Por: Argentina Casanova*
Junto
al agresor hay un aliado. Junto al perpetrador de la violencia un
sistema de justicia que violenta a la mujer que se atreve a denunciar.
Junto al que comete el feminicidio o la tortura, un medio que le da
cobertura; la mayoría de las veces desde y con un discurso cuyo efecto
es sembrar el terror en otras mujeres. Aleccionar a través de las
coberturas periodísticas y multiplicar su efecto a través de las redes
sociales.
La violencia de género tiene brazos y manos, tan sólo uno de ellos es
el terrorismo contra las mujeres en los medios/redes con su efecto
multiplicador, estructura y elementos de reproducción-continuación.
Cierto es que las mujeres nos hemos apropiado de las redes, pero el
patriarcado no se amedrentó y se vale de múltiples recursos como
discursos patriarcales sexistas, misóginos, criminalizadores con
violencia gráfica, apoyados por otros elementos; pero por sí mismo el
terrorismo sexista de los medios implica un intricado sistema que
necesita ser visibilizado para empezar a ser desarmado.
En ese juego, el papel que desempeñan los medios de comunicación no es
pasivo ni inocente; desarticular sus estrategias nos da también la
posibilidad de apostar a un cambio de fondo.
Ese terrorismo sexista de los medios se manifiesta de cuatro formas
(aunque no es una revisión cerrada). Por un lado está lo que Rita
Segato ha llamado “pedagogía de la crueldad”; una segunda forma es la
criminalización de las identidades femeninas manifiesta en las
coberturas periodísticas; una tercera es la reproducción de los
discursos patriarcales de control –especialmente sobre el cuerpo de las
mujeres–; y una cuarta es la propaganda-proclama de los hechos
violentos que se cometen contra el cuerpo de las mujeres.
Este terrorismo sexista está construido desde y con los medios/redes y
tiene varios efectos: es aleccionador, reforzador de
estereotipos/roles, perpetrador en sí mismo de violencia, y constituye
por sí mismo y sus coberturas-enfoque-lenguaje, distintas formas de una
violencia extensiva en el abanico de formas de violencia contra la
mujer de efectos naturalizados en la sociedad.
Si partimos de que el terrorismo es “la dominación por medio del
terror, el control que se busca a partir de actos violentos cuyo fin es
infundir miedo, busca coaccionar y presionar para imponer sus reclamos
y proclamas”, comprendemos que la violencia contra las mujeres
constituye una forma de terrorismo del Estado Patriarcal, y
construyendo sus propios códigos, sus mensajes y por supuesto sus
ataques.
Es un aliado, pero también es extensión del discurso de control sobre la vida y cuerpo de las mujeres.
¿Cómo se manifiesta? En los dos últimos casos (Discursos Patriarcales y
como Propaganda-Proclama), este terrorismo sexista en los medios está
construyéndose, enunciándose y reforzándose todos los días a través de
mensajes mediáticos que son colocados, reproducidos, y que dan
argumentos para proclamar y ejecutar más violencia. Es decir, es una
violencia “per se” que justifica y construye argumentos violentos.
La violencia contra las mujeres es por sí misma una forma de terrorismo
que golpea a diario la vida de millones de mujeres, y dispone de un
sistema ideológico difundiendo, propagando y proclamando violencia de
género, y en este trabajo entra la reproducción de esos argumentos a
través de palabras e imágenes.
Esas proclamas son evidentes en redes sociales, en noticias con
fotografías de mujeres violadas y mutiladas, arrojadas en espacios
públicos. (El que perpetúa la violencia sabe que contará con ese
sistema de difusión ideológico que bajo coberturas mezquinas hará
extensivo el horror del hecho violento contra el cuerpo de las mujeres).
Es también “aleccionador” y un ejemplo reciente está en Colombia. En
respuesta a una violación cometida contra la conductora de un
colectivo, los medios exhortaron a quitar a las mujeres conductoras de
los horarios nocturnos y zonas peligrosas.
Esta “solución” refuerza y normaliza la violencia, además de que
justifica la discriminación por motivos de género; en México se
apostaba a “espacios seguros para las mujeres”. Así las áreas seguras
se convierten en “confinamientos” restrictivos por tu propia seguridad.
Hace algunos años en el asesinato de una turista en Turquía se
cuestionaba: “¿Qué hacía ella viajando sola por el mundo?”. Y eso
justamente muestra que pretende “aleccionar”, recordar a otras mujeres
que no deben transgredir los espacios públicos, las conmina a
permanecer en los privados, o buscar la tutela de una figura masculina
cuando sale.
En las coberturas se acompañan argumentos que dejan en claro cuando las
víctimas de la violencia merecen el castigo por ser infieles, por
trabajar en un cabaret, por vivir en la calle.
Recordemos el desafortunado reportaje de “El joven que tocaba el piano
(y descuartizó a su novia)”, en el que se ponderaron las virtudes
académicas del agresor frente a la víctima presentada como “nini”.
Cuando la violencia sea evidente se construyen argumentos como “muere”
mujer… en vez de enunciar que fue asesinada. En casos de violencia en
el hogar: “Cae por la ventana en discusión/riña con su pareja”, en vez
de señalar la violencia familiar.
(En agresiones sexuales las coberturas periodísticas hacen énfasis en
el lugar, la hora y en algunos casos la actividad de la víctima.
Algunas notas sobre casos de feminicidio se centran en lo que la
víctima hizo para enojar al agresor).
Por último, los efectos de ese terrorismo en el ánimo de las
lectoras/usuarias de redes merecen también ser analizados a partir de
la recepción y su alcance.
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Campeche.-
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