Es el
momento de hacer un balance, en especial frente a lo que puede identificarse
como puntos álgidos: como la fuerte oleada de violencia contra las mujeres que
se vive en todo el país, todo tipo de violencia en cualquier esfera, agravada
por la desigualdad económica y política, entre el espacio urbano y rural o como
mujer índigena o afrodescendiente.
Hoy y
aquí las mujeres enfrentan diferentes expresiones de la desigualdad según la
etapa del ciclo vital que atraviesen: desde la infancia, hasta la vejez.
Con
este entorno, Organismos Internacionales como la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (Cepal); Banco Internacional de Desarrollo (BID) o
el Foro Económico Mundial (Wef por sus siglas en inglés), se han dado a la
tarea de revisar avances y formular prioridades para el futuro mediato e
inmediato.
BID se
pregunta ¿qué están haciendo los países de ALC para cerrar las brechas
económicas de género? una de las regiones más desiguales del mundo. ¿Es posible
hablar de participación económica igualitaria en la región?
Participación igualitaria
“A
pesar de los avances, el crecimiento de la participación laboral femenina y la
reducción de las brechas salariales de género en ALC se han estancado, los
empleos femeninos siguen concentrados en sectores de baja productividad, y el
liderazgo de las mujeres en los más altos eslabones del sector privado es
escaso. De hecho, la participación de las mujeres en la fuerza laboral
permanece por debajo de la de los hombres (58.3 por ciento versus 82.3 por
ciento) y ganan en promedio sólo 87.2 por ciento del salario de los hombres”. En
términos de participación económica, la brecha de género tardará 257 años en
cerrarse (en comparación con 202 años en el informe de 2019). Datos del Informe
del Foro Mundial.
Este breve
diagnóstico se aplica para el caso de México, corregido y aumentado. La brecha
salarial alcanza 30 por ciento y la participación de las mujeres versus hombres
en la vida laboral es muy baja. 75.1 y 49.1 por ciento, respectivamente (2do.
Trimestre 2019, Inegi).
Las consecuencias
o implicaciones de esta desigualdad. Se dice que la paridad de género tiene una
influencia fundamental en si las economías y las sociedades prosperan o no. El
desarrollo y despliegue de la mitad del talento disponible en el mundo tiene
una gran influencia en el crecimiento, la competitividad y la preparación
futura de las economías y empresas de todo el mundo.
Si
aquí se lograra reducir la brecha de género en la fuerza de trabajo, se
añadirían potencialmente 0.16 puntos porcentuales a la tasa de crecimiento
anual del PIB per cápita, para llegar a 2.4 por ciento anual. A nivel mundial
hay una estimación del PIB de un aumento potencial del 26 por ciento, mientras
que para América Latina el potencial sería del 34 por ciento.
¿Qué se
propone? Los líderes de la región han desarrollado planes de acción concretos
para cerrar las brechas económicas de género a través de la construcción de
Iniciativas de Paridad de Género (IPG) con el apoyo del Grupo BID y el WEF, las
cuales se centran en tres objetivos principales:
- Aumentar la participación laboral de las mujeres
- Reducir de la brecha salarial de género
- Reforzar el liderazgo de las mujeres tanto en el sector público como en el privado
No es
posible que se pueda avanzar cuando más de la mitad de la población del país no
está representada ni en el liderazgo político (un espacio con muy poco avance),
o bien en el económico. Para el Sector Público únicamente uno de cada diez
directores es mujer y en forma global es 7.5 por ciento, según datos del Foro
Económico Mundial (ver gráfica).
Es
evidente que la mejora del empoderamiento político de las mujeres, como regla
general, ha correspondido con un mayor número de mujeres en puestos de responsabilidad
en el mercado laboral. Su trascendencia es generacional, ya sea en lo cultural
como en la dimensión económica de los ingresos que perciben.
Para
Cepal la dimensión de igualdad es más amplia, no sólo es igualdad de medios
desde el punto de vista económico y distributivo, sino también como igualdad
en el ejercicio de los derechos, en el desarrollo de las capacidades y en el
reconocimiento recíproco de los actores sociales.
La
autonomía económica de las mujeres se vincula con su posibilidad de controlar
activos y recursos y ha sido parte de las políticas de igualdad de género de
América Latina y el Caribe. Los avances encaminados al logro de la autonomía
económica de las mujeres se relacionan con los marcos normativos vinculados al
trabajo remunerado y no remunerado; institucionalidad reflejada en el
desarrollo de políticas y planes específicos sobre cuidados,
corresponsabilidad y derechos laborales o empleo; sistemas de información
sobre trabajo remunerado y no remunerado y uso del tiempo, e iniciativas en el
ámbito de las comunicaciones, incluidas campañas de sensibilización y
promoción de la corresponsabilidad social en los cuidados.
En
materia de la autonomía económica, se reconoce que persiste como un reto la
desigual distribución del trabajo no remunerado y de cuidados, lo que refuerza
la necesidad de incrementar la corresponsabilidad entre mujeres y hombres, y
entre los hogares, la sociedad y el Estado. También se identifica como desafío
la necesidad de promover una educación integral que supere los estereotipos
sexistas y promueva una cultura de igualdad entre mujeres y hombres, para
derribar los patrones culturales patriarcales, discriminatorios y violentos.
Respecto de la autonomía física, la violencia sigue siendo uno de los
desafíos, pues pese a los avances, el problema persiste. Junto con
ello, se requiere ampliar o profundizar los marcos normativos sobre
violencia para hacer frente a las nuevas manifestaciones de este
fenómeno: el acoso político hacia las mujeres, el acoso callejero y en
espacios públicos, y el acoso por medios digitales”.
CIMACFoto: César Martínez López
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