Lamberto y Enrique González Ruiz
Es difícil para la desnuda verdad
competir con la siempre adornada mentira.
Los pueblos tienen derecho a saber
No hay sociedad en la que no se violen los Derechos Humanos. El catálogo de éstos es muy variado y además están en permanente evolución, de modo que es imposible satisfacerlos todo el tiempo a todas las personas. Por ello, su cumplimiento pleno se inscribe entre las aspiraciones de la humanidad. Igual que la justicia, la democracia y la libertad.
Pero las violaciones a esos Derechos Humanos son distintas de acuerdo con las circunstancias de lugar y de momento. Varían según el tipo de organización social, las particularidades de la distribución de los bienes materiales y las instituciones políticas existentes y su forma de funcionamiento. En casos extremos, tales violaciones constituyen agravios de gran magnitud para los gobernados, al grado de que ponen en riesgo la estabilidad de la sociedad.
La humanidad ha conformado estructuras de pensamiento basadas en su deseo de alcanzar la felicidad. Conforme a esas estructuras, ha creado normas e instituciones con las que pretende regir la vida en sociedad. Por eso, ha catalogado las conductas más dañinas como ilícitas y las prohíbe y sanciona de forma severa. Las más reprochables de ellas son las que caracteriza como de lesa humanidad.
Quien ofende los Derechos Humanos es el titular del poder. En vez de proteger a la sociedad, la oprime y la reprime con propósitos de conservación de la hegemonía y de acumulación de riqueza. Cuando eso ocurre, generalmente va acompañado de la impunidad, por lo que la sociedad pugna por saber la verdad como necesario antecedente de la justicia.
La Verdad como derecho Humano
Mientras en otras latitudes la verdad histórica y jurídica se abre paso, expresada en sentencias judiciales contra militares que perpetraron atrocidades contra su población, en México sigue imponiéndose la mentira. No hemos sentado en el banco de los acusados a ningún criminal de los que han atentado contra la humanidad. Ni a los responsables de la matanza de Tlatelolco, ni a los del 10 de Junio de 1971, ni a los de Aguas Blancas ni a los de El Charco.
Tampoco hemos tenido capacidad para echar abajo mentiras tan descomunales como la que dijo Felipe Calderón al asegurar que doña Ernestina Ascencio murió de una gastritis crónica no atendida. O la del suicidio disfrazado de homicidio con el que se quiere resolver el asesinato de Digna Ochoa.
Por eso, urge reivindicar la Verdad como un Derecho Humano cuando se trate de violaciones graves a la dignidad y a la integridad de las personas; esto es, en casos como los que mencionamos como ejemplos de impunidad.
Internacionalmente, en el 2005 todavía se decía que el Derecho a la Verdad consistía en conocer el paradero de la víctima. Hoy en día se ha avanzado en su conceptualización y se le define como aquel que implica el derecho a solicitar y obtener información sobre: las causas que dan lugar al trato injusto que recibe la víctima; las causas y condiciones relativas a las violaciones; los progresos y resultados de la investigación; las circunstancias y los motivos por los que se perpetraron los hechos; las circunstancias en que se produjeron las violaciones; y, en caso de fallecimiento, desaparición o desaparición forzada, la suerte y el paradero de las víctimas; y la identidad de los autores. Como se advierte, la evolución es muy positiva.
Además, es universalmente reconocido que el Derecho a la Verdad es inalienable y autónomo, por lo que en ninguna circunstancia puede ser suspendido por los titulares del poder del Estado.
La Verdad puede conocerse por medio de una Comisión ciudadana
No es sencillo alcanzar la Verdad, en los terrenos jurídico e histórico. El poder se encarga de borrar los rastros de sus atrocidades, pues normalmente se hace pasar como respetuoso de las leyes y de los derechos de sus gobernados. No hay un solo Estado que no se diga sometido a las normas legales. Y particularmente, el Estado mexicano tiene la costumbre de firmar cuanto instrumento jurídico de Derechos Humanos le ponen enfrente, aunque luego no los cumple.
Hemos llegado al absurdo de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que hace tiempo perdió respetabilidad, analizó si era o no procedente cumplir con las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y aun cuando decidió que sí, todavía el Ejecutivo Federal no las acata.
Lo anterior da cuenta de lo complejo que es llegar a la Verdad y que hasta los mejores instrumentos pueden fallar.
Pero entre los medios que se han utilizado con ese objetivo, consideramos que el que mejor puede cumplir el objetivo es la Comisión de la Verdad, aunque debería tener características especiales:
1. Ser ciudadana en dos sentidos: a) estar compuesta por personas de reconocida trayectoria en la defensa de los Derechos Humanos, sin cargos de poder ni de dirección partidaria; y b) ser vigilada y apoyada por los organismos no oficiales de Derechos Humanos.
2. Ser honorifica, para que sus integrantes no fuesen parte del aparato del Estado.
3. Contar con facultades legales para preconstituir pruebas, que luego sirvan de base al ejercicio de la acción penal por el Ministerio Público.
4. Disponer de respaldo técnico en materia jurídica, psicológica y forense.
5. Gozar de plena autonomía en sus decisiones, que deben ser públicas.
México puede ser pionero en el tema al establecer legalmente el Derecho a la Verdad y crear una Comisión que trate del alcanzarla.
11/julio/11.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario