2/16/2020

Ferrocarriles, despojo y resistencia, ayer y hoy



De noche Xpujil, la cabecera municipal de Calakmul, en el sur de Campeche, brilla como una estrella en la oscuridad profunda que lo rodea. Xpujil es un pueblo de 4 mil personas con sencillas casas de madera. Experimenta un flujo ligero de turistas que llegan a conocer las majestuosas pirámides de la zona arqueológica de Calakmul, a 80 kilómetros de estrecho camino de terracería rodeado de bosque. Llegué a Calakmul a principios de año para conocer ese lugar en el bosque profundo donde el gobierno de Andrés Manuel López Obrador propone hacer llegar el Tren Maya. Semanas antes el gobierno había organizado una consulta sobre la obra plagada de irregularidades; también votaron en Calakmul.
Según las autoridades, el voto mostró un consenso generalizado, unánime. Pero la ONU-México dijo que la consulta no cumplió con los estándares internacionales en la materia, en parte porque las y los comuneros que votaron sólo tuvieron acceso a información positiva sobre los impactos de la obra.
Aún falta información básica para que cualquiera pueda tomar una decisión sobre si acepta o no el proyecto. No sabemos dónde van a quedar las vías, las estaciones ni el resto de la infraestructura, tampoco sabemos con exactitud cómo se financiará. Sin esa información no es posible realizar una consulta con legitimidad internacional.
El punto fundamental, quizás el más importante sobre el Tren Maya, es el siguiente: no es un tren, es un proyecto de ordenamiento territorial de la península de Yucatán. Así lo dicen los documentos oficiales, y es ahí donde yace lo profundo de los debates sobre el proyecto. En 19 de las estaciones del tren, el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) propone crear zonas conocidas como polos de desarrollo, sin explicar lo que ello significa. Es más, en el Plan Nacional de Desarrollo el tren forma parte de un conjunto de proyectos pensados como cortinas para contener la migración hacia la frontera norte.
En Calakmul, donde hoy viven 30 mil personas, en más de 80 comunidades, Fonatur ha planteado la construcción de una ciudad de más de 50 mil personas. Actualmente, Calakmul tiene problemas de agua potable, falta de servicios educativos, de salud y de transporte, y de manejo de residuos sólidos y basura. Ya sin tren está rebasado el tema de ordenamiento urbano, territorial y planificación turística, advirtió Abraham Villaseñor, un urbanista de la comunidad de Soh Laguna, en Calakmul. Con el tren se está acelerando.
Fonatur está proponiendo que, a través de fideicomisos para infraestructura y bienes raíces (Fibra), los ejidatarios y comuneros renten sus territorios para la construcción de centros comerciales, hoteles, y nuevas zonas residenciales. No se trata de vender, se trata de organizar y a largo plazo recibir rentas para que ellos no sean desplazados, si llega un inversionista importante a invertir en un centro comercial o un hotel, no le vendes, se le renta y el vehículo para hacer esto es un fideicomiso, entonces todo se queda y todo se integra, manifestó Rogelio Jiménez Ponce, encargado de Fonatur, en entrevista con El Financiero (9/9/19).
Pero la igualdad entre ejidatarios e inversionistas que describe Jiménez Ponce no es más que una ficción neoliberal. Para entrar en un Fibra, la tierra tendrá que pasar de ser propiedad social a propiedad privada, según la doctora Violeta Núñez Rodríguez. El Fibra va a cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores, serán entonces los accionistas mayoritarios quienes tendrán el poder de decidir sobre las tierras, y no sus dueños. A estas alturas, es ingenuo pensar que la ley protegerá a ejidatarios que entran al Fibra y deciden luego recuperar su territorio con un centro comercial ya construido en él.
Vale recordar que no es la primera vez que se construye un ferrocarril en México. Durante el porfiriato se construyeron más de 20 mil kilómetros de vías de ferrocarril en prácticamente todo el país. La historia de las vías construidas hace más de un siglo nos permite hacer una hipótesis fundamentada sobre el futuro de la península de Yucatán si el Tren Maya es construido. El historiador John H. Coatsworth documenta cómo la construcción de ferrocarriles durante el porfiriato hizo que se disparara el precio de la tierra y cómo, en un proceso complementario, se concentró la propiedad de la tierra en pocas manos. Hoy, Fonatur quiere ignorar la historia y promueve verdades a medias. Jiménez Ponce alardea que el valor de la tierra va a subir, pero no menciona el riesgo de despojo que eso conlleva para las comunidades indígenas y rurales.
Coatsworth nos señala otro elemento muy importante sobre lo que implicó la construcción de vías de ferrocarril en el porfiriato. Fueron los mayas en Yucatán, junto con los yaquis en el norte, quienes desplegaron la resistencia más feroz en defensa de su territorio durante muchos años de la dictadura de Díaz.
Pedro Uc Be, poeta y activista maya de Buctzotz, Yucatán, recuerda que su abuelo fue reclutado forzosamente a participar en la construcción de las vías Mérida-Peto, trabajo del cual huyó después de ataques contra los campamentos de trabajadores por parte de guerreros mayas. Prefirió venderse a un hacendado que participar en las obras del tren. “Es el recuerdo que nosotros tenemos… de la situación que se da alrededor de ese tren”, dijo Uc Be. Hoy día él está levantando la voz contra el Tren Maya, y promete seguir haciéndolo en defensa del territorio.

*Periodista canadiense, autora del libro Capitalismo antidrogas: una guerra contra el pueblo

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