7/12/2011

Gatopardismo a la mexicana


Alberto Aziz Nassif



El pleito entre Elba Esther y Yunes es un momento propicio para revisar, una vez más, por qué en este país la política se ha vuelto un pestilente juego de cínicos. No hay sorpresa, la clase política ha deteriorado el espacio público en su lucha por el poder. Ante los escándalos existe la percepción de que la corrupción se ha convertido en algo parecido al clima, que no se puede cambiar, lo cual es falso.

Las rupturas políticas que llegan a la opinión pública se convierten en momentos de contraloría espontánea, luego el andamiaje institucional se mueve de forma lenta y torpe, y al cabo de unos días el tema desaparece de las primeras páginas, pero después de varios meses nos enteramos que las comisiones que revisaron el caso no llegaron a nada. Luego llega el siguiente escándalo y así continua una inercia que no tiene fin. ¿Cuántos episodios de éstos han llegado a los titulares de la prensa? La sorpresa ha desaparecido y el desprestigio político crece.

¿De qué están hechos estos acontecimientos escandalosos que aparecen y desaparecen en nuestro país? Hay una mezcla de ingredientes que se combina para el guiso de corrupción que infecta al país. El secreto de los pactos vergonzantes; el intercambio de favores donde los políticos casi siempre ganan algo y la complicidad sistémica que los protege. Para nadie es un secreto que el panismo en el poder hizo lo que toda su vida como oposición criticó de su antagonista, el PRI: aliarse con las expresiones más atrasadas y corruptas del sistema corporativo, a cambio de votos. Elba Esther es la líder de un poderoso sindicato que vende caro su amor, y Calderón fue el comprador del elíxir que le vendieron para ganar la Presidencia. El pacto con Elba dio como resultado el “haiga sido como haiga sido” de la elección del 2006. Se podrá argumentar que así es la política, que lo más razonable es hacer este tipo de acuerdos. Votos por puestos y recursos. Calderón ofreció puestos en el gobierno, Elba Esther ofreció su estructura electoral y Yunes cocinó los encuentros. El primero ganó la elección, con serias dudas de legitimidad, la segunda ganó puestos, influencia y recursos (el ISSSTE, la Lotería Nacional, la subsecretaría de Educación Básica de la SEP) y el tercero se benefició. Pero todo acuerdo tiene su vigencia y éste ya expiró. Ahora se prepara la siguiente ronda, el Panal está en oferta.

Hay momentos en donde los políticos llegan al ridículo y buscan ponerse la máscara que más les acomode. De nuevo la líder de los maestros ofrece su mercancía en el tianguis que prepara para el año 2012. El elíxir de los votos está en oferta y los primeros interesados son los priístas, que tras su carro completo del 3 de julio se sienten sobrados y ganadores, ahora quieren comprar la mercancía de la maestra. Por su parte, Gordillo sale a la prensa y hace su balance, dice lo que ya sabe, sus alianzas con Calderón, pero añade un factor nuevo, su aliado y consentido Yunes, ahora lo acusa de corrupción, afirma que hay “claras evidencias de malos manejos” en su gestión del ISSSTE por 58 mil millones de pesos. La respuesta del veracruzano no tardó: “Elba Esther me pidió 20 millones mensuales”. Llegó la hora de prender el ventilador y aventar la porquería por los aires. Pero la respuesta más vergonzante y mentirosa vino del propio Calderón, al afirmar: el que hizo los tratos con Gordillo fue Fox, yo sólo les di continuidad.

Los políticos se pueden aliar con quien quieran, pueden hacer los arreglos en lo oscurito, como sucedió; pueden mostrar que la corrupción es como el clima, que las instituciones pueden ser saqueadas, y qué hacemos los ciudadanos además de taparnos la nariz. Si hace un par de décadas se hubiera ventilado un escándalo de corrupción como el de Elba Esther y Yunes, quizá muchos ciudadanos hubiéramos pensado que con una alternancia en el gobierno eso se podría terminar. Pero ahora, qué se puede hacer si el panismo, que se vendió como la diferencia, forma parte de esos arreglos de corrupción. Panistas encumbrados suelen decir —en privado— que los acuerdos con Elba Esther “le salieron baratos” a Calderón. En ese juego hay que reconocerle a AMLO que no le quiso entrar, a pesar de que le salió muy caro.

Ya se prepara el gran circo del 2012, partidos, suspirantes, oportunistas, medios, todos mueven sus fichas, pero lo que todavía falta por conocer es si la indignación ciudadana llevará a cambiar las cosas, pero no para volver a lo de siempre: el gatopardismo para que todo siga igual, sino para llegar a otro lugar en donde la corrupción deje de ser como el clima. En un país con Estado de derecho muchos de estos personajes de la clase política probablemente estarían en la cárcel.
Investigador del CIESAS

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