Antonio Gershenson
Cada vez es más claro que la victoria del primero de julio puede ser el principio de una etapa, porque varios de los objetivos de unos u otros tendrán que desarrollarse o seguirse desarrollando después.
El ejemplo más reciente fue la reunión de López Obrador (AMLO) con Cuauhtémoc Cárdenas. Este último ha sostenido, igual que muchos otros y un sector importante de la izquierda, que se revierta la llamada reforma energética que, lo hemos dicho en este mismo espacio, es en realidad una contrarreforma.
Hasta el momento, AMLO únicamente ha ofrecido revisar los contratos firmados y ha advertido que, si en ellos hay algún acto de corrupción, tomará las medidas pertinentes.
Un grupo importante relacionado con Petróleos Mexicanos (Pemex) y el sector petrolero ha planteado la necesidad de realizar, incluso, una nueva expropiación petrolera. Por lo menos, de un proceso de desarrollo intensivo de la empresa paraestatal, empezando por una refinería en Poza Rica, Veracruz, planteado incluso por una muy amplia reunión en esa ciudad, de la que ya hemos hablado.
Del contenido de la reunión entre López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas no se ha hablado hasta el momento, pero este último ha hecho planteamientos sobre el petróleo similares a los citados.
Numerosos partidarios de medidas como las mencionadas se concentran ahora en las elecciones, obviamente a favor de AMLO, pero parece claro que en breve se reanudará plenamente su lucha.
El marco internacional va a jalar más a la izquierda. La política de Donald Trump se ve cada día más aislada internacionalmente. Están tomando acuerdos en su contra en lo económico no sólo con China, México y otras naciones latinoamericanas, sino incluso países como India y otros de Asia y ahora también de la Unión Europea, con más impuestos de importación a productos en cantidad importante, de Estados Unidos. Se suman a Rusia y a otros como Irán, que ya estaban bloqueados y respondieron a ello.
López Obrador tiene aliados procedentes recientemente del PRI y el PAN, que le han dado más votos. Pero una buena parte de los que ya lo apoyaban desde antes quieren que se vaya al frente, de manera especialmente clara, en la política energética. Y este cuadro nos marca dos etapas: primero, ganar las elecciones presidenciales, evidentemente tomar el poder, y al mismo tiempo seguir adelante con las otras demandas, de las que las mencionadas son parte importante.
Debemos recordar que con Lázaro Cárdenas de presidente, también hubo dos etapas. Primero se repartió tierra acumulada, se dieron otras reformas no tan grandes y luego, como secuencia de toda la lucha en el sector, se dio la expropiación petrolera, con otras variaciones.
Todo esto fue lo que cambió el país, incluso con presidentes de posiciones muy distintas. Y, en 1982, hubo una radicalización, incluso sindical. Me tocó vivirla como un representante del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear.
Se dio una alianza entre éste y otros sindicatos, principalmente del sector público, en especial del Sindicato Mexicano de Electricistas, el de los telefonistas y el petrolero. Uno de los acuerdos en común era solicitar la nacionalización de los bancos.
Se dieron señales de división en el Congreso del Trabajo. Cuando el líder del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana se desistió de una huelga que había sido concertada de manera conjunta con otros sindicatos, sobre todo del sector estatal, y entonces el secretario general del sindicato petrolero lo acusó de traición (10 de noviembre de 1982).
El primero de septiembre de 1982, con el presidente saliente José López Portillo, tuvimos la nacionalización de la banca. Era también mi primer día como diputado, así que viví el anuncio de la medida en la Cámara de Diputados.
Entonces vino el principio de la contrarreforma, con la toma de posesión de la Presidencia, el primero de diciembre de ese mismo año, por Miguel de la Madrid.
Como parte de la reversión, fue desmantelada, por ejemplo, la refinería de Poza Rica, en cuyo lugar se pretende ahora construir una nueva, por la gente y por las autoridades locales.
De hecho, la siguiente etapa no empieza el primero de diciembre, sino a partir del reconocimiento de la victoria para el nuevo gobierno federal.
De modo que las movilizaciones que sacuden al país no terminan el 1º de julio ni el día en que se reconozca el resultado positivo de las elecciones. Se inicia un proceso en defensa no sólo del presente político, sino de nuestro futuro.
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