El próximo domingo se
resolverán muchas dudas sobre el rumbo que tomará el país durante los
próximos seis años. Se decidirá en las urnas si continuará un modelo de
desarrollo en el que la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI)
juegan un papel marginal, o se emprenderá un camino en el que estas
actividades puedan estar articuladas de otra manera con los objetivos
nacionales. La disyuntiva está formada por el estancamiento o la
exploración de nuevas estrategias para el avance económico y social con
el concurso de la ciencia.
Los candidatos a la Presidencia de la República Ricardo Anaya y José
Antonio Meade representan la continuidad de un modelo caracterizado en
las últimas décadas por un magro crecimiento económico acompañado por
niveles alarmantes de pobreza y desigualdad, así como de un sistema de
ciencia y tecnología al que no se observa como partícipe de los
objetivos del desarrollo nacional.
Como he señalado en este espacio, Ricardo Anaya cree que ciencia son las tablets,
teléfonos inteligentes y automóviles eléctricos desarrollados en otros
países; no entiende la necesidad de impulsar la creación de nuevos
conocimientos y tecnologías en México. Por su parte, Meade cortó de tajo
la tendencia de crecimiento del gasto en CTI iniciada en el actual
sexenio, para poner al país nuevamente en el terreno de estancamiento, y
fue quien espetó en la misma cara de los rectores de las universidades
mexicanas que para obtener apoyo de su gobierno
tienen que poner lana.
A menos que ocurra un fraude de proporciones mayúsculas que pueda
anular por la vía de la trampa una diferencia de más de 20 puntos a
favor de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las encuestas promediadas
respecto de José Antonio Meade (quien sigue en el tercer sitio en los
análisis demoscópicos más recientes y que, a pesar de su sedicente
honradez, es el candidato del partido del que pueden provenir las
trampas), parece inevitable el triunfo de AMLO, quien ha prometido un
cambio en el modelo de desarrollo que hasta ahora ha seguido el país.
Pero Morena, que encabeza el tabasqueño, no tiene un programa bien
definido en materia de CTI y él mismo se ha referido muy poco a este
tema, por lo que, salvo algunos indicios, es difícil establecer con
precisión la importancia que asigna a estas actividades en su proyecto
de nación. Su principal aliado en el medio científico fue durante muchos
años el doctor René Drucker Colín, quien unos días antes de su muerte,
en septiembre del año pasado, estaba organizando una reunión de
investigadores con el líder de Morena, que no se concretó. Actualmente,
entre sus colaboradores hay un grupo de expertos que lo asesora en estos
temas, como fue evidente por las características de su participación en
el último debate entre candidatos a la Presidencia.
Precisamente en ese encuentro, López Obrador se pronunció por
el fortalecimiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(Conacyt), organismo al que Meade propinó severos y continuos recortes
presupuestales durante su estancia como secretario de Hacienda. También
propuso como directora de ese organismo a una notable investigadora, la
doctora Elena Álvarez-Buylla Roces, quien obtuvo el Premio Nacional de
Ciencia en 2017 y que se ha distinguido por su lucha frontal en contra
de la introducción de plantas genéticamente modificadas, particularmente
maíz, en la agricultura.
En general, esta propuesta ha sido bien recibida en el medio
científico, aunque también ha generado algunas reservas, pues entre los
grupos y personas que la han acompañando en su lucha contra los
transgénicos asoman posiciones que tienden a polarizar entre una
ciencia buenay otra que no lo es, algo que ha tenido consecuencias lamentables en la historia de la ciencia en algunos países. En lo personal, creo que el nombramiento anticipado que hizo AMLO es muy positivo, pues se trata de una mujer con gran inteligencia proveniente de las ciencias naturales (nunca una mujer y ningún especialista en esa área ha encabezado ese consejo) que procurará el avance de todas las áreas del conocimiento.
Uno de los datos más alentadores en la política de ciencia en Morena
es el que protagoniza otra investigadora, la doctora Claudia Sheinbaum
Pardo, quien previsiblemente ganará la jefatura de Gobierno de Ciudad de
México (en esta entidad, la compra de votos y otras prácticas
fraudulentas del PRI y el PRD tienen menos probabilidades de modificar
significativamente el resultado). El proyecto de Sheinbaum articula la
CTI con prácticamente todas las acciones que realizará en su futuro
gobierno, lo que crea las condiciones objetivas para el avance
científico-técnico.
Así la cosas, en mi opinión, es preferible experimentar con la
política en construcción en materia de ciencia y tecnología de Morena,
que quedarnos con toda seguridad estancados.
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