En distintos momentos
de la campaña electoral, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha dicho que
se propone encabezar la cuarta transformación en la historia de México.
No es una propuesta más en la disputa por el voto, sino uno de los ejes
centrales de su proyecto. Se trata, ni más ni menos, de refundar el
Estado mexicano.
Al comenzar 2018, en Izamal, Yucatán, todavía como precandidato a la Presidencia, anunció:
Nuestra lucha tiene como antecedentes a las tres grandes transformaciones que ha registrado la historia de nuestro país: la Independencia, la Reforma y la Revolución convocada en 1910. Ahora de manera pacífica buscamos, entre todos y desde abajo, llevar a cabo la cuarta transformación de la vida pública de México.
No es una propuesta elaborada al calor de la campaña. AMLO sabe de lo
que habla. Ha estudiado, investigado y escrito sobre historia de
México. Su visión de la política está anclada en una reflexión genuina y
original sobre lo sucedido en el país.
Sin embargo, a pesar de ello, el candidato no ha precisado ni
detallado su iniciativa de cuarta transformación. La ha ido desgranando a
lo largo de la campaña en mitines y debates, enunciando en lo general
algunos de sus rasgos. Se trata –ha dicho– de un cambio profundo,
pacífico y radical, que arrancará de raíz el régimen corrupto, de
injusticia y privilegios; de una metamorfosis del cuerpo político en el
que la soberanía volverá a radicar en el pueblo.
Como ha explicado Enrique Semo, las revoluciones de Independencia,
Reforma y Revolución tuvieron objetivos precisos asociados a la
conformación del capitalismo y la nación. Pero ahora, a diferencia de
ellas, no se ha explicado cuál es el punto de llegada de esta cuarta
transformación, ni sus fuerzas motrices y dirigentes, ni su programa.
Las revoluciones de Independencia, Reforma y Revolución parieron
nuevas constituciones. López Obrador ha rechazado convocar a una nueva
constituyente. Más aún, ha anunciado que no promoverá cambios en la
Carta Magna durante los tres primeros años de su gobierno.
¿Cómo se puede refundar una nación y formalizar jurídicamente un
nuevo pacto social sin una nueva Constitución? ¿Luchando contra la
corrupción? Por supuesto que es muy importante moralizar la vida pública
del país. Pero, aunque la lucha contra la corrupción sea condición
necesaria para inaugurar una nueva etapa en la vida pública del país, no
es suficiente para hacerlo.
Inspirado en la Cartilla moral, de Alfonso Reyes, AMLO
propuso instaurar una constitución moral para México, una especie de
código de bien. Lo hizo ante el PES, un partido cuasi-confesional de
derecha que es su aliado electoral. En ella –dijo–
deben incluirse principios y derechos de nuestro tiempo, conseguidos o por conseguir, como la no discriminación, la diversidad, el respeto a la diversidad, la pluralidad, el derecho a la libre manifestación de las ideas. Estos fundamentos deben tomarse en cuenta para poder hacer realidad una república amorosa.
La Cartilla moral de Alfonso Reyes establece que la
moral es una constitución no escrita con preceptos de validez universal.
En los hechos, nunca funcionó. La campaña de alfabetización para la que
fue elaborada como complemento se echó a caminar sin ella. Fue mucho
más importante la cartilla de alfabetización preparada por las
profesoras Dolores Uribe y Carmen Cosgaya. Pretender revivirla hoy es un
absurdo. No corresponde al Estado establecer lineamientos morales. No
hay en la propuesta de constitución moral materia para una cuarta
transformación de la vida pública.
En nuestro país –explica Enrique Semo– la era de las revoluciones
burguesas se clausuró en 1940. Ningún gran movimiento social
transformador puede tener como signo el desarrollo del capitalismo o la
constitución de la nación. Esto quiere decir que una cuarta
transformación como la que López Obrador anuncia requeriría de una
ruptura con el actual modelo de desarrollo.
Pero no hay señales de que algo así vaya a suceder. Hace apenas unos
días, Alfonso Romo, el futuro jefe de la Oficina de la Presidencia de
AMLO y coordinador de su plan de gobierno, dijo a la periodista Martha
Anaya:
El país nos está dando un mandato de centro. Es un plan de gobierno de centro que toma en cuenta a los olvidados. Lo importante es sacar de la pobreza a México. Ese plan de gobierno de centro del que habla el empresario puede modificar algunas piezas del actual modelo económico, pero no camina en dirección a la refundación de la República. Tampoco marchan por esa ruta diversas alianzas que –como las entabladas con el grupo caciquil de la Sosa nostra en Hidalgo– López Obrador ha pactado para ganar las elecciones.
México necesita con urgencia una cuarta transformación. Ni Ricardo
Anaya ni José Antonio Meade están dispuestos a hacerla. Pero no basta
con sólo enunciarla para hacerla realidad.
Twitter: @lhan55
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