En la situación actual de los derechos
humanos en México, es necesario mencionar que la realidad que se
enfrenta en materia de derechos económicos, sociales, culturales y
ambientales (Desca) también es grave, a pesar de que por el discurso de
que son programáticos, y porque se conciben como un grupo de derechos
humanos de carácter
amplio, se han dejado de visibilizar, como parte del contexto de crisis generalizada.
Hoy sabemos que por el principio de integralidad e interdependencia
de los derechos humanos los Desca son igualmente importantes en la
construcción de un mundo y un país sin miseria, precarización ni miedo.
Los derechos humanos no deben jerarquizarse bajo ninguna
circunstancia, pues ninguno está por encima de los otros. Nadie puede,
por ejemplo, acudir a ejercer derechos civiles o políticos si no ve
también garantizados sus derechos sociales, como la alimentación o la
salud, pues la ausencia de uno afecta el cumplimiento del principio de
integralidad, más que necesario en la construcción de un Estado garante
de los derechos humanos.
En este escenario y durante este año, el Centro de Derechos Humanos
Fray Francisco de Vitoria OP, AC llevó a cabo en uno de sus proyectos
una serie de encuentros entre mujeres defensoras de los Desca, que
también luchan por una vida libre de violencia, en por lo menos cinco
estados de la República.
Y ello por dos motivos. Primero, por la situación de retroceso en la
garantía de este grupo de derechos, que cada vez más son concebidos como
servicios, y a los que se accede únicamente pagando, y porque además
enfrentan la exacerbada y acelerada implementación de la lógica
neoliberal, que ha traído consigo la precarización del trabajo, la
imposibilidad de acceder a un techo y el despojo de bienes comunes, como
el agua, la tierra, así como el territorio. En segundo lugar, porque en
el centro se es consciente de las relaciones de poder emanadas de un
sistema patriarcal basado en imperativos de género, que ha dejado a las
mujeres al lado o fuera de la historia, y les ha impedido mayormente la
garantía y el respeto a sus derechos humanos. En este caso, a una vida
libre de violencia y el cumplimiento de los Desca.
De ahí, la necesidad de hacer más evidente la importancia y la
construcción de procesos de acompañamiento en la exigibilidad de
derechos con perspectiva de género, no sólo para denunciar o generar
soluciones ante las diferentes problemáticas a que las mujeres se
enfrentan, sino también para hacer visibles los espacios y procesos
organizativos de lucha y participación en que están involucradas, que en
muchas ocasiones no son notorios a primera vista.
Cabe señalar que la perspectiva de género debiera estar incorporada
en el interior de las organizaciones en la totalidad de los espacios y
en los procesos de exigibilidad, ya que de lo contrario queda reducida
únicamente a un segmento, parcializándola y no considerándola
transversal y guía necesaria en la labor de defensa y promoción de los
derechos humanos.
Parafraseando la Plataforma de Acción de Beijing, se afirma
también con ello que la perspectiva de género debe estar integrada en
todas las políticas y programas del Estado, como garantizar todos los
derechos humanos de las mujeres y niñas, como parte inalienable e
integral de las prerrogativas universales, llevando a cabo todas las
acciones necesarias para combatir las violaciones a los mismos. Esta
perspectiva se hace también necesaria al momento de generar y acompañar
en el campo de la defensa desde la sociedad civil los procesos
organizativos que ayudan a la realización de los derechos humanos. Al
hacer el cruce entre Desca y perspectiva de género, este tipo de
encuentros nos dejan ver que aún tenemos retos considerables, no sólo en
la visibilización, participación y reconocimiento de las mujeres en los
procesos de exigibilidad, sino también en la garantía de derechos, como
la alimentación, la salud, la vivienda, la educación, el medio ambiente
y los derechos laborales, que se entretejen con la búsqueda del derecho
a una vida digna y libre de violencia. Por ejemplo, en materia de
acceso a la tierra, son menos las mujeres titulares de la propiedad
colectiva o individual que las que tienen su tenencia en hombres.
Por otro lado, los efectos de la escasez de alimentos, o la ausencia
de políticas de salud integral y de calidad, así como el poco acceso a
la educación, son más impactantes en las mujeres que en los hombres, en
razón de la doble vulnerabilidad en que se les coloca por razones de
género. Además, en el caso del trabajo de las mujeres, hoy sabemos que,
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