Pedro Miguel
Duele mucho el
palpable incremento de todas las formas de violencia en contra de las
mujeres. ¿Será que se ha visibilizado, será que a los hombres nos
exaspera y enloquece que ellas reclamen dignidad y seguridad, será que
siguen su curso los fenómenos de descomposición y envilecimiento social a
pesar de las estrategias y políticas del nuevo gobierno, será que hay
un manejo mediático perverso para capitalizar casos específicos y
crearle ingobernabilidad al Presidente? Creo que todos esos componentes
son reales y que deben ser reflexionados.
La mera inclusión del femigenocidio como una de las expresiones de la
violencia generalizada que padece el país puede resultar irritante para
muchas que reclaman con toda justicia una mirada específica y acciones
concretas e inmediatas para detenerlo. Ante el dolor y la rabia de
agresiones que se suceden sin solución de continuidad desde los
micromachismos hasta el feminicidio resulta del todo insuficiente la
enumeración de los propósitos y las acciones generales de política
pública orientados a abatir la inseguridad y, específicamente, a
garantizar los derechos de las mujeres, empezando por el derecho a una
vida sin violencia.
En este punto, la 4T se enfrenta a tres desafíos: por un lado, si
bien el gobier-no de Andrés Manuel López Obrador ha sido congruente en
palabras y en actos en su determinación de avanzar a la consecu-ción de
una igualdad sustantiva, no ha logrado incorporar a su discurso una
perspectiva de género; por el otro, en el ámbito de la seguridad, las
políticas de combate a la corrupción, generación de bienestar, apego a
los derechos humanos y las nuevas concepciones de prevención y combate a
la delincuencia no han arrojado resultados inmediatos y palpables en
una reducción general de los índices delictivos; en tercer lugar debe
mencionarse la parálisis inducida en Morena, que una vez más ha sido
incapaz de funcionar como puente entre el gobierno y los movimientos
sociales. Esta injustificable ausencia, doblemente irritante si se
considera el enorme trabajo realizado en años pasados por numerosas
instancias del partido en materia de derechos de género, hizo posible,
por inconcebible que parezca, un inmediato aprovechamiento de la causa
por partidos y grupos de la derecha conservadora.
El primer desafío es el menos complicado. En el mandatario y su
equipo, así como en la mayor parte de las bancadas legislativas de
Morena, existe la determinación de hacer frente a todas las expresiones
de machismo y de pugnar por la consecución de los derechos de género. El
segundo es más difícil porque no se puede remontar en uno o dos años
una descomposición moral, económica y social inducida durante cuatro
décadas. De ello dan cuenta, por ejemplo, los entornos socioeconómicos
en los que ocurrieron el asesinato de la niña Fátima Cecilia, en
Xochimilco, y la muerte de la bebé Karol Nahomi, quien al parecer
falleció por descuido en Saltillo, Coahuila, o el atroz feminicidio de
Ingrid Escamilla, perpetrado unos días antes por su pareja en la
alcaldía Gustavo A. Madero. El tercero pasa inevitablemente por la
superación del conflicto en Morena y por la normalización de la vida
partidista.
La violencia que sufren las mujeres en todos los entornos y en casi
todas las circunstancias no necesitaba de esos casos particulares como
detonantes de protestas radicales. Ya desde agosto del año pasado éstas
tuvieron lugar en el Metro Insurgentes, la sede de la procuraduría
capitalina y otros sitios. La novedad de las manifestaciones frente a
Palacio Nacional de días recientes es que se buscó capitalizarlas como
una muestra contundente de ingobernabilidad y hasta como
el Ayotzinapa de López Obrador, según caracteriza-ción de uno de los golpeadores profesionales de los medios oligárquicos.
Sería cómico, si no fuera grotesco, que Acción Nacional se presente ahora como
feministay que para probarlo proponga castigar los feminicidios con pena de muerte.
Resulta impostergable restablecer la articulación entre los
movimientos de las mujeres y la transformación nacional en curso y
aceptar una verdad ineludible: la Cuarta Transformación será feminista o
no será.
Twitter: @Navegaciones
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