará pagar en forma de mayor gasto social: para subsanar
la falta de empleo e inversión buscará aumentar las transferencias que
realiza al sector marginado de la población. No obstante, hay un límite.
Sin un ingreso superior que sea producto del crecimiento económico sólo
le quedará el camino de aplicar misceláneas fiscales recaudatorias en
2020 y 2021, así como un aumento de impuestos en la reforma fiscal
anunciada para la segunda mitad del sexenio.
Con ello, México irá en contrasentido de lo que se aplica en otros
lugares del mundo: una política fiscal y monetaria expansiva que busca
contener la desaceleración económica que ya se observa. Por el
contrario, aquí no existe una coordinación de política económica que
busque expandir el crecimiento: la política fiscal es restrictiva y la
monetario (Banco de México) resulta expansiva. El efecto neto puede ser
que se nulifiquen y que la desaceleración productiva siga avanzando. La
4T heredó un saldo social producto de la baja actividad económica y la
informalidad. Por ello, contener el gasto y la inversión pública es dar
continuidad a la política de los gobiernos neoliberales.
En otro orden, tremenda resultó la limpia en Pemex Comercio
Internacional (PMI): mandaron a paseo a 10 directivos, porque, dijo el
presidente López Obrador, esa empresa del Estado
se convirtió en una sociedad anónimay sus funcionarios
estaban distantes completamente del gobierno. En el puro business, pues.
Las rebanadas del pastel
Eduardo Medina Mora mordió el polvo: presentó su renuncia
como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mientras la
Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda le pisa
los callos por presuntos actos de corrupción. Consentido de los
gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto, este personaje se va –o lo van–
11 años antes de concluir su cargo en el máximo tribunal de la nación.
¿Tendrá listo el avión?
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