Portia Crowe entrevista a la abogada y activista UNITY DOW
Unity Dow Crédito: Devra Berkowitz/ONU | |
Nacida en Botswana, Dow es abogada y activista por los derechos humanos, y fue la primera mujer en desempeñarse como jueza en su país. Ahora cumple su segundo mandato como integrante de la Comisión Internacional de Juristas, y preside su Comité Ejecutivo.
IPS dialogó con ella en ocasión del informe "El progreso de las mujeres en el mundo: En busca de la justicia", presentado por ONU Mujeres en Nueva York.
IPS: Su historia figura de modo destacado en el primer informe en la historia de ONU Mujeres. ¿Qué mensaje cree usted que transmite a las mujeres de todo el mundo?
UNITY DOW: Pienso que es importante que la gente que la lea vea que, en definitiva, yo no soy única o especial. Y también, supongo, que se den cuenta de que el motivo por el que yo lo logré tiene que ver con mi familia --mis padres, mis hermanos--, que es fuerte y me apoya, que siempre estuvo en cada comparecencia judicial, cuando yo lloraba, y también cuando estuve feliz por el resultado.
IPS: Usted trabajó junto con ONU Mujeres. ¿Qué espera de esa agencia para los próximos años o décadas?
UD: No creo que se pueda subestimar la creación de esta nueva agencia, por el impulso, la fuerza y el poder que da a las mujeres. (Y esto) incluso antes de que hablemos sobre cuánto dinero tiene o de quién está a su frente; y yo pienso que (la entidad) es muy, muy afortunada de tener a la líder que tiene (la ex presidenta chilena Michelle Bachelet).
Espero que (la agencia) genere una nueva energía en torno a los asuntos femeninos. La clase de energía que logramos en torno a (la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, que se celebró en 1995 en) Beijing, que de algún modo empezó a apagarse, (así que espero que ahora) se le vuelva a dar poder.
Y también obligar a los gobiernos a tener programas específicos sobre las mujeres, porque ahora hay una agencia de ese nivel que es responsable, que va a formular preguntas y a comprometerse con los gobiernos, y eso es bueno.
IPS: El tema central del informe es la justicia, y usted ha dedicado su vida al sistema judicial. ¿Por qué cree que el sistema judicial y el legal son tan importantes en el empoderamiento de las mujeres?
UD: Porque el sistema legal no se trata solamente de crear marcos, sino también de brindar soluciones (…). Si una tiene una ley que dice que no se puede discriminar a las mujeres, eso no cambiará con el paso del tiempo, pero el hecho de que la ley exista hace que, con el tiempo, cambien las actitudes, porque crea una norma y destruye otra negativa que estaba en vigor.
Y segundo, si hablamos sobre la violencia contra las mujeres, sobre el empoderamiento económico, sobre cualquier cosa, se necesita un sistema judicial al que las mujeres puedan recurrir para hacer cumplir sus derechos. Así que es básico.
IPS: Usted fue jueza de la Suprema Corte, pero se retiró y empezó a ejercer la abogacía de modo independiente. ¿Cree que es una manera más efectiva de llegar a las mujeres, o simplemente fue una decisión personal?
UD: Fui jueza durante 11 años y medio y aprendí mucho. Pero también sentía que no controlaba mi vida, porque una se sienta allí a esperar que los casos lleguen. Cuando me designaron fui la primera mujer que se desempeñaba como jueza y el argumento fue: "Mire, necesitamos mujeres en los poderes que implican toma de decisiones; usted no puede rechazar este puesto". Yo entendí eso y pienso que fue bueno haber aceptado.
Pero después de un tiempo me di cuenta de que de todos modos se necesita gente que presente las demandas correctas en tribunales. Se necesitan jueces bien formados, pero también abogados bien formados y sensibles a las cuestiones de género, que puedan hacerlo. Y yo no sentía que eso estuviera ocurriendo, por eso renuncié para hacer la clase de trabajo que hacía antes.
IPS: Usted también es novelista. Acaba de mostrarme su último libro, "Saturday is for Funerals" (El sábado es para los funerales). Se trata del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), que es un problema muy serio en Botswana. ¿Cree que se trata de un asunto específicamente de las mujeres? ¿Cómo afectará un mayor empoderamiento femenino a la situación de esa enfermedad?
UD: No es un asunto de las mujeres, sino de género. Cuando los padres fallecen, dejando hijos pequeños, alguna mujer aparece y se hace cargo de ellos. Así son las cosas: las mujeres cuidan a los hijos de familiares que murieron. También es una cuestión de género, porque si las mujeres no tienen poder económico es más probable que participen en conductas de riesgo, y por lo tanto contraigan VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida).
Y además es un asunto de género porque cuando la gente muere joven, dejando hijos, hay toda clase de cuestiones relativas a la herencia y toda clase de leyes que entran en juego para definir quién tiene derecho a heredar qué. En casi todo el mundo, y también en Botswana, las cuidadoras profesionales –enfermeras, trabajadoras sociales—son mujeres. Así que esas profesiones en particular se ven recargadas por el VIH/sida y esto se vuelve un asunto de género.
Si una tiene más poder, si gana lo suficiente como para vivir bien, si tiene la capacidad de tomar decisiones sobre su propia vida, es menos probable que se case solamente por dinero, que participe en esas actividades (de riesgo), o que él la deje y deba hacerse cargo de los hijos.
La educación da más poder a las mujeres: con ella son más capaces de negociar una relación, de terminar relaciones que las dañan y de no transigir.
(FIN/2011)
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