Se trata de un documento, en muchos sentidos provocativo y que no sólo nos mueve al debate y a la discusión, sino a analizarlo con mucho detenimiento.
Los datos sobre los que sostiene Damien Cave su argumentación es, por un lado, que el último Censo de Población mostró cuatro millones más de personas, y esto puede ser resultado de que los migrantes potenciales decidieron mantenerse en el país. Por otro lado, están los datos del Pew Hispanic Center y de otros expertos que señalan que los flujos de migración indocumentada se han reducido drásticamente en los años recientes. El autor da un peso clave a la cuestión demográfica al señalar una importante reducción de la tasa de natalidad, lo que ha provocado que los buscadores de empleo que antes se contaban en un millón por año, a partir de 2007 hayan disminuido a 800 mil personas y se espera que para el año 2030 alcance solamente 300 mil personas. Por otro lado, el producto interno bruto y el ingreso familiar ha crecido 45 por ciento desde el año 2000, según el economista Roberto Newell, y de acuerdo con David Fitzgerald, la disparidad de salarios entre México y Estados Unidos se ha reducido, pues si antes podía hablarse de una diferencia de diez a uno, ahora está a sólo 3.7 veces. El acceso a la educación es un factor que para el autor explica la nueva tendencia migratoria. Aunque habría que señalar que, en este aspecto, se refiere básicamente a lo que está sucediendo en Arandas, Jalisco, estudiado por el destacadísimo experto en migración Douglas Massey, pero que por lo visto, Damien Cave lo hace extensivo al resto del país. Argumentando a favor de ello está Passel, del Pew Hispanic Center, al sostener que aquellos que han estudiado un doctorado, tienen más probabilidades de mantenerse en el país pues consideran que sus estudios tienen más valor en México que en Estados Unidos. De tal manera que, según este propio autor, si México sigue bajo esta tendencia de crecimiento económico, es muy posible que cuando Estados Unidos requiera nuevamente trabajadores migrantes va a haber muchos menos.
Desde mi punto de vista, esta es una visión que no corresponde, ni de lejos, a la realidad, lamentablemente, pues no es que no se desee que la migración se reduzca por efecto de mejoras económicas sino que dadas las condiciones actuales la disminución del fenómeno tiene que ver con otros determinantes.
En primer lugar, efectivamente la migración indocumentada disminuyó en forma sustancial, porque la migración es un fenómeno de dos vías, es decir, responde a un factor de atracción y a otro de expulsión. Si el primero no se produce, como fue la demanda por parte de Estados Unidos –que vivió una de sus grandes crisis y el incremento sustancial del desempleo–, la migración cesa o se reorienta. No pudo reorientarse porque el resto de los países receptores también enfrentaron crisis profundas. Es muy posible, y aquí concuerdo, que los cuatro millones más de personas en el censo respondan a que los flujos migratorios se detuvieron, pero no concuerdo a que deba a mejoras económicas, pues los datos muestran lo contrario.
En primer lugar, los niveles de desempleo se han mantenido altos, sobre todo si consideramos que 29 por ciento de la población ocupada se encuentra en el trabajo informal, que supone ingresos irregulares, y no cuenta con prestaciones sociales. El déficit de empleos se ha mantenido, pues hasta mayo de este año sólo se habían generado 327 mil del millón 200 mil que se requieren. En cuanto al factor educación, las universidades públicas han sido incapaces, por falta de presupuesto, de incorporar a todos los solicitantes de estudios superiores. El caso de la Universidad Nacional Autónoma de México es dramático: de 150 mil estudiantes, sólo ingresó 15 por ciento. Es de todos conocidos las condiciones lamentables de 7 millones de jóvenes que no encuentran ni trabajo ni pueden ingresar al sector educativo, y se sospecha que ante tal desesperanza muchos de ellos están ingresando a las filas del crimen organizado. El salario mínimo es de menos de 60 pesos al día, cuando en Estados Unidos se sitúa entre cinco y seis dólares la hora. Y en cuanto al nivel de pobreza en México, de acuerdo con el Banco Mundial, ha alcanzado los 55 millones de personas, y en la administración de Felipe Calderón se incrementó en 6 millones. En relación con los aspectos demográficos, la tasa de natalidad puede bajar a menos uno, pero si el país no crece de acuerdo a su población, el fenómeno de expulsión se mantiene.
Desafortunadamente, la migración se ha detenido en forma momentánea por problemas de demanda de Estados Unidos, como ha sucedido históricamente, y por la inseguridad rampante en el tránsito. Y sólo revertirá su tendencia cuando se produzca un cambio de proyecto nacional, incluyente, cuyo objetivo prioritario sea el desarrollo. Lamentablemente, muy lejos de lo que hasta ahora se avizora.
A esa monstruosa desaparición de la tragedia pretenden apostar los estrategas de la guerra selectiva contra el crimen organizado para que la conciencia no se sobresalte y la dominación por la fuerza armada se convierta en la forma normal de gobernar.
Por ello es importante fortalecer el movimiento encabezado por el poeta Javier Sicilia. Movimiento que rompe, considerados sus errores, con el esquema del gobierno y de quienes han introyectado su irracionalidad.
En condiciones distintas de las que han sido creadas por este movimiento, quizá el médico Otilio Cantú, padre de Jorge Otilio, el joven asesinado hace dos meses con todas las agravantes de la ley por soldados del Ejército Mexicano, no se habría atrevido a escribir la carta que dirigió a Felipe Calderón. La de Monterrey es una sociedad donde el silencio de los inocentes (vía censura y autocensura) es el festín de los abusones. Don Otilio cuestiona, respetuosa, pero muy puntualmente, su política militarista en materia de seguridad. La carta fue resumida y publicada por El Norte bajo el título ¿Nos acostumbraremos?
Aparte de otros señalamientos, don Otilio le plantea a Calderón unas pocas preguntas de esas que la mayoría de periodistas e individuos especializados en el tema no logra formular: 1) Recordando que Calderón pidió perdón a las víctimas de su combate a la delincuencia, y a renglón seguido afirmó que continuaría con su misma estrategia, le cuestiona si no son igual de criminales las Fuerzas Federales que masacraron a mi hijo Jorge Otilio, y que envió de apoyo a Nuevo León
, como ha ocurrido en otros casos. 2) Si él, Calderón, cree que los soldados son sometidos a pruebas toxicológicas antes de salir a realizar sus operativos, pues una persona en su sano juicio no puede cometer actos de barbarie como el cometido contra su hijo. 3) Si, como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, de verdad piensa que el Ejército fue capacitado correctamente para una lucha de tal envergadura antes de exponerlo a que ahora su trabajo se encuentre en entredicho para muchos ciudadanos y analistas sin haber antes enmarcado su presencia civil de manera legal
. Otras preguntas se refieren a la forma brutal en que su hijo fue masacrado y al ocultamiento y mistificación empleados para culparlo de su propia muerte, y al posible propósito de dejar que el tiempo corra para que su crimen sea uno más de esta guerra insensata y cruel
y pase a la memoria como un error.
El significado cabal de la carta de don Otilio se comprende mejor en el contexto social y cultural de Nuevo León. Los contrastes entre lo que las autoridades deciden y dicen, y la realidad nos saltan a los ojos. Los gobiernos del estado y de diversos municipios decidieron militarizar la seguridad, en seguimiento de la política de Calderón. A partir de entonces se ha incrementado la violencia en el estado. En 2008 se registraron 105 víctimas; 112 en 2009; 620 en 2010, y más de 900 en sólo lo que va de 2011. Para las autoridades, con la sobrada escasez de cultura política reinante, sería difícil que pudieran atender al sentido de juicios como el que encierra la conocida frase de Georges Clemenceau: La guerra (y la seguridad, cabría añadir) es demasiado importante como para dejársela a los generales.
La medida más reciente fue permitir que los soldados revisaran casa por casa, como si fuese igual que revisar casilla por casilla, con la autorización de sus habitantes, para rastrear evidencias del crimen organizado. (¿Cuántas llevan?, ¿bajo qué plan?, ¿están incluidas las de las zonas residenciales?, ¿los responsables de tropa han dotado de criterios a sus subordinados sobre cómo se catea una casa?) Apenas iniciado el operativo, el gobernador Rodrigo Medina de la Cruz declaraba que con tal medida se estaba abatiendo los índices de criminalidad. Al día siguiente tuvo lugar la masacre del Sabino Gordo.
Los empresarios, encabezados por el Centro Patronal de Nuevo León-Coparmex, están de acuerdo en la estrategia militar de Calderón. De repente se pronuncian en algún desplegado para que se restablezca el orden y se imponga la paz. Su blanco, en abstracto, es el crimen organizado. Pero nunca se han manifestado en contra de los propietarios de antros, casinos y establecimientos destinados al tráfico y prostitución de personas. Menos en contra del complejo financiero donde se blanquea el dinero proveniente del narcotráfico. Monterrey ostenta el primer lugar en número de antros y de casinos, y el segundo en la trata de personas. Así, lo del Sabino Gordo fue terrible, pero en buena medida es resultado de una ciudad donde mora y medra holgadamente el hampa.
Hay voces discrepantes, como la de Mauricio Fernández, alcalde de San Pedro Garza García, o la del empresario Alberto Santos de Hoyos. Aunque a últimas fechas ha pedido el patrullaje del Ejército, la reiterada tesis de Fernández es que la estrategia federal en el combate al delito está equivocada. Ambos coinciden en que el trasiego de enervantes es un problema estricto de salud pública.
A raíz del violento fin de semana que registró 97 muertes, Alejandro Poiré, vocero de seguridad del gobierno federal, advirtió que la violencia disminuirá conforme más aprisa se lleve a los delincuentes ante la justicia.
La verdad es que un poco más de prisa en la estrategia calderonista de combate al crimen organizado y estaremos perdidos.
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