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La cúpula empresarial
comienza a darse cuenta de que el “gobierno” de Enrique Peña Nieto nos
está enterrando a todos, incluidos los miembros del reducido grupo de
oligarcas que han sido beneficiados ampliamente desde que la
tecnocracia sepultó el régimen de la Revolución Mexicana. Aunque para
ellos los perjuicios no son de vida o muerte como lo son para la
población mayoritaria, sí están preocupados porque pasan los meses y
los discursos que desbordan demagogia del inquilino de Los Pinos, no se
concretan en hechos.
Así lo patentizan las
declaraciones emitidas por los dirigentes de los principales organismos
empresariales del país, luego de que el Consejo Nacional de Evaluación
de la Política de Desarrollo Social (Coneval), informó el jueves pasado
que el número de pobres en el territorio nacional aumentó en 2 millones
de personas, entre 2012 y 2014. Están conscientes de que así como vamos
no sólo se reducirán sus beneficios, por el debilitamiento generalizado
de la economía y del aparato productivo, sino que aumentarán
dramáticamente los riesgos de graves estallidos sociales.
El Centro de Estudios
Económicos del Sector Privado (Ceesp), dependiente del principal
promotor de las reformas estructurales, el Consejo Coordinador
Empresarial (CCE), afirmó: “Las reformas podrán generar resultados pero
la pobreza y la reducción del ingreso no pueden esperar años para que
esto suceda. Requerimos una política económica que genere empleo de
manera inmediata”. Sin embargo, no hay visos de que el “gobierno” de
Peña Nieto tenga intenciones de abrir una válvula de escape a la
terrible situación de desigualdad que se vive en el país.
La alta burocracia no está
dispuesta a variar un ápice su dogmatismo neoliberal, no mientras no
reciba órdenes de Washington en sentido contrario. La élite oligárquica
debería tomar muy en cuenta esta situación y proceder de manera lógica:
a quienes deben convencer de que se han rebasado los límites de la
sinrazón económica, es a los jerarcas del Fondo Monetario Internacional
(FMI) y del Banco Mundial (BM). Aunque tampoco serían escuchados porque
para dichos organismos globales es fundamental seguir adelante con su
proyecto devastador, porque están decididos a eliminar del planeta a un
mínimo de 4 mil millones de “estómagos prescindibles”.
El otro método para alcanzar
ese diabólico objetivo sería una tercera guerra mundial, pero nadie
podría garantizar que los efectos de la conflagración atómica no
afectaran los territorios geográficos del Grupo de los Siete. De ahí el
fundamentalismo neoliberal, del que los tecnócratas mexicanos son
firmes adalides, motivo por el que son muy bien vistos, y aplaudidos,
en la Casa Blanca en la capital estadounidense, en Londres, Berlín y
París. Por eso la élite burocrática de Los Pinos se muestra siempre tan
soberbia y segura de su fuerza.
Sin embargo, la cúpula
oligárquica mexicana está siendo afectada por tanto abuso contra el
país de parte de los tecnócratas, por eso reclama y alza la voz para
pedir que se le tome en cuenta. La pérdida de poder adquisitivo, el
aumento de la economía informal, la desigualdad y la violencia extrema
se han convertido en un pesado lastre que también está afectando los
negocios de quienes no pertenecen a la cúpula financiera, la única
realmente beneficiada con el fundamentalismo neoliberal. Así lo
demuestra la preocupación externada por los dirigentes de las
principales cámaras empresariales mexicanas.
El presidente de la
Confederación Nacional de Cámaras Industriales (Concamin), Manuel
Herrera Vega, demandó incentivar el empleo formal, adelantar las
compras gubernamentales programadas para el último trimestre de 2015 y
ejecutar en tiempo y forma el presupuesto de egresos para este año.
Desgraciadamente no será escuchado, porque el “gobierno” de Peña Nieto
no se saldrá del guion que anunció desde principios de año. Seguirá
implementando políticas súper restrictivas, con el pretexto de que el
entorno económico mundial así lo exige. Los recortes presupuestales son
una decisión inalterable y se pondrán en práctica, sin duda, otras
medidas absurdas y fascistas que nos acarrearán grandes males.
La única manera de hacer cambiar a la
ultra derecha reaccionaria en el poder, vendida a intereses
extranjeros, es mediante la formación de una fuerza popular capaz de
cambiar el régimen entreguista, tan consolidada que obligue a la élite
de Los Pinos a pensarlo dos veces antes de lanzar contra el pueblo una
represión genocida. Esta es la gran tarea de la izquierda, por encima
de mezquindades absurdas.
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