Silvia Ribeiro*
Con
olor a café amanece Radio Huayacocotla, la voz campesina, la madre de
todas las radios comunitarias de México, que pronto cumple 50 años de
tejer vidas. Trasmitiendo desde la Sierra Norte de Veracruz, se abre
camino entre nieblas, montañas, bosques y sembradíos, para hablarnos al
oído, darnos noticias, mensajes, denuncias, entre sones y bandas
tradicionales, de y hasta las sierras de Veracruz e Hidalgo, las
huastecas, partes de Puebla, Querétaro y San Luis Potosí.
Escuchando hablan y trasmitiendo abrazan, las experiencias de
compañeros como Alfredo Zepeda, al pie de la radio desde sus comienzos,
junto a las voces cantarinas de jóvenes campesinas y campesinos que
trasmiten en tepehua, náhuatl, otomí, castellano, mientras las y los
campesinos están en las milpas o en camino a otros quehaceres, las
señoras echan tortillas al comal, se desperezan las nubes que quieren
seguir acostadas en las montañas. Radio Huaya es un soplo de ánimos y
alegría del ser campesino, a la vez que denuncia imprescindible de
ignominias y atropellos contra las comunidades, sus territorios, sus
derechos. Es una afirmación permanente de las muchas formas de
resistencia y creación que cada día respiran en las comunidades
indígenas y campesinas.
El 18 de julio, Radio Huaya, con su padrino Fomento Cultural y
Educativo y el Comité de Derechos Humanos de la Sierra Norte de
Veracruz, convocaron a las comunidades de la región y otras
organizaciones al foro Los derechos de los pueblos en la Huasteca, una
forma más de recordar el 50 aniversario de la Radio, como siempre ha
sido: con las comunidades, en las luchas, con las bandas y tríos
campesinos tradicionales que al cobijo de la radio crecen todo el
tiempo. Compartieron allí su lucha las y los comuneros de Zacacuautla,
que resisten valientemente a talamontes y bandas de matones que éstos
contratan, comuneros de Tlachichilco y Texcatepec, en lucha contra un
gasoducto, sabios y comuneros de Oxeloco que cuidan el maíz campesino y
resisten los transgénicos, comunidades que se han unido por toda la
sierra contra la contaminación de la minera Autlán, parteras de varias
regiones que denunciaron cómo las discriminan y atacan, buscando
impedir que las comunidades sigan con sus formas tradicionales de
nacer, de vivir, de sembrar, de ser.
Como nos quieren arrancar del maíz y la tierradijeron las parteras en sus lenguas,
nos quieren despojar de nuestros niños, nuestras semillas, nuestro futuro.
Aún resonando esas palabras, el 19 de julio, el Ejército Mexicano
asesinó al niño Edilberto Reyes García, de 12 años, hirió a Yeimi
Nataly Pineda, de seis años, y a varias personas más, al disparar
salvajemente contra una tienda en Santa María Ostula, Michoacán. Todo
por castigar a esa comunidad indígena que protesta por la detención
ilegal del comandante de policía comunitaria Cemeí Verdía, al que le
fabricaron delitos para trabar la defensa del territorio de la
comunidad y las formas de vida y trabajo campesinos. Violencia oficial
para dejar vía libre a los intereses privados de mineras y
trasnacionales, a los traficantes, actores todos –Ejército,
narcotráfico, trasnacionales– con intereses curiosamente convergentes
para apropiarse de tierras, aguas, costas y bosques de la comunidad.
El
foro denunció y solidarizó también con la resistencia de las
comunidades indígenas de San Francisco Xochicuautla contra la
construcción de la carretera Naucalpan-Toluca, que destruiría sus
bosques y territorios sólo para dar paso a los ricos de Santa Fe y de
paso favorecer con la construcción a OHL y Grupo Higa (el mismo del
escándalo de la casa blanca de la familia presidencial). Esta
lucha que lleva más de ocho años, con episodios de represión, de
invasión de autoridades y empresas, estrategias de división y compra de
comuneros; tuvo un giro brutal con un decreto presidencial
expropiatorio este 9 de julio, que como detalló Raymundo Espinoza,
abogado de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, es ilegal e
inconstitucional, entre otras razones, por la invasión con uso de
fuerza y consultas fraguadas, ignorando a sabiendas que la comunidad
nunca pidió un proceso de consulta, porque se opuso a la obra desde que
conoció el proyecto.
En su participación en el foro, Gloria Ramírez, de Desinformémonos, y Ramón Vera, de Ojarasca y Grain, trazaron
el hilo rojo que une ataques y luchas: una guerra de muchas
intensidades contra las y los campesinos, contras los pueblos
indígenas, contra las comunidades y la posibilidad de todos de definir
nuestra propia vida. Ni siquiera en la Conquista, afirmaron, se ha
vivido tal vastedad, multiplicidad e impunidad de ataques, que van
desde engaños y sobornos, ingeniería de conflictos para dividir
comunidades, uso y fabricación de aparente pero falsa legalidad (desvío
de poder lo llamó el Tribunal Permanente de los Pueblos), hasta
represión, desaparición forzada y asesinato, donde cada vez más actúa
el Ejército, financiado por el público, pero para defender con lujo de
violencia intereses privados.
A 10 meses del asesinato de tres personas y la desaparición forzada
de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa –otro crimen de
Estado con participación del Ejército– no ceja la solidaridad ni la
búsqueda desde abajo, de estos jóvenes, cuyo único
delitoes ser hijos de campesinos.
Ante tanto abismo, el tejido de información y relaciones que labran Radio Huaya, Ojarasca, Desinformémonos
(¡que ya pasó su primer millón de seguidores!) y otros medios
solidarios, que nos recuerdan que los campesinos alimentan y sostienen
a la mayoría de la humanidad y cuidan el planeta de todos, es
fundamental. ¡Enhorabuena!
*Investigadora del Grupo ETC
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