La resolución aboga por la participación total y equitativa de las
mujeres en la prevención de conflictos, las negociaciones de paz, la
respuesta humanitaria y la reconstrucción.
Además, urge a los Estados miembro de la ONU (Organización de las
Naciones Unidas) a incorporar una perspectiva de género en todas las
áreas de la construcción de paz, así como a tomar medidas para proteger
a las mujeres de la violencia sexual en los conflictos armados.
“Los
desafíos clave en la protección de mujeres, niñas y niños en
situaciones de emergencia, y en poder garantizar su participación en
los procesos de paz, no se relaciona con saber lo que debe ocurrir.
Necesitamos el compromiso para hacerlo": Marcy Hersh.
A la resolución 1325 le siguieron otras seis: 1820, 1888, 1889,
1960, 2106 y 2122. A pesar de todos esos compromisos sobre el papel, la
implementación de la agenda de mujeres, paz y seguridad en el terreno
sigue rezagada, denuncian activistas y trabajadores humanitarios.
Datos de la ONU y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN) muestran que las mujeres y las niñas sigues sufriendo de manera
desproporcionada las consecuencias de los conflictos armados.
Antes de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los combatientes
constituían 90 por ciento de las personas fallecidas en conflictos.
En la actualidad, la mayoría de las víctimas son civiles, y en
especial mujeres, niñas y niños. Entonces, como señala la revisión de
la OTAN de 2013, mientras los hombres son quienes hacen la guerra, las
mujeres, las niños y los niños son principalmente quienes más la sufren.
En una serie de conferencias sobre mujeres, paz y seguridad, la
surcoreana Kang Kyung-wha, secretaria general adjunta para Asuntos
Humanitarios, puso como ejemplo la situación que padece la población
femenina en la frontera entre Nigeria y Níger, donde la mayoría de las
menores se casan antes a los 14 años y a los 18 ya tienen dos hijos.
Casi ninguna de las adolescentes realizó estudios secundarios en la
zona, y el riesgo de violencia, abuso sexual, explotación y trata es
especialmente alto, subrayó.
“Marginadas y desamparadas, es poco probable que (las mujeres y las
niñas) desempeñen un papel en la construcción de comunidades estables y
participen en el desarrollo socioeconómico de sus sociedades y países”,
remarcó Kang, también vicecoordinadora de Ayuda de Emergencia en la
Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.
“A pesar de la resolución 1325 y de las que le siguieron, ellas
siguen siendo excluidas de forma rutinaria de los procesos de decisión
en las respuestas humanitarias, así como de las iniciativas de
negociación y construcción de paz”, acotó.
Hay grandes expectativas en la Cumbre Mundial Humanitaria, que se
realizará en mayo de 2016 en Estambul. Las activistas esperan que el
encuentro ayude a traducir los numerosos compromisos retóricos en
acciones concretas en el terreno.
Otra de las oradoras, Marcy Hersh, responsable de promoción de la
Comisión de Mujeres Refugiadas, señaló que la población femenina “está
gravemente implicada en cuestiones de paz y seguridad en el mundo y,
por lo tanto, debe formar parte de los procesos que llevarán a su
protección”.
“Los desafíos clave en la protección de mujeres, niñas y niños en
situaciones de emergencia, y en poder garantizar su participación en
los procesos de paz, no se relaciona con saber lo que debe ocurrir”,
arguyó.
A juicio de Hersh, “necesitamos el compromiso para hacerlo.
Necesitamos ver liderazgo y responsabilidad de la comunidad
internacional en esos asuntos”, arguyó.
“Si el liderazgo humanitario, a través de cualquier mecanismo, puede
finalmente asumir sus responsabilidades colectivas y generar el cambio
de comportamiento necesario para garantizar que las acciones
humanitarias trabajen con y para las mujeres y las niñas, habremos
emprendido un trabajo firme y transformador”, remarcó.
Otro desafío para la concreción de la agenda de mujeres, paz y
seguridad tiene que ver con la resistencia psicológica y su rígida
adhesión al status quo tradicional. Los asuntos relacionados con el
género suelen tratarse con guantes de seda por la “sensibilidad
cultural”, aseguró Kang
Además, las activistas siguen sufriendo la misoginia y el escepticismo en sus comunidades y a escala nacional.
Christine Ahn, una de las fundadoras del Instituto de Política de
Corea y exanalista política del Fondo Global para las Mujeres, dijo a
IPS que muy a menudo la participación femenina en los procesos de la
paz es inconcebible para algunos de los hombres en el poder, quienes
desempeñan cargos clave en las relaciones internacionales y la política
exterior.
“Nos llaman ingenuas, ilusas, tontas. Las críticas están muy
veladas, por supuesto, estamos en el siglo XXI. Pero aun si nuestros
esfuerzos se descartan de forma muy sutil es, de hecho, el patriarcado
en su forma plena”, subrayó.
Ahn es una de las 30 lideresas que, en mayo de 2015, participó en el Cruce de la Zona Desmilitarizada entre Corea del Sur y del Norte, una travesía de una semana con mujeres sur y norcoreanas.
La iniciativa procuró promover los contactos de la sociedad civil
entre mujeres de ambos países y promover la paz y la reconciliación.
El acto simbólico por la paz en una de las fronteras más
militarizadas del mundo puede considerarse como un ejemplo práctico de
la resolución 1325.
“Utilizaremos la resolución 1325 para reclamar que las mujeres de
las dos Coreas puedan reunirse, lo que está prohibido por las leyes de
seguridad nacional de ambos países, que consideran que es tener
vínculos con el enemigo”, dijo Ahn a IPS.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Verónica Firme
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